'El río', abrir las ventanas
Durante los años que siguieron al estallido de la II Guerra Mundial, Jean Renoir, director de la película El río, vivió y trabajó en Hollywood. En esta fábrica no se hacía cine norteamericano, sino cine de todas las partes. La peste nazi atacaba a Europa, la inteligencia huía del viejo continente y los dueños de la fábrica eran negociantes con pocos escrúpulos, que no entendían de patrias sino de dólares. Donde veían un talento, hacían cuentas y lo compraban. Este utilitarismo permitió que durante dos décadas, en unos kilómetros cuadrados, se concentrara el Cine.Treinta años de tradiciones de trabajo habían creado en Hollywood un código artesanal dificil de transgredir. Una de sus normas decía que, mientras no fuera indispensable, y lo era pocas veces, los exteriores de las películas debían rodarse en interiores. Los estudios de Hollywood poseían tales medios técnicos que un exterior realizado entre cuatro paredes lograba matices difíciles de conseguir en campo abierto. Magos de la transparencia y de la máquina trucadora, los tramoyistas de Hollywood conseguían de cabalgadas realizadas en interiores, convenciones tan verosímiles como las de los buscadores de documentos de la naturaleza.
Antes de acudir a la llamada de Hollywood, Jean Renoir era un cineasta acostumbrado en Francia a sacar partido de la pobreza. Sus decorados eran las calles, los caminos o los bosques. Esta pobreza de medios acabó creando en él una riqueza de estilo. La sombra de su padre, el pintor Auguste Renoir, le ayudó a extraer de la exterioridad una estética. Con ella llegó al pie de los muros de Hollywood y encontró que dentro de ellos su idea vulneraba los códigos de trabajo de la fábrica.
En su primer filme norteamericano, Swamp Water, Renoir logró convencer a los guardianes del sistema para que le dejaran sacar las cámaras a la calle y así, Renoir abrió de par en par las ventanas de un cine que comenzaba a padecer claustrofobia. Al aceptar el estilo de Renoir, Hollywood experimentó una mutación. En los estudios cerrados entró el aire libre, pero al mismo tiempo, como dice Andrew Sarris, en el estilo de Renoir, hasta entonces alimentado de exterioridad, penetró a su vez el sentido del interior, la subjetividad como eje del poema. Fue un intercambio emocionante: Renoir dio a Hollywood libertad y éste proporcionó a Renoir intensidad.
No es fácil entender el alcance de El río, probablemente la obra más conmovedora de Renoir, sin tener en cuenta este intercambio. El realismo exterior de Renoir -cuya cumbre fue La regla del juego- experimentó, en su etapa norteamericana, una tendencia cada vez más fuerte hacia la introspección en los estados de espíritu de determinados personajes, cuya mirada se iba poco a poco adueñando del punto de vista del relato como totalidad. El río es la culminación del proceso.
Cuenta Renoir que en 1949 descubrió maravillado la novela The River, de la escritora inglesa Rumer Godden, e intuyó que allí estaba la película que necesitaba hacer. Se equivocó, sin embargo, en su idea de que el proyecto iba a interesar a los grandes estudios. "¿Una película sobre la India sin cacería de tigres? No interesa". Renoir no pudo sacar de los magnates más que esta respuesta y optó por llevar el proyecto a pequeñas productoras independientes. Un florista, Kenneth McEldowney, fue subyugado por la historia y puso el primer dinero. Tenía amigos ricos y con poder en la India y el resto del presupuesto se cubrió por este camino. El filme se rodó en 1951.
Historia de amor
Renoir y la propia Rumer Godden escribieron, sobre la marcha, el guión. Una muchacha inglesa residente en la India, Patricia Walkers, fue seleccionada entre un centenar para encarnar el eje del poema: Harriet, la adolescente enamorada del capitán mutilado, que interpretó otro actor natural, Tom Breen, que era, como su personaje, un mutilado de guerra. El río interior del filme estaba así ya trazado, y de él extrajo Renoir una de las más bellas elegías filmadas y una de las más conmovedoras películas de amor de la historia del cine.Renoir, y este grado de consciencia sobre la propia obra es infrecuente, ha definido mejor que ninguno de sus exégetas la naturaleza de su filme: "Es la historia de una familia inglesa en la India de la que, si quedan historiadores en los siglos futuros, dirán que son ejemplares del fin de un período". El río es el poema del final de una época, de ese momento crítico en que el tiempo parece haberse detenido, el gran río sigue eternamente fluyendo y, en su orilla, una muchacha despierta de la niñez y descubre el amor, el transcurso del tiempo, la muerte, las fuerzas inmutables de la naturaleza. La simplicidad formal del filme sólo tiene parangón con la conmovedora universalidad de lo que narra.
El río se emite hoy a las 22.05 por la segunda cadena.
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