'Ninotchka', en Broadway

Inspirándose en Ninotchka, la película que Ernst Lubitsch dirigió para Greta Garbo en 1939, se estrenó en Broadway, 15 años más tarde, una versión musical, Medias de seda, cuyo éxito alentó otra adaptación cinematográfica. Pero dado que los críticos habían discutido la inspiración de Cole Porter en la partitura, se añadieron en la película nuevas canciones y coreografías, eliminando, por otra parte, las que se consideraron de menor interés. En el cine, por lo tanto, Medias de seda tomó del teatro sólo lo que parecía de una calidad indiscutible.La historia, ya se sabe, es de un gran esquematismo. Una energica muchacha soviética es enviada a París para lograr que un importante compositor, que ha decidido vender su talento a los empresarios capitalistas, regrese a Moscú. Seducida, sin embargo, por el amor de un joven, también ella elegirá París, sus luces, sus trajes, sus joyas y... sus medias de seda. Pese a que Lubitsch, en la original N¡notchka, supo enriquecer muchas de las situaciones que se desarrollaban alrededor de esta renuncia, no realizó precisamente la película que podía ayudar al mejor conocimiento de la Unión Soviética. Planteada como crítica a macha-martillo, lo burdo reemplazó la habitual sutileza del director. Sólo desde una cinefilia angelical era posible aceptar en su integridad tal propuesta.

En Medias de seda, rebautizada en España como, La bella de Moscú, se replanteó el grosero antisovietismo del original en el ambiente de guerra fría que se respiraba en 1956, pero, curiosamente, su carácter de musical dulcificaba en cierto modo el texto. De hecho, son algunos de sus números de baile lo mejor que contiene el filme. Los hay incluso excelentes. Fred Astaire y Cyd Charisse, bailando en el decorado de un estudio de cine, atravesando platós y adaptando sus giros a los elementos que encuentran a su paso, son un bello espectáculo, como también lo es el que compone la nutrida colonia soviética que vive en una sola habitación cuando baila alrededor de la muchacha que ha decidido permanecer en París.

De entre los números de danza destaca además el que interpreta Fred Astaire en una mezcla de rock and roll y top hat. Su chaqué, su sombrero de copa, su clásico bastón, no le impiden adaptarse a la nerviosa música del rock. Era una necesaria adaptación a los tiempos, como sin duda lo fue también la canción Sonido estereofónico, que interpretan Janis Paige y Fred Astaire en una suerte de humorada sobre los adelantos técnicos en el cine. La propia película, filinada en escope y color, atendía las exigencias del mercado forzando su carácter espectacular. Calificado como excelente musical por buena parte de los especialistas, La bella de Moscú ha sido hasta ahora la última aportación al género del director Rouben Mamoulian, georgiano trasladado a París durante su infancia, más tarde alumno de Stanislavski en Moscú y finalmente ciudadano de Nueva York, donde sus montajes teatrales -Porgy and Bess, entre ellos- llamaron la atención de los productores.

El número solitario de Cyd Charisse que lleva el título de la película, y en el que va rescatando de inverosímiles escondrijos las sedas, las joyas y los velos que la hacen feliz, puede ser un espejo del propio director. Sin embargo, y al margen de la belleza de la actriz y de su fascinante capacidad para el baile, la teoría del filme, claramente marcada en esa secuencia, no deja de ser primaria y malintencionada. Sorprende que no se les ocurriera nada mejor.