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Entrevista:

Eulalio Ferrer

Exiliado, responsable de la revista 'Mercurio' y director de la primera agencia publicitaria de México

Eulalio Ferrer, dirigente de las Juventudes Socialistas durante la guerra civil, corresponsal de guerra, responsable de la revista Mercurio en la capital mexicana dirige ahora, más de cuatro décadas después de abandonar España, la agencia de publicidad más importante de México. La suya es una historia apretada, llena de acontecimientos. A los 16 años se convirtió en el capitán de milicias más joven de España. En 1940, tras conocer los campos de concentración del Sur de Francia, inició un largo viaje de 41 días a bordo del Cuba que, tras diversos avatares, le conduciría a tierras mexicanas.

Desde la terraza de la cafetería que se abre sobre la segunda playa de El Sardinero y que permite dominar los jardines de Piquio y a lo lejos el faro de cabo Mayor, Eulalio Ferrer contempla el paisaje santanderino y aviva la memoria histórica. "Mi vuelta a Santander en 1969 estuvo dominada por el recuerdo de la guerra. Cuando entro por el Escudo me voy deteniendo, reconociendo los lugares donde perdí aun amigo, donde se libró una dura batalla, donde escribí una crónica de guerra...". Confiesa Ferrer que esos recuerdos se sobreponen a la nueva realidad y la deforman al mismo tiempo.Recuerda Ferrer a aquellos que desde el otro lado del Atlántico vivieron con él los primeros años del exilio. A Matilde de la Torre, escritora, folklorista, diputada socialista, con la que le unió, después del encuentro casual en la Redacción del diario radical-socialista La Región, de Santander, no sólo la amistad, sino un cierto destino compartido. Matilde de la Torre aparece de nuevo en la vida de Ferrer en Burdeos, cuando cientos de republicanos españoles huyen de la ocupación alemana de Francia. En el Cuba, fletado para trasladar a los exiliados españoles a la República de Santo Domingo, donde el dictador Trujillo se niega a cumplir sus compromisos, viajaron, no sin dificultades, hasta México.

"Matilde nunca pensó que no regresaría a España, estaba convencida de que volvería y se dedicaría a la vida docente, porque su verdadera vocación era la ciencia antropológica, a la que dedicó muchas horas de su vida". Si Matilde no regresó nunca, sí lo hizo Ferrer, entre la desconfianza de quienes le veían como el exiliado socialista que fue y aquellos que le consideraban un indiano. Su deseo de vincularse con Cantabria más allá de la relación personal o del viaje le llevó en 1975 a promover la creación, junto con el Ateneo de Santander, de un, premio de novela que inicialmente llevaría el nombre de su padre. De éste recibió Ferrer el ejemplo político, pero también el interés por el periodismo, profesión que viviría desde muy joven en los talleres del diario en el que su padre trabajaba de linotipista.

Ferrer, tras participar en la batalla del Ebro, llegó a Barcelona cuando la suerte de la II República estaba echada. En el castillo de Figueras mandó la guardia cuando se produjo la última reunión de las Cortes Españolas. Después, la frontera francesa y el atardecer de Colliure, donde descubrió entre los refugiados a Antonio Machado y a su anciana madre. Ateridos de frío y desamparados, Ferrer les acompaña hasta la noche, despidiéndose con un hasta mañana qué no se cumpliría. Al entrar en el campo de refugiados de Argelés-sur-Mer observa cómo un grupo numeroso de hombres se disputa el pan que les arrojan los soldados senegaleses. Cuando la aglomeración se dispersa, un hombre de edad avanzada queda maltrecho en el suelo. Ferrer reconoce a su padre, dirigente de la UGT, con cuya ejecutiva ha abandonado también España.

En el exilio, Ferrer se encargó de dirigir la revista Renovación, que las Juventudes Socialistas editan para América Latina; así establece una estrecha relación con Indalecio Prieto. "Como personaje político, fue el de más sustancia que produjo la República". En una pequeña habitación Prieto le fue abriendo su memoria ante el dictáfono. "Dictaba poco y aprovechaba la ocasión para satisfacer las gulas que en su casa le prohibían". Años después, escuchó la grabación Felipe González. "Es buen orador, pero no actual", dijo.

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