Butragueño, otra vez la chispa de un Madrid mejor
El fútbol tiene estas cosas. Y si es entre los llamados eternos rivales, más todavía. Ayer, a eso de las seis y media de la tarde, los dos equipos madrileños jugaban un derby bastante triste, mucho más que otras veces. El marcador señalaba un 0-0 desesperante, pese a que el juego era muy aceptable, para los desastres de otras veces. El Barcelona, tras el susto del empate sevillista, ganaba ya en el Camp Nou y su ventaja de cinco puntos sobre el Madrid, y de seis sobre el Atlético, llevaba camino de aumentarse en un guarismo más. Sólo se jugaba claramente un partido valedero para el subcampeonato. El cuadro blanco había demostrado sobre el césped de su vecino una superioridad técnica y táctica apreciable, pero no había sido capaz de marcar por sus propias carencias. La torpe lucha del Atlético tenía el premio de un punto.Y llegó la chispa de Butragueño. La única acción válida en los 45 minutos que jugó, aparte de forzar un córner minutos antes en un palmo de terreno. Pero fue suficiente. El Madrid, con seis positivos, a
sólo tres del Barcelona, mantenía los cinco reales de desventaja y aún tenía esperanzas. Por lo menos, para seguir jugando todavía en el mismo campeonato de Liga que el Barcelona.
El Madrid de ayer no fue un Madrid para echar a Amancio. El entrenador gallego parece haber entendido por dónde puede llevar a su equipo. Con un centro de campo que gire en la pareja Gallego-Michel, apoyada por ese gran trabajador llamado Sanchís, pero sólo con Lozano de escudero para distraer, no para mandar (y para imponer algo de respeto a sus ex compañeros), incluso caben esperanzas frente al Anderlecht el miércoles. Ahora sólo le falta a Amancio enseñar o mandar a sus muchachos a tirar a puerta, porque soluciones de emergencia en décimas de segundo, eléctricas y válidas, pero cogidas por los pelos, como la escapada de Butragueño y el remate de Valdano ayer, pueden quedarse en simples parches.
Michel disparó al poste a los tres minutos de partido, con lo que pudo dar la sensación de que el Madrid tuvo también artillería, pero aparte de que fue un remate en semifallo, no justificó las carencias posteriores. Ya no hubo más peligros y resultó bien triste cuando Gallego, especialmente, en los pases largos, y Michel, a corta distancia, dejaron en ridículo a Landáburu y Votava, mientras Sanchis se fue cuantas veces quiso de Quique, al que teóricamente debía esperarle en defensa.
El Madrid dominó el centro del campo, pero no apoyó ni empujó en ataque. Santillana, además, no estuvo afortunado, quizá porque con el 4-4-2 tiene más sitio Butragueño, aunque sólo sea para una sola habilidad, pero positiva, por partido. Valdano, sólo aprovechó la ocasión del gol. Es que el Atlético, que no dio para más, sólo tuvo en defensa, su único punto fuerte, ese fallo. Y no sólo de Tomás I, magnífico antes con Valdano y después con el Buitre, sino de Luis, el entrenador, que cinco minutos antes había querido arriesgar al quitar a Ruiz, marcador del argentino, para meter a Mínguez. Ni Arteche, un poco relajado en su habitual posición de libre, está acostumbrado ahora a marcajes encima,, ni Julio Prieto, que bastante hizo con sujetar a Lozano.
El Madrid estuvo también magnífico en defensa (sólo con mínimas intervenciones de Miguel Ángel, pocas más que Mejías), pues San José pudo con Hugo, sólo peligroso con dos cabezazos que rozaron el poste izquierdo; Camacho hizo sustituir a Pedraza y Fraile se sobró ante Cabrera. Tampoco se resintieron al cambiar de lado los extremos y Stielike acabó de poner las guindas con otra exhibición de las suyas.
El conjunto de un renacido Amancio tuvo el acierto casi inesperado del tanto del triunfo, pero no debe olvidar que un empate no hubiese sido injusto, ni disgustado a nadie. Sólo a él por su falta de ambición para concretar su superioridad. Incluso llegó a aburrir al principio de la segunda parte, al perder tiempo ante la impotencia rojiblanca para penetrar. El buen juego, el de salón, sólo es un indicio de cambio positivo para el futuro, pero también puede quedarse en nada. El Madrid de ahora, como en los tiempos heroicos de Miljanic o Boskov, ya no puede ceder más distancia al escapado. Le interesa ganar, aunque juegue mal. Igual que entonces.
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