Rafael Mendizábal
El presidente de la Audiencia Nacional hace sonetos entre vista y vista
"Bien mirado, es que no tengo defectos". Si se parte de la base de que Rafael Mendizábal cumplirá 57 años el próximo 10 de agosto, cabría calcular que no tiene abuela. Pero, con antepasados o no -y éstos sí los tiene, entre ellos Francisco de Quevedo-, el presidente de la Audiencia Nacional es un hombre polifacético, que lo mismo se ocupa de los miembros de ETA, todos los cuales pasan por sus manos -"bueno, todos los que coge la policía"-, que compone poemas, especialmente sonetos. Hace poco sorprendió a un grupo de amigos que le hacía chanzas diciéndoles que "es notoria impertinencia, rayana en el desacato, menospreciar sin recato a un presidente de Audiencia". Pero cuando se le dice que si le sugieren así alguna poesía especial Gregorio Peces-Barba o el fiscal general del Estado, por ejemplo, responde que "en este momento no se me ocurre nada sobre ellos". Eso sí, "si me impresionaran con una actuación, saldría el poema".
Y es que los poemas le salen a bote pronto y en cualquier momento, según ratifica su secretaria, Paloma, presente y pendiente durante toda la entrevista. Y aunque le inspira especialmente la mujer, porque piensa que "es una de las partes más importantes de la vida y hablar con ellas es muy interesante, corno lo es el punto de vista femenino", también es capaz de versificar pensando en el Doncel de Sigüenza, la catedral de Toledo o el embajador en Guinea.Cuando se le pregunta por su capacidad amatoria, Rafael Mendizábal dice que la tiene "en perfecto estado de conservación". Y añade que "me queda todavía capacidad de ilusión y no pienso jubilarme de la vida hasta que me muera. En otros aspectos sería presuntuoso que yo hablara. Quien tiene que decirlo es el público".
- ¿Un público numeroso?
- Tengo tanto trabajo y tan poco tiempo que no puedo ni ejercer de Don Juan, aparte de que debe de ser una profesión aburrida.
Hay tres viajes que marcan la vida del presidente de la Audiencia Nacional, además de México: Guinea, Brasil y Cuba, porque Mendizábal se considera marchoso y le gusta el ritmo, el componente africano, el paisaje. Conoció Brasil cuando iba a Ecuador a dar una conferencia y se le ocurrió bajarse del avión en Río. Salió enamorado, dice él, de la geografía, el clima, la vivacidad de la gente, el candomblé y la macumba. Cuenta que, acodado y solo en el Pan de Azúcar, viendo anochecer, se le hizo un nudo en la garganta, y esto sólo le ocurre escuchando la Novena Sinfonía o viendo Muerte en Venecia, como al vicepresidente del Gobierno. A Guinea fue de asesor de Macías, enviado por el Gobierno español para la descolonización, y, descubrió el África negra.
Rafael Mendizábal ha recorrido en su vida distancias como la que va de procurador en Cortes con Franco y subsecretario de Educación y Justicia, con Villar Palasí y Landelino Lavilla, respectivamente, a presidente de la Audiencia Nacional. El escaño franquista no es para él un pecadillo de juventud, porque dice que "estaba en el grupo parlamentario independiente, con Cercós, Esperabé y muchos de los que luego intervinieron en la transición, y nos consideraban como subversivos".
Eran, sin duda otros tiempos. Como distintos eran, también, aquéllos en los que, siendo juez en un pueblo de Castilla, los jueces de paz le besaban la mano cuando les daba posesión del cargo. "El pueblo había sido señorío eclesiástico y, claro, me trataban como a un obispo". Ya no vive tanto como un cura. "Aparte de jugar a ser poeta, lo que soy es juez y jurista. La función jurídica y el derecho tienen una gran poesía, aunque a la gente les parezcan áridos".
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