El extraño viaje de José Mármol
El operario de la central nuclear de Almaraz que dio muerte presuntamente a su mujer y a sus tres hijos era un ex sargento comprometido con la UMD que desertó a Francia antes de ser detenido en la Argentina de Videla
José Mármol Andrade, de 33 años, asesinó presuntamente a su mujer, Petra Lajo Montero, de 29 años, el día 11 de mayo pasado en un pueblo de Lérida, adonde la llevó engañada, asegurándole que su madre se encontraba grave. A continuación, mintiendo también a su familia y sin dar ninguna señal de vida, estuvo con sus tres hijos aparentemente de vacaciones por Andalucía durante 10 días. El 22 de mayo les dio muerte, según propia confesión, en un apartamento de la costa granadina, en La Rábita, y él intentó suicidarse. Un reportero de EL PAÍS ha reconstruido minuciosamente el suceso y la personalidad del supuesto parricida.
Cuando el día 11 de mayo José Mármol salió de su casa de Navalmoral de la Mata (Cáceres) por última vez, antes de emprender el extraño viaje que le condujo, 11 días después, en coma profundo, a la cama número 9 de la UVI del Hospital Clínico de Granada, se llevaba consigo, además de su esposa, un pasado de seminarista, sargento paracaidista, desertor del Ejército, refugiado en Francia, Alemania Oriental e Italia, prisionero en la Argentina del general Jorge Videla, repatriado, taxista y reparador de electrodomésticos en Madrid, pequeño empresario y operador de planta en la central nuclear de Almaraz.Frío como una hoja de afeitar, nada en su conducta de los días y semanas anteriores, a juzgar por los testimonios de sus amigos y vecinos, hizo presagiar la tragedia, a pesar de que un año antes un sacerdote le disuadió de su idea de suicidarse y de que amigos y vecinos observaron en él algunas reacciones extrañas. La vida de José Mármol había sido hasta entonces una sucesión de ciclos, casi todos terminados en fracasos, desde que a los cuatro años se encontró una mañana con el cadáver de su padre, que había determinado suicidarse.
José Mármol era una persona retraída, independiente y volcada exclusivamente hacia su trabajo y su familia. Nunca se le vio participar de la vida alegre del pequeño Baden Baden en que la prosperidad económica que rodeó la construcción de la nuclear de Almaraz convirtió a una de las zonas tradi
cionalmente más castas del país. Rara vez en seis años fue visto, solo o junto con amigos o compañeros, en alguno de los muchos bares, hoteles o discotecas para una población como la de Navalmoral, de 13.215 habitantes.Probablemente, en un hombre su sensibilidad, el estigma de la falta de padre en que se desarrolló su infancia había provocado en la conducta hacia sus hijos un exceso de amor, especialmente hacia la mayor, Eva, de ocho años, cuyo nombre puso a la tienda de ropa que abrió en Almaraz hace dos años y que tuvo que cerrar hace uno por la ruina económica que le produjo y de la que ya no llegó a levantar cabeza. El día en que decidió acabar con todo tenía un descubierto bancario de 316.727 pesetas, esto es: 239.484 en el Banco Hispano Americano de Navalmoral, 13.849 en el Banco de Vizcaya y 63.394 en el Banco Español de Crédito.
Cuando José Mármol decidió suspender sus estudios como seminarista, ingresó voluntario en el servicio militar, en la Brigada Paracaidista, para evitar gravar la economía familiar -madre y un hermano-. Había conocido en Madrid a Petra, y, para casarse, optó por reengancharse en la milicia, ante la falta de otras opciones. Estaba destinado en Tenerife y había alcanzado el grado de sargento cuando sus contactos con la Unión Militar Democrática le llevaron a desertar en 1977, para evitar ser detenido, y, con dinero prestado por un familiar, huyó a Francia con su mujer e hija, entonces de un año, donde solicitó y no obtuvo la carta de refugiado político.
