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Crítica:VISTO / OIDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

George Smiley dispara sin balas

George Smiley, inmenso pequeño personaje, antiguo jefazo del centro de espías británico llamado Circus, víctima del siniestro topo soviético Bill Haydon, pies planos, viejo, cornudo, frágil, introvertido, solitario, desconfiado, victoriano decepcionado, miope, triste, apacible y endiabladamente sagaz; creado por-el honorable ex espía y urdidor en activo de laberintos lógicos John le Carré, no entiende de balística -"No es mi fuerte, Fawnie, lo siento"-, ni falta que le hace. Entiende sólo de hombres y en especial de hombres; débiles; como su dios creador, es catedrático en laberintos, y sobre todo, domina la dificil asignatura del escurridizo diablo tarántula Karla, su réplica sin rostro en los servicios de espionaje soviéticos.Smiley es un personajean a la medida de Alec Guinnes, que este gran actor lo borda literalmente. Quien quiera y sepa degustar la belleza que puede alcanzar el frágil arte de la interpretación, es posible que deje escapar algún ¡oh! involuntario ante alguno de los giros -perfectos en su ajuste con la retentiva del espectador, insuperables en tempo y en oportunidad- de la inabarcable mirada de Guinnes, o ante alguno de los flecos de apabullante brillantez que se descuelgan inesperadamente de la sobriedad del gesto de este príncipe de la inmovilidad.

Los hombres de Smiley se emite hoy -el tercer capítulo- a las 22

05 horas por la primera cadena.

Es una gloria, para quien ame los signos que puede depositar un actor de este talento en nuestros ojos, seguir los lentos y algebraicos pasos de Smiley-Guinnes mientras tiende su irónica trampa de araña contra Karlamosca. Le ennoblece a uno detenerse como un bobo sin lógica en una acera y sonreír hacia dentro porque acaba de descifrar el sentido de un pequeño repliegue de las cejas de Guinnes: nuestra memoria viva se hace museo de la más bella gramática del cuerpo humano.

Jugada de ajedrez mental

Lo siento por los espectadores que se hayan perdido los dos primeros capítulos de la serie británica Los hombres de Smiley, emitidos los dos últirnos lunes, porque son indispensables para se a seguir caminando hoy en el tercer capítulo de esta apasionante jugada de ajedrez mental de John le Carré. Los profesionales británicos de la televisión tienen suficiente tradición y escuela a sus espaldas -comenzando por la herencia de Hitchcock, profeta en su tierra- para poner en imágenes estas complicadísimas tramas, convincentes porque carecen por completo de aparatosidad y porque discurren sobre pequeños - a veces casi imperceptibles- datos visuales que hay que guardar en la memoria para no extraviarse en la selva de indicios sobre la que discurren. La serie es redonda, al menos hasta ahora.

El asesinato del viejo espía Gregory-Curd Jurgens -"Era sólo un hombre con una obsesión. Como tú una vez, George"-, cuyas entretelas se les escapar a los nuevos y obtusos burócratas del Circus, obligan a éstos a llamar a consulta al jubilado George Smiley. Éste oye, husmea, calla, se orienta suavemente en la nebulosa y comienza a actuar por su cuenta, perseguido sólo por su propio silencio. Tira Smiley de hilos invisibles, saca de ellos la hebra que desteje poco a poco la maraña y comienza a hacerse gota a gota la luz: algo grave hay detrás de ese asesinato a destiempo.

Tan grave, así como suena, corno la posibilidad de poner una argolla en las mismísimas narices de Karla y traerle como un corderito a Occidente para que cante los secretos del Centro de Moscú como un jilguero ucraniano. Es el umbral del gran desquite: la traición de Haydon puede ser compensada con creces. Está allí, casi a mano; el viejo podenco Smiley la olfatea, y su cerebro comienza a segregar lianas de captura de moscas humanas.

Una serie apasionante

La apasionante serie va a seguir dos o tres semanas más. Recomiendo a quienes no la han seguido desde el principio que se abstengan de comenzar ahora a verla, porque, por mucho que indaguen en sus imágenes, éstas no son cotilleables, y aunque se las cuenten, quedarán siempre insatisfechos.

Pero quienes las atendieron desde el principio, que apuren el vaso, porque tras acumular hebras de información, Smiley se dispone a tejer con ellas el mismo inextricable tinglado con que Karla le maniató a él en El topo, pero visto del revés, desde el otro lado del espejo, desde el otro lado del cerebro.

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