'El último cuplé' fue el primero
Aunque pocos productores en tendieron las razones del asombroso éxito de El último cuplé, muchos se lanzaron a imitarlo. Música de ayer, Aquellos tiempos del cuplé, Y después del cuplé, fueron algunos de los títulos que retomaron la nostalgia como su tema central, pero fracasaron.
Quien sí había apoyado el triunfo de El último cuplé fue Sara Montiel, ya que ella continuó en la cima en sus siguiente filmes: La violetera, Carmen la de Ronda, Mi último tango... Ninguna, efectivamente, provocó el entusiasmo de la primera, pero todas mantuvieron viva la popularidad de quien repartía sexo y tragedia con carnosidad nunca vista en nuestro cine.
El sexo, el pecado y sus duros castigos, conformaron el triunvirato moral que la Montiel lanzaba desde sus melodramas canoros, tocados siempre por un apunte nostálgico. Comenzó así a comercializar el recuerdo y a propiciar un apunte de morbosidad que las históricas, las folklóricas o los niños prodigio —protagonistas del cine de entonces—, sólo podían despertar en estrechos círculos de marginados.
Con su pecho en alza, su insinuante mirada, sus barrocos movimientos labiales, con los escotes, la picardía de las canciones y el dramón de haber amado a tres hombres y acabar agonizante y sola, la Montiel subyugó a los espectadores del momentos Prevenidos del tumulto, los censores vigilaron estrechamente tan descocada historia, retoca ron el guión convirtiendo a una madre en tía, ya que las madres buenas no permiten a sus hijas ser cupleteras, pusieron tules en los descubiertos excesivos, alargaron pantalones y, al final, suprimieron algún que otro beso de los que la Montiel repartía con pasión.
El terror de Juan de Orduña, productor y director del filme, porque pudiera cometerse algún desliz que excitara a los censores, sólo fue comparable al que sufrió por su escasez de dinero. A pesar de que ciertos trajes y decorados eran de simple papel y de que se ahorraba en cualquier rincón de la película, sólo pudo concluirla vendiéndola a poco precio para pagar las deudas. Para su desgracia, el éxito económico que tuvo El último cuplé (más de 100 millones de pesetas en 1958) no le aportó satisfacciones. Había cambiado una fortuna por un plato de lentejas.
Se consolaba Juan de Orduña pensando que aquella película "aparte de algunas escenas de sensibilidad, técnicamente es de lo más vulgarcito y corrientito que pueda haber. Estaba hecha deprisa y corriendo, y no había un solo alarde". Así declaró a Antonio Castro en 1974, meses antes de su muerte: "El éxito de El último cuplé me sirvió para comprender la incultura del público de aquella época".
Los críticos oficiales abundaron en el juicio popular. En ABC se leía que en El último cuplé había "un camino a seguir y un estilo a perfeccionar". Como es lógico, a los muchachos agrupados en torno al Felipe de reciente creación, a los ponentes de las conversaciones de Salamanca donde se dijo que el cine español era ineficaz, raquítico, ínfimo, falso y nulo, y a quienes ya habían dirigido sus primeras películas, El último cuplé les pareció una barbaridad: "En el año de los sputniks se nos recuerda la España de la querida y la mezquindad", y recordaron en Cinema Universitario unos versos de Machado que parecían una perfecta crítica al filme: ". . .es una fruta yana de aquella España que pasó y no ha sido, esa que hoy tiene la cabeza cana".
El último cuplé se emite hoy a las 16, 05 horas por la primera cadena.
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