'Bienvenido Mister Marshall', el comienzo
El cine español de los años 40, a veces técnicamente bueno, pero hecho con mordazas y tópicos, se vio nada más comenzar la década siguiente asaltado por la aparición de dos cineastas que parecían haber caído en paracaídas de otro planeta: Juan Antonio Bardem y Luís García Berlanga. Éstos realizaron al alimón Esa pareja feliz, filme tan ajustado de presupuesto que, aunque dejó entrever algo de la dinamita que traía como un pan bajo el brazo, pasó casi desapercibido. En 1952, con guión de Bardem, Miguel Mihura y él mismo, Luis García Berlanga inició su segundo filme, ¡Bienvenido Mister MarshalI!.La gracia de la película era tan poderosa y sus autores hablaban en un idioma tan nuevo e inteligible, que no dejó títere con cabeza en el cine español. Y esta vez la película no pasó desapercibida. Armó cierto barullo en el festival de Cannes y llegó a España precedida del buen ruido que armó en el certamen la delegación norteamericana, a cuya cabeza estaba el eminente Edward G. Robinson, que consideró antinorteamericano al filme.
Era la primera vez que un filme español, tras el exilio de Luis Buñuel, causara un escándalo de estas proporciones. Después, la película se proyectó aquí y nadie vio en ella pólvora política alguna, pero sí otras cosas que inesperadamente la hicieron mucho más explosiva.
Por ejemplo, descubrimos que nuestros actores de charanga y pandereta, de cuya maestría nadie dudaba, podían actuar ante las cámaras de otra manera infinitamente más rica que la que se veían obligados a ejercer en las películas del llamado sistema. Y más aún, que la crítica internacional veía en ellos a profesionales decantados y de una gracia a raudales. Manuel Morán, José Isbert, Alberto Romea, Félix Fernández, Lolita Sevilla, Joaquín Roa, entresacados de un largo reparto, eran allí actores perfectos de registro, dominadores de su oficio, tronchantes y hasta emocionantes cuando al final se ponían serios.
Nada volvió a ser lo mismo en el cine español después de la proyección de ¡Bienvenido Mister MarshalI!. Si la película se mantiene viva hoy, y efectivamente así se mantiene, es obligatorio hacer trabajar un poco a la imaginación para poder reconstruir la fuerza de su vida en aquel desierto donde aterrizó. La película, como dije, hablaba en otro idioma aquí desconocido en las pantallas, pero no desconocido en la vida de entonces, más bien todo lo contrario. Lejos de ser de otra galaxia éste era el idioma de la libertad española, y fue esta dimensión libre del filme y no su bondadoso antiamericanismo -que hoy no pasa de ser una caricia- su pólvora no mojada, su verdadera carga política, pues al introducir Berlanga el lenguaje de la libertad en el cine español, el que era mudo lenguaje de la servidumbre se pulverizó como un Drácula despistado al que ha cogido in fraganti la salida del Sol.
Berlanga y Bardem crearon un nuevo cine español porque tuvieron la sagacidad de romper en pedazos las convenciones del viejo cine de la dictadura. Por eso ¡Bienvenido Mister Marshall! es hoy no solo una película divertidísima, llena de encanto y viveza, sino un monumento de nuestra cultura, de nuestra conquista de la libertad.
¡Bienvenido Mister Marshall! se emite hoy a las 23.55 por la primera cadena.
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