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Isabel Tortajada

Cada domingo, desde hace 30 años, estrena una obra distinta en el teatro Talía de Valencia.

Isabel Tortajada estrena cada domingo, desde 1954, una obra distinta en el escenario del Teatro Talía de Valencia. Entre las candilejas de este recinto todo tiene años. Ese color especial del paso del tiempo incrustado en los objetos y la decoración. De todos modos, para esta actriz, y también locutora de Radio Nacional de España, el estreno dominical, según dice, parece siempre el primero.

De edad que no confiesa, perroo a pocos años del listón de la jubilación, Isabel despierta a los oyentes de RNE con las temperaturas. Ese madrugón de las seis y media de la mañana imprime un empuje al resto del día. Más de 2.000 piezas teatrales diferentes bullen en su cabeza y se entrecruzan. Es un público fiel, de abonados, el que la obliga a un permanente cambio de textos y del que ella dice que "le va el clásico y que no le repitan títulos con mucha frecuencia". De su primera época, 1954, "quedan sólo dos señoras. Venían entonces y siguen viniendo ahora".La pieza que está ensayando, "El canto de la cigarra" de Alfonso Paso, la representó por primera vez en una fecha que no recuerda, tal vez hace 20 años. Cuando la compañía revive alguna de esas 2.000 piezas, aplica un aire actual al montaje, "porque ya no nos acordamos de cómo la hicimos entonces".

Ese dilatado tiempo del Teatro Talía, propiedad de la sociedad Casa de los Obreros de San Vicente Ferrer y situado en la calle Caballeros, en el centro histórico de la ciudad, lo destilan los decorados. "Conforme se han ido muriendo los pintores, hemos comprado los decorados y guardamos un surtido. Si no, no tendríamos para cada semana", reconoce Isabel. "Estudiamos como enanos. Trabajamos con apuntador, porque no podemos permitirnos el lujo de no tenerlo". El lunes, la compañia -son veinte actores en total- lee la obra; de martes a sábado, ensaya y el domingo, a las 16:15 y 19:00 horas, estrena. Así cada semana. "En verano", afirma, "el director y yo leemos 100 obras cada uno para seleccionar las 45 o 50 de la temporada".

El maratón teatral tiene en esta actriz otra faceta. En el mismo teatro, dirige una escuela en la que es la única profesora de fonética, gestos, mimo, expresión corporal, historias del teatro y del traje, maquillaje, interpretación e improvisación. Antes, convalidó su pasión teatral en la Escuela de Arte Dramático, porque cuando presidía el sindicato vertical del espectáculo había luchado contra el intrusismo. "Fuí autodidacta. No estudié en ninguna parte, pero me planteé que no podía dar clase si no tenía un título. Me daba mucha vergüenza, porque todos eran jóvenes.

"Me gusta representarlo todo. Aunque sea malo, siempre hay una escena, un pasaje que está bien", confiesa, aunque no oculta sus preferencias. "El papel trágico me encanta, me encuentro muy en mi centro. Lo paso muy mal, porque lo vivo mucho. Pero aquí lo hacemos todo, trágicos, normales, de costumbre, de capa y espada, de lo que sea". Una vez, allá por el comienzo, se metió tanto en el papel de una madre -escrito por el italiano Giovanni Cenzatto- que no quiere perder a su hijo, que perdió el conocimiento en escena. "El hijo parecía que era mío".

La historia de esta aventura escénica empezó por casualidad. Isabel leía teatro dramático en la emisora y la fichó un director de entonces. Tras las pruebas, vino la oferta y el compromiso. "Yo pienso que no me debo retirar. Le quitaría algo a este teatro. Que sea el teatro quien me quite a mí. Que deciden tranformarlo en un cine o un garaje, pues yo me voy. Quiero morirme en el escenario".

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