El conjunto de Díaz Miguel mejoró en su segunda actuación
ENVIADO ESPECIALEspaña y Uruguay jugaron un encuentro de los que antes se denominaban broncos y coperos. Los árbitros, avisados por la dureza con que se disputó el partido entre los uruguayos y los franceses, quisieron evitar ayer que se produjera el menor roce y acabaron señalando 42 faltas personales y dos técnicas en el primer tiempo, que, a causa de las interrupciones, duró 57 minutos.
España, que solamente fue por detrás en el marcador durante los tres minutos iniciales, acabó complicándose la vida en las postrimerías del encuentro y de una ventaja de 25 puntos pasó a quedarse con diez. La reacción final evitó, afortunadamente, cualquier problema.
Los uruguayos son duros y peleones y la falta de centímetros la suplen, a veces, con los codos, que usan eficazmente. Por eso, desde el inicio, los árbitros, con toda meticulosidad, señalaron la más mínima heterodoxia. Y fueron necesarios tres minutos para que, con el empate a diez, España se pusiera a la altura de las circunstancias, pero aún hubo que sobrepasar los cinco para que se produjera la primera ventaja. Romay, que salió desde el comienzo y que consiguió situarse adecuadamente en el centro de la zona para taponar los intentos de lanzamiento de sus adversarios, creó dificultades que los uruguayos no alcanzaron a resolver.
Pero España tampoco encontró fácilmente el camino del aro contrario. Fue necesaria una buena dosis de serenidad de Corbalán para que el equipo fuera cogiendo el ritmo. Y, a medida que los españoles fueron entonándose, los suramericanos empezaron a desequilibrarse. Hasta tal punto se desequilibraron que su entrenador recurrió a los múltiples y constantes cambios, aunque ninguno de ellos resultó práctico. Peinado, un veterano y hábil jugador, intentó presionar a Corbalán, pero éste logró zafarse de él y por ahí comenzó a fraguarse el triunfo español.
El peso de las faltas personales influyó más en Uruguay y ello permitió a España utilizar el contragolpe. Las salidas fulgurantes de Iturriaga volvieron a prodigarse y, una y otra vez, la defensa zonal uruguaya se vio impotente ante el tiro magistral de Epi, que se puso en plan americano y desbordó desde fuera de la bombilla a sus marcadores.
Con dos bases
Díaz Miguel dio entrada en dos fases del encuentro a Nacho Solozábal, pero el barcelonista sólo cumplió adecuadamente en una y fue precisamente en la de los minutos finales, en los que, ante una racha asustante de los contrarios, que redujeron en quince puntos su desventaja, actuó junto a Corbalán. España tuvo que acabar el encuentro jugando con dos bases y un solo pivot para controlar el balón y evitar que Uruguay continuara aminorando la diferencia en el marcador.
Las eliminaciones de Jiménez y Romay terminaron acusándose. El jugador del Joventut, además de mostrarse acertado en los rebotes, se encontró seguro en los lanzamientos a canasta. Y Romay fue el perfecto taponador en una zona a veces débil. Fue tras la eliminación de ambos cuando Uruguay reaccionó con peligro para España. Las más de 6.000 personas que presenciaron el encuentro hallaron en esos instantes la emoción que no les fue permitida con anterioridad por las constantes interrupciones del juego.
En el equipo español se produjo una notable mejoría con respecto a lo visto frente a Canadá, lo que puede ser un indicador de que se va a producir la progresión constante. De cualquier manera, todavía en defensa se producen algunos despistes, que, entre otras razones, se deben a la inseguridad con que aún salta Fernando Martín, quien, como en el primer encuentro, estuvo mejor en la zona contraria que en la suya. Martín se colocó con cierta facilidad debajo del aro uruguayo, pero trató de evitar los codazos en los rebotes. Jiménez y Romay se fajaron con más decisión.
El peor defecto del equipo español o, al menos, el más llamativo fue el de tardar en librarse de la presión que en media pista efectuaron los uruguayos en el segundo tiempo.
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