Extrae de zarzuela por 5.000 pesetas al día
Desde 1979, la corrala de Mesón de Paredes se convierte cada verano en escenario de montajes con sabor castizo
Durante dos meses al año, al caer la noche, se convierten en extras de comedia. Cada día, durante tres horas, la fachada de sus casas se transforma en un decorado irrepetible de escenario en el que sus miserias se muestran como parte de un espectáculo para turistas o para quienes, aunque sea una noche al año, hacen profesión de madrileñismo. Los cómicos toman por asalto los corredores para representar historias de sus ancestros, los primeros pobladores de las viviendas: carne de sainete.Probablemente, cuando Ruperto Chapí compuso La Revoltosa, en 1897, conocía la corrala situada al final de la calle del Mesón de Paredes, construida en 1839. La corrala, casa dé vecindad con las puertas de las viviendas situadas en corredor, constituye acaso la construcción más peculiar de la arquitectura popular madrileña.
En el libreto de la zarzuela de Chapí las viviendas del protagonista, Felipe, y otros personajes son cuartos situados en el corredor que da al patio. La de Mar¡ Pepa, la otra protagonista, se localiza en el corredor del primer piso. La escena transcurre en el patio. Los personajes de ficción se preparan para la verbena.
Un metro separa el patio de la corrala de la plaza situada frente a la vivienda, entre las calles del Mesón de Paredes, Sombrerete y Tribulete. En ella, cada noche 1.000 personas acomodadas en mesas -en las que se puede tomar una cena fría- o en gradas desmontables asisten a la representación de La Revoltosa. El decorado del escenario es la propia fachada de la corrala.
Las barandillas del corredor del primer piso están atestadas de micrófonos, en los que cada noche los personajes, de la zarzuela cantan o se disputan el privilegio de entrar de rondón en la casa de ficción de Mari Pepa. A las diez de la noche, media hora antes de iniciarse el espectáculo, los inquilinos reales del primer piso de la corrala abandonan sus viviendas para dejar el sitio a los actores.
Hasta las 12 * 30 de la madrugada, cuando acaba el espectáculo, los vecinos de la corrala vivirán, en la mayoría de los casos, el orgullo de formar parte del escenario de la quintaesencia del tipismo madrileño. Pueden no estar de acuerdo todos en que su casa y su fisonomía se conviertan en parte del espectáculo, pero casi ninguno se expresa en forma negativa. Saben que el espectáculo lo monta el ayuntamiento socialista, que remodeló y arregló la fachada cuando se caía de vieja, y que si, como parece, compra todo el edificio,
podría ser el nuevo casero o venderles los pisos por los que hoy pagan alquileres que oscilan entre las 100 y las 500 pesetas mensuales.
Los vecinos de la corrala reciben cada noche 5.000 pesetas como caché colectivo con destino a la realización de mejoras en la comunidad, que serán 235.000 pesetas al concluir los 47 días de representaciones.
Zarzuela en vez de televisión
Áurea Bueno, de 34 años, portera de las 34 viviendas del edificio, con entrada por la calle de Sombrerete, contempla el primer cuadro de La Revoltosa sentada en una banqueta frente a la puerta de su casa, que da al patio de la corrala. Las puertas de las viviendas situadas en el mismo sirven de entrada a las casas de ficción de algunos de los personajes de la zarzuela. Su marido, Juan Ramírez, monta transistores en un taller improvisado en el diminuto salón de la vivienda. La televisión está encendida, pero la música de zarzuela ahoga los diálogos de la representación de El sombrero de copa, que se ofrece en diferido. "Ya ve usted, aquí seguimos haciendo una vida normal. Durante la representación, eso sí, tratamos de no hacer ruido o hablar bajo para no entorpecer".
"Lo único que no podemos hacer", señala Áurea, "es dormir por la noche hasta que acaba el espectáculo, pero la verdad es que aquí casi nadie se acuesta hasta que acaba la televisión. Además, es preferible tener la plaza ocupada por un público que calla o aplaude, pero que luego se va y queda cerrado el recinto, que aguantar durante todo el año a gamberros, borrachos o a los perros, que dan la bronca hasta las tres y las cuatro de la madrugada. Y nunca aparecen los municipales".
"A nosotros este montaje no nos condiciona la vida. Los actores no nos molestan. Ya no le meten en las casas, como en años anteriores. Además nos pasamos dos horas entretenidos. No tenernos que ir a la verbena; la tenemos; en casa".
Áurcú pone atención a la escena en la que los vecinos-actores de la zarzuela organizan una zapatiesta en el patio. La culpa la tienen los celos de las señoras, que reprochan a sus maridos excesivas veleidades y requiebros a la buena moza de la Mar¡ Pepa. "En la corrala las discusiones se oyen desde la calle. Aquí nos' enteramos de todo. Sabemos cuándo fulanita o zutanito riñen y por qué y todo lo que pasa en los pisos. Los secretos son a voces".
Tópicos y tradiciones
Los vecinos de la corrala, extras diarios de sainetes y zarzuelas, ponen especial énfasis en aclarar que allí ya no quedan postineros como Felipe, alcahuetas, viejos verdes, borrachines o garbosas mozas, como la Mari Pepa, que aparecen en La Revoltosa. "Aquí no nos tiramos de los pelos como en los sainetes. Nunca ha habido gente mala. Todos han sido trabajadores honrados", afirma Ángela López, viuda, de 73 años de edad, 54 de ellos transcurridos en la corrala. "Siempre nos hemos llevado como hermanos y nos hemos ayudado. Cuando hemos tenido problemas,. nos hemos desahogado con los vecinos".