Taxista y reparador de electrodomésticos
De Francia pasó a Italia, donde obtuvo un contrato con una importante empresa automovilística para trabajar en Buenos Aires, pero a poco de llegar a la capital argentina fueron detenidos durante unos días y devueltos a Italia. Desde Roma fueron repatriados a España, y, una vez hubo renunciado a su condición de militar, se empleó como taxista y como reparador de electrodomésticos. Fue una época difícil, pero duró poco tiempo, porque en junio de 1978 consiguió entrar en la plantilla de la central nuclear gracias a su concuñado Juan Adrada -directivo de la misma-, marido de la hermana de su mujer, Petra.
Consiguieron un piso, gratuito, en el poblado para trabajadores de la empresa, al otro lado de la carretera general Madrid-Cáceres, donde se ubica la central. El sueldo suficiente y la condición de clase social pudiente en Navalmoral estabilizaron nuevamente la vida de la familia, y durante cuatro años los únicos problemas que tuvieron se relacionaron con la salud de los dos hijos que nacieron en ese tiempo: Susana y José Daniel, de cuatro y tres años. Susana nació con dificultades respiratorias que obligaron a los padres a frecuentes viajes a Talavera y Madrid. El niño estuvo a punto de morir al nacer y la vida de la madre corrió también peligro.
Nuevamente parecían superadas las dificultades, pero hace algo más de dos años, José Mármol sufrió un accidente cuando se encontraba trabajando en la central. Fue un caso de mala suerte: tropezó en unos escalones y se propinó un fuerte golpe en la cabeza que le ocasionó la parálisis parcial de la espalda y las piernas. Más de un año duró su recuperación en la clínica Los Nardos, de Madrid. Sin embargo, además de una cojera desigual, le quedó una importante secuela: frecuentemente sufría desmayos repentinos, especialmente al principio, lo que no impidió que se le diera el alta médica y volviese a trabajar en la central Inicialmente fue destinado a oficinas y tan sólo hace unos meses retornó al trabajo de operador, esta vez en el departamento de produc ción, donde consiguió, pese a todo, ascender una categoría. Si José Mármol había sido retraído, independiente y poco sociable, se convirtió, según el sacerdote Vicente Hernández, párroco y biógrafo oficial de Almaraz, en un ser completamente amargado. "Yo le quité la idea del suicidio en una ocasión. No sobrellevaba la idea de ser casi un inválido, la de saber con seguridad que no podría volver a ser el mismo", afirma el cura, con quien mantenía una estrecha relación a pesar de que nunca pisaba la iglesia. Para entonces ya había fracasado con la tienda de ropa infantil y mercería que había instalado en Almaraz y se había encerrado en sus hijos y en los libros y en las colecciones de fascículos técnicos que encargaba en el quiosco de Almaraz. Los últimos que coleccionó fueron una enciclopedia del automóvil y otra de decoración, además de la obra Conocer España.
Su propia amargura empezó a ser proyectada en su familia. La relación con su mujer comenzó a ser, en cierto modo, de explotación de su estado físico. Petra, según una amiga de ésta, pasó a ser el ejemplo viviente del sufrimiento. "Su marido tenía reacciones extrañas, como, por ejemplo, cojear cuando estaba ante su mujer y sus hijos y andar relativamente bien cuando creía que no le veía nadie", comenta una de las mejores amigas de Petra.
Permiso para visitar a su madre, enferma
Nada hacía presagiar la desgracia cuando el jueves día 10 de mayo José Mármol pidió permiso oficial a su jefe inmediato para trasladarse a Barcelona con el fin
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de visitar a su madre, que, según dijo, estaba gravemente enferma. No obstante, nada le comunicó a su esposa, pues Petra llevó a las niñas al colegio, como hacía cada mañana, en su Talbot Horizon matrícula de Cáceres 1681-E, y, en cambio, José acudió a recogerlas una hora después, con la explicación de que iban a emprender un viaje a Barcelona. Debió de ser en el curso de esa mañana cuando ambos esposos se pusieron de acuerdo para visitar a la madre del operador y dejar a Eva con sus tíos en Navalmoral y a los dos pequeños en casa de los padres de Petra en Madrid.
