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Pedro Olmos Blanco, maestro pocero

El competidor de José María Cuevas para la presidencia de la CEOE

Es uno de los 80 maestros poceros que aún quedan en Madrid. En su empresa trabajan doce personas, y el oficial le pregunta que "¿cómo se ha metido usted en esto, jefe?". Esto es que Pedro Olmos Blanco, nacido en Requena (Valencia) hace 47 años, casado y con dos hijos, decidió un buen día presentarse, por libre, a la presidencia de la CEOE, como sucesor de Carlos Ferrer Salat y en rivalidad con el candidato oficial, José María Cuevas. No tiene apoyos fuertes, salvo los que pueden representar esas llamadas de pequeños empresarios que le alientan para que continúe -"ánimo, Pedro"-. Es un francotirador, y, como los francotiradores, sabe que él no ganará la guerra.

Desde que tomó la decisión de presentarse como candidato a la presidencia de la CEOE ha adelgazado cuatro kilos y duerme sobresaltado. Está un poco asustado y habla nervioso, con la voz permanentemente afónica. Salta de un tema a otro y repite como una constante que su decisión responde a la necesidad de demostrar su repulsa a la forma en que se ha presentado la candidatura de José María Cuevas.Nació en Requena (Valencia), en 1937, y, cuando tenía dos años, su madre se vino andando hasta Madrid para reunirse con el resto de la familia. Una familia numerosa -siete hermanos, de los que viven cinco-. Su padre era pocero. Y Pedro Olmos recuerda aquellos años de dura posguerra, de hambre, cuando él alquilaba tebeos en las escaleras del cine Europa y se subía en las jardineras de los tranvías, hazaña esta última que le ha dejado un recuerdo indeleble en forma de cicatriz en la oreja izquierda. Y recuerda los apuros del padre para sacar adelante a la familia, y el pan con aceite y azúcar -"azúcar, cuando había"-, y los partidos del Atlético de Aviación, y las veladas de lucha libre.

Con doce años ya ayudaba en la mina, la galería que hacen para construir los colectores, a retirar la tierra que sus hermanos picaban. A los 14, era oficial de segunda y a los 18, oficial de primera, y colocaba ladrillos en las galerías y colectores de Madrid. Un día decidió establecerse por su cuenta, se fue de casa y montó su propia empresa de pocería, que, tras mil avatares, continúa hasta hoy.

Así que su educación es, sobre todo, callejera, y sus recuerdos del colegio, muy escasos. Compañeros suyos dicen que en alguna asamblea ha repetido lo de "yo, que soy un empresario que no ha pasado del catón". Y cuentan que Pedro sabe que no va a salir elegido, que incluso va a tener serias dificultades para conseguir los 20 votos de confederaciones que necesita para que su candidatura sea aceptada oficialmente.

Pero ahí está. Un maestro pocero, presidente del gremio de pocería, que a los 19 años confesó a la madre superiora de las Siervas de María "que yo soy católico, pero estoy sin bautizar", enfrentándose en solitario a todo el aparato de la gran patronal española. "Lo hago porque no estoy de acuerdo en cómo se ha presentado a Cuevas. Y que conste que creo que Cuevas es un buen secretario general, pero no es empresario. Y no puede ser presidente de los empresarios. Porque ¿qué diría usted si el presidente del PSOE fuera un empresario? Pues igual".

Su programa electoral es claro. Repite que él quiere que "se recupere el espíritu empresarial. Sin políticas. Obreros y empresarios tienen que trabajar juntos. Nosotros somos obreros-empresarios. Los trabajadores tienen que recuperar su confianza en nosotros. Tiene que haber empresarios, porque mi hijo mayor cuando le dije que siguiera la tradición familiar, me dijo que no merecía la pena". Jura que no hay nadie detrás de él. Que José Antonio Segurado le ha dicho que le apoya moralmente, pero que más no puede hacer. Y él sabe que va a tener pocos apoyos de otro tipo. Que sus posibilidades son remotas. "Pero me da lo mismo, es una cuestión moral".

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