Cada noche, "si no hace frío", Ángela López se asoma para ver el espectáculo, "porque yo hasta que no acaba la tele no duermo". "Este ambiente me recuerda las verbenas que hacíamos los vecinos has ta hace 20 años, cuando por San Cayetano engalanábamos toda la fachada de la casa con guirnaldas y farolillos. Las quermeses dura ban hasta el amanecer".
Junto a la abuela Ángela, sentados en el suelo de la galería, los nietos, de entre 14 y 16 años, juegan a los marcianitos con videojuegos. "A nosotros nos gusta más la música de Michael Jackson, pero también ésta. Además, Michael Jackson no podría actuar aquí; esto es distinto", afirma Nieves Rodríguez, de 15 años de edad. A su lado, un mozo más talludito pone cara de pasar de todo cuando se le comenta si no le aburre ver el mismo espectáculo todo s los días.
Julio Senderos e Isabel García, jubilados ambos, viven en la corrala desde 1940, cuando, recién casados, una tía de ella les cedió un piso por el que pagan un alquiler de 139 pesetas al mes. Rodeados de fotos de nietos, reconocen que cada noche escuchan casi con devoción La Revoltosa. "Es una historia muy nuestra, que podía haber pasado perfectamente en esta casa", indica Isabel. "Es la zarzuela que mejor se adapta a la corrala. Por ello la vivimos como si fuera nuestra".
La otra cara de Los Veranos de la Villa
"Yo, lo mismo que muchas personas de la corrala, no me canso de escuchar cada día la misma zarzuela", insiste Isabel. "Este montaje sólo afecta a los vecinos del patio y del primer piso, pero todos están orgullosos de que obras como ésta se monten aquí".Se llama como la protagonista de La Revoltosa. Pepi Sánchez tiene la entrada de su casa, la F-1, frente a la barandilla de la primera planta, donde se desarrolla parte de la obra. "A mí, la verdad, esto me parece un poco de abuso, pero como la mayoría es partidaria y nos dan un dinero para la comunidad, pues me aguanto. No me hace especial gracia que mi casa sirva de escenario dos meses al año y que estemos aquí como expuestos en un museo. Pero no puedo negar que en el fondo nos gusta sentirnos tan típicamente madrileños. A otros vecinos tampoco les gusta esto, pero no oirá usted protestar a nadie, aunque luego murmuren...
A los vecinos de la segunda planta se les ha pedido que no salgan o entren en sus casas durante la función. "Cada año nos pasa lo mismo. Nos colocan los micros enfrente de casa. Estábamos de vacaciones cuando los montaron. Si llego a estar aquí, les hubiera pedido que cambiaran la escena. Mi marido llegará ahora y no podrá entrar en casa", comenta Pepi.
"No hay quien duerma"
"Otra cuestión es que mientras no acaba el espectáculo aquí no hay quien duerma. Yo trabajo desde hace 27 años en Tabacalera y me levanto cada día a las seis de la mañana, así que me quedan pocas horas de sueño. Otros vecinos se levantan a las siete y no creo que les haga especial gracia dormir tan poco cada día".
Puerta con puerta con Pepi Sánchez vive Rosario Ruiz, de profesión telefonista. Se levanta antes de las siete de la mañana, pero tiene solucionado el problema. "Yo me acuesto en el descanso de la representación, hacia las once, y me quedó frita en seguida. Vamos, es que no me entero de nada. Y lo mismo le pasa a mi madre, que tiene 70 años. Siento entre sueños cómo Felipe pasa delante de mi puerta y se va hacia donde vive la Mari Pepa, pero no me desvelo. Y no crea que estoy sorda".
En un lateral de la corrala está situada la vivienda 1-C. Antonia Martín, de 77 años, nació en aquella casa y en ella murió en la tarde del pasado domingo. Una docena de miembros de la familia cena en silencio en el diminuto salón que comunica con el corredor. La puerta está abierta y llega con intensidad la música del primer acto de La Revoltosa. Dicen quienes conocían a Antonia que era la que más sabía sobre las historias de la corrala. No en vano su madre, cigarrera también, como muchas de las gentes del vecindario, había vivido en la corrala desde los siete años. Y allí. murió a los 90 años, ciega y con una bronquitis crónica que le produjo el polvillo del tabaco que lió durante 60 años.
Velatorio muy castizo
Su hijo, Luis Fernández Martín, de 50 años, que nació y vivió en la casa, comenta que horas antes de morir trató de llevar a su madre a un hospital y que aquélla le dijo: "Yo he nacido aquí, y aquí quiero morirme". Y la familia entera de Antonia Martín veló su cadáver toda la noche mientras desde el patio llegaban los ecos de La ' Revoltosa. "Mi madre amaba todo esto; lo vivía. Cuando el domingo escuchamos el preludio de la zarzuela, no pudimos aguantar las lágrimas. Era la mejor despedida que le podíamos ofrecer".
Luis Fernández vivió en la corrala hasta que, con tres hijos, tuvo que buscar otro cobijo más amplio. "Yo, sinceramente, estoy muy orgulloso de haber nacido y haberme criado aquí, pero la verdad es que ésta no es un vivienda del siglo XX.Una familia media no puede vivir hoy en un piso sin retrete en la casa. El servicio, sin baño, está situado en el extremo del corredor y sirve para cuatro vecinos". Su hija Mercedes, de 20 años, lo corrobora, asegurando que se baña en el fregadero de la estrecha cocina.
Pese al ruido de la música que llega de abajo, los vecinos de la corrala no han suspendido las tertulias a la puerta de las casas. Hay preocupación por el futuro de las viviendas. "Nosotros queremos que las compre el ayuntamiento y que no nos las venda", precisa Jerónima Gallo, de 83 años de edad. "Estamos muy orgullosos de vivir en estas casas. Yo sólo saldría de aquí con los pies por delante".
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