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Aurora Redondo

La decana de las actrices españolas, que cumplirá 85 años mañana, 1 de enero, sigue trabajando pese a tener fracturada la clavícula

Aurora Redondo, que tiene tantos años y días como el presente siglo, se inició en el teatro a esa edad que los catecismos señalaban como la del uso de razón, lo que equivale a decir que la escena y la vida han sido en ella prácticamente lo mismo. Esta catalana entró una tarde de 1907 en un teatro y aún no ha decidido en qué momento decidirá marcharse. Y, sin embargo, su dedicación a las tablas vino de forma un tanto rocambolesca. Un vecino de su barrio, empeñado en que su hija, amiga de Aurora, triunfara como cómica, inició a las dos niñas en el arte de la interpretación y logró que debutaran en Cataluña. Así fue como Aurora Redondo, a los 15 años, se trasladó a Madrid, contratada por el entonces empresario del teatro de la Comedia.

Suman ya más de 30 las noches que Aurora Redondo ha interpretado su papel en La casa de Bernarda Alba con la clavícula fracturada. Ha pasado un mes largo desde la caída, y la actriz ha ido sosteniendo su papel a base de tesón y de sedantes, olvidándose en ocasiones hasta de la misma fractura, porque "en escena no duele nunca nada".En este tiempo, Aurora Redondo ha aprendido a transformarse no sólo en la loca de la obra de Lorca, sino en una actriz que abandona su casa, cada tarde, apoyada en calmantes, y que una vez en el camerino olvida literalmente todos su achaques. Como si las infiltraciones de novococaína que le han prescrito no estuvieran destinadas a hacer más llevadera su interpretación, sino a evitarle el dolor hasta que llega la hora de salir a escena. Por eso, el riesgo que corre ahora cada noche Aurora no es tanto que el sedante deje de hacer efecto sino que ella, tan vitalista, se mueva más de la cuenta.

"No es la primera vez que actúo en estas condiciones. Yo he tenido caídas muy monas. Cuando trabajaba en Petra Regalada también metí un pie en un agujero que había en el escenario y estuve 40 días con el pie escayolado". Pero nunca ha dejado de trabajar por estas nimiedades. "Sólo dejé de actuar durante un año cuando murió mi marido, el actor Valeriano León". Fuera de esta razón íntima, no existen motivos suficientes para detener a esta menuda y saltarina octogenaria, "aunque lo mío no es vitalidad, son nervios". Sólo el miedo a hacer el ridículo, la imposibilidad material de trabajar podría jubilarla. "Tengo fama de tener dinero, pero es mentira, yo trabajo por gusto y por dinero. Y no me importaría morir en el escenario", asegura mientras se pone la peluca en el camerino, en presencia de su hermana, quien al oírla exclama: "¡Mujer, tanto como en el escenario, quita, quita!". "Pues sí", contesta Aurora, "no me importaría morirme haciendo lo que más me gusta".

En la repisa que hace de coqueta, debajo del espejo del camerino, la actriz distribuye sus más preciosos fetiches, sus queridos amuletos. Destaca en primer lugar la fotografía de su marido, Valeriano León, con quien se casó en 1925, en la iglesia madrileña de San José, con Arniches como padrino -"éramos tan populares que paramos la circulación de la calle Alcalá"-, y con quien la actriz formó compañía propia. "Así no estoy tan sola", explica señalando al retrato. "No he querido volver a casarme, porque pienso que si te va bien la primera vez, mejor no repetir, por si acaso; y si te va mal, de ninguna manera... No entiendo por qué tienen ahora tantas ganas de casarse, si dicen que les ha ido tan mal. Claro que como sólo se casan para un mes o dos, no tiene importancia".

La actriz también suele llevar consigo, en un sobre, las fotos de sus hijos. "Hoy no me ha dado tiempo a ponerlas". Hay, asimismo, una estampa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y dos ranitas decorativas, "un animalito que que me da suerte, porque yo, aunque catalana, soy tan supersticiosa como una andaluza".

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