Antes de iniciar el viaje, José Mármol obtuvo 25.000 pesetas en el Banco Hispano Americano de Navalmoral, gracias al talón de caja número 9.655, y a pesar de que tenía números rojos por valor de 188.964 y de que le había sido cargado en su cuenta, número 1.570/7, el talón de compensación 3.892, por valor de 54.400 pesetas (que sería anulado el día 15), y un recibo de la tarjeta de crédito Visa de 25.520 pesetas, lo que arrojaba en conjunto un saldo deudor de 289.884 pesetas.
José, Petra y los dos pequeños almorzaron en la casa de los Lajo -en el barrio de Retiro-, y los dos primeros prosiguieron viaje hacia Hospitalet. A partir de ese momento comienza el extraño viaje por más de media España, que terminaría en el pueblo costero granadino de La Rábita, sin que puedan determinarse los motivos que llevaron a Mármol a actuar de una manera tan desequilibrada.
De cualquier modo, se da por descontado que, según confesión propia, asesinó a su mujer esa misma tarde, ya que por la noche pernoctó solo en un pequeño hotel de la provincia de Castellón, en la costa, y que al día siguiente viajó directamente a Navalmoral de la Mata, pasando por Tembleque, ya que en esta ciudad obtuvo dinero con una tarjeta de crédito. Petra Lajo recibió un fuerte golpe en el cráneo -que le causó la muerte y le dejó desfigurado el rostro- y no menos de siete puñaladas en distintas partes del cuerpo. Supuestamente, Mármol desnudó el cadáver por completo, con la excepción de una cadena de oro. Era el primer síntoma de que quería ganar tiempo, con el fin de que, en caso de que alguien encontrase su cadáver -que dejó escondido en un campo de cebada junto al pueblo leridano de l'Albi-, tardase algún tiempo en ser identificado y le diera tiempo a actuar.
Una vez en el pueblo, comunicó a su cuñada María del Carmen que se llevaría a Eva a Barcelona, ya que el último deseo de su madre, de la que dijo estaba siendo cuidada por Petra, era ver a sus nietos. A la señora Adrada le extrañó que José rechazase una maleta con ropa para la niña. La misma justificación dio en casa de sus suegros cuando fue a recoger a los otros dos niños.
El segundo indicio de ganar tiempo fue una llamada telefónica que recibió María del Carmen Lajo, supuestamente desde l'Hospitalet, en la que Mármol le comunicaba escuetamente que su madre había muerto. Era el día 13. El comportamiento de su cuñado y la falta de noticias de Petra extrañaron a aquélla lo suficiente como para telefonear a casa de la señora Andrade, con tal suerte que fue la supuesta difunta la que respondió a la llamada.
Mientras tanto, la pista del padre y de los tres niños se volvió a encontrar en el hotel Alcázar de Sevilla, de tres estrellas, donde pernoctaron las noches de los días 13 y 14. En dicho hotel no recuerdan nada extraño. Los cuatro durmieron en una misma habitación, y la Guardia Civil, que sigue el caso, no ha podido reconstruir otros detalles de su estancia en la ciudad del Guadalquivir. El día 15 viajó con los niños a Málaga, según se desprende de la fotografía que les fue tomada en el parque de atracciones Tívoli, de Benalmádena, donde el presunto asesino dejó escrito, a dos colores, su testamento. Se desplazaron también a Marbella ese día, como si José Mármol hubiera querido ofrecer unas vacaciones a sus hijos antes de quitarles la vida, siempre según su confesión.
