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ACTIVOS FINANCIEROS

Una rentabilidad poco corriente

Los bonos eléctricos ofrecen en estos momentos los rendimientos más altos

Corría el verano de 1982 cuando varios responsables de PAS, una sociedad intermediaria, discutían sobre la posibilidad de encontrar una alternativa a las obligaciones (títulos amortizables a cinco o más años) emitidas por las compañías eléctricas, y que en aquellos momentos topaban con dificultades de colocación. Había que rebajar ese plazo para que los inversores no temieran colocar sus ahorros en unos títulos cuya rentabilidad podía ser comida por una inflación a pleno galope y con incógnita tendencia a largo plazo. Así, como recuerda Carlos García Sebastián, adjunto a la dirección general de la sociedad, surgió la idea que habría de convertirse en la más rentable de la actual oferta de activos financieros: los bonos eléctricos.Los bonos eléctricos, a los que alguien propuso llamar en un principio bono-vatios, comenzaron con una primera emisión a cargo de la Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana (ENHER), que vio la luz en septiembre de 1982 de la mano de PAS. Aquella primera experiencia fue coronada por el éxito, y tres meses más tarde otra de las grandes compañías eléctricas, Fuerzas Eléctricas del Noroeste (Fenosa), continuó ensanchando esta nueva senda.

El éxito de los bonos eléctricos se aseguró, fundamentalmente, debido a que gozan de una doble desgravación: el 15% en la cuota por inversiones, al igual que todos los títulos con cotización calificada y además una bonificación del 95% sobre las retenciones a cuenta en los impuestos sobre la renta de las personas físicas y sobre sociedades, de forma que los intereses brutos son objeto de una retención en la fuente del 1,2% solamente.

Además los inversores sujetos con carácter general a los impuestos sobre sociedades o sobre la renta de las personas físicas pueden deducir de las cuotas correspondientes la cantidad que se habría retenido de no existir la bonificación citada, lo que supone el 24% de los intereses brutos satisfechos con el límite de estas cuotas. También gozan de una reducción en la base imponible del 95% en el impuesto sobre transmisiones patrimoniales.

Todo ello sitúa su rentabilidad real entre un 21% o 24% -siempre que la situación personal del inversor le permita gozar al ciento por ciento de estas desgravaciones- si mantiene los títulos en su poder hasta que finalice el tercer año. Esto convierte a los bonos eléctricos, junto con las obligaciones de las empresas industriales en el activo más rentable de la actual oferta.

Jugar con la inflación

Al mismo tiempo, el plazo de amortización es relativamente corto: tres años, con la opción de ampliar hasta un cuarto, quinto o sexto año, en cuyo caso, y en algunas ocasiones, reciben primas de amortización que oscilan en torno al 1 % y 4%. Que la rentabilidad interna descienda con el paso de los años (véase cuadro) no debe ser un síntoma de desánimo, ya que las tasas de la inflación, si se cumplen los planes gubernamentales de reducir el índice de precios, permitirán alcanzar diferenciales crecientes.Los títulos, que no están avalados ni garantizados por el Estado ni por entidades financieras, por lo que su seguridad depende de la solvencia de la compañía emisora, pueden adquirirse en bancos, cajas de ahorro o en cualquier intermediario financiero durante el plazo de emisión, y por lo general se emiten a la par (es decir, por el valor que figura en cada uno de los bonos), libres de gastos para el suscriptor y desembolso total en el momento de la compra.

El reembolso, por su parte, también se suele realizar a la par, libre de gastos e impuestos cuando se cumple el plazo de amortización elegido, que debe ser comunicado por escrito a la entidad emisora un mes antes del vencimiento.

Para este año ya han salido, al mercado las emisiones de Endesa y de Hidruña (véase cuadro adjunto) y se ha anunciado otra emisión de ENHER (del 7 al 30 de junio) por valor de 7.500 millones de pesetas (ampliable a 12.000), al 13,5% de interés los tres primeros años y aumento del 0,25% durante cada uno de los otros tres restantes para aquellos inversores que retrasen opcionalmente la amortización.

Sin embargo, algunas compañías consideran que este tipo de emisiones supone una financiación relativamente cara y que el corto plazo no es el más aconsejable para financiar programas de inversión estructural, que demandan una financiación a largo. Por ello son renuentes a volver a este tipo tipo de emisiones. Este es el caso de Hidroeléctrica Española (Hidrola), que este año aún no ha salido al mercado, aunque no descarta la posibilidad de lanzar una emisión durante el último trimestre.

El talón de Aquiles de estos títulos es no haber desarrollado suficientemente un mercado secundario activo, al que las compañías acuden tardíamente. En la Bolsa de Madrid, por ejemplo, sólo se han admitido a cotización cuatro emisiones. De la primera emisión de ENHER (de noviembre de 1982) sólo se han negociado 1.627 títulos en 1933 y 2.750 títulos en 1984; Hidrola (de noviembre de 1983 y admitida el pasado 22 de mayo) aún no ha registrado movimiento; Sevillana (de noviembre de 1983 y admitida el pasado día 23) tampoco ha registrado contratación, y Unión-Fenosa (de diciembre de 1982) registró una contratación de 350 títulos en 1983 y de 1.984 en 1984. Todo ello confiere a estos títulos una liquidez muy limitada.

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