Un macabro testamento
Nuevamente los investigadores perdieron el rastro de la familia hasta que el día 18 sufrieron un accidente de cierta consideración en el kilómetro 104 de la carretera 334, cerca de Écija. Sin embargo, cuando la Guardia Civil acudió encontraron solamente al padre, ya que los tres pequeños habían sido trasladados a un centro sanitario cercano, donde fueron asistidos de contusiones sin importancia. Mármol alquiló un Talbot Horizon similar al suyo, matrícula de Sevilla 8425-AC, y prosiguió viaje. El día 19 alquiló igualmente el apartamento de La Rábita.
El domingo día 20 fueron vistos por última vez. Ese día Mármol hizo algo que le hubiera extrañado mucho a la quiosquera de Almaraz (donde durante seis años compró los fascículos citados y, únicamente cada sábado, el diario EL PAÍS, pues le interesaba el magazine en color, que se distribuye ese día de la semana en Cáceres): compró El Caso, un semanario especializado en sucesos, probablemente con la esperanza de leer algo sobre la muerte de su esposa. El lunes ya no salió de su apartamento. Esa noche fue cuando Mármol dio muerte, a sus hijos, después de cenar, a la vista de que se hallaron restos de comida, entre ellos de un batido de chocalate, en los estómagos de los pequeños. El presunto parricida inyectó dos ampollas de Tranxilium 50 a cada niño, dosis mortales de necesidad, a la vista de que se encontró en el apartamento una caja del citado rnedicamento con seis ampollas vacías y de que en el cuerpo de José Mármol no se apreció ningún pinchazo cuando fue ingresado en el hospital de Granada.
Con una frialdad espeluznante, esperó a comprobar la muerte de sus hijos. Durante los 11 días de vacaciones, probablemente Mármol recordó su infancia de niño sin padre, y después de sopesarlo mucho tuvo un exceso de amor paterno: mejor no dejarlos solos en el mundo. Entonces, con sus tres hijos acostados en la misma cama, muertos, tapados hasta media cintura con una manta, empezó a escribir su macabro testamento, probablemente para aparentar una especie de crimen ritual, justamente en los márgenes de la fotografia que se habían hecho en Benalmádena: "No hay futuro. El mundo acabará pronto. Yo mismo me he condenado. No quiero que digáis que estoy loco; sólo que pienso diferente. A todos los que nos quieren, perdón. Y si a alguien hemos hecho daño, perdón. Estamos de acuerdo los dos en que esto era lo mejor. Lo he hecho porque los quiero. Perdón para nosotros. El cuerpo de mi mujer está en Albi, en salida autopista. Ella me pidió que lo hiciera, y no ha sufrido...".
El breve texto apuntaba también el teléfono de sus familiares en Navalmoral de la Mata y la persona (no identificada) a la que dejaba sus escasos bienes. Pasó aún algunas horas a solas con los cadáveres de sus hijos. Después acudió a la cocina, apartó la bombona de gas butano, la llevó a la misma habitación, se acostó en una segunda cama, se aplicó la goma a la boca y abrió la espita. La bombona no estaba llena y no fue capaz de desplazar todo el oxígeno de la habitación. Fue trasladado urgentemente al Hospital Clínico, donde los médicos le apreciaron edema cerebral (agua en el cerebro), insuficiencia respiratoria grave y un fuerte shock. La cautela y parquedad de los médicos que le atienden impiden un pronóstico.
Cuando Carmen Andrade, madre de José Mármol, acudió al hospital para interesarse por su hijo señaló que hubiese sido mejor su muerte, pues de otro modo volverá a intentar el suicidio en cuanto tenga conciencia. Mármol no supo que el cuerpo de su mujer, extraordinariamente delgada -42 kilos, 1,60 metros de estatura-, fue encontrado por el agricultor Valentín Cornet el mismo día en que sus tres hijos eran enterrados en el cementerio de Carabanchel, en Madrid.
El pequeño José Daniel, en una cajita blanca.
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