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España sólo pudo jugar para mantener el equilibrio

Fernando Cabrita, seleccionador portugués que se atrevió incluso a acercarse a Luxemburgo para ver el trascendental Luxemburgo-España, comentó al término del encuentro que "este partido no puede servir de referencia de lo que es capaz de hacer la selección española en Francia". Menudo consuelo. "Lo que sí debo destacar es que me ha parecido un bloque homogéneo en el que no brilla una línea más que otra". Desde luego, todos estuvieron grises (blancos), voluntariosos, pero ineficaces, luchadores, pero poco efectivos. Fue un partido que, desde luego, no sirvió absolutamente de nada, ya que los seleccionados ni siquiera pudieron mantener un programa de preparación adecuada. El martes, porque se vieron obligados a preparse en un palacio de deportes, y ayer, porque el campo nevado impedía desarrollar cualquier tipo de fútbol.Al intensísimo frío, hubo que añadir el pésimo estado del terreno, que fue empeorando a medida que transcurrían los minutos. Los españoles, que habrán jugado una o dos veces así en su vida, se limitaron a controlar el balón como pudieron, a ceder al compañero más libre y a mantenerse en pie.

Frente a ellos, Luxemburgo desarrolló un juego más acorde con sus costumbres y posibilidades. Se dejaron dominar, buscaron el contragolpe con pases largos y aprovecharon las habilidades de sus mejores hombres, Langers y Reiter, para intentar dar la sorpresa, cosa que estuvieron a punto de lograr en diversas ocasiones durante el primer tiempo, cuando Urkiaga despejó un balón que iba a rematar a bocajarro Reiter o cuando un tiro cruzado de Malget pasó lamiendo el poste derecho de Arconada. Entre tanto, Francisco las pasaba moradas en el centro del campo y rompía con sus desaciertos cualquier maniobra del ataque español. "Es la primera vez que piso la nieve en mi vida y ha tenido que ser sobre un campo de fútbol", comentó el sevillista, sobre el que Miguel Muñoz parece tener puestas grandes esperanzas.

La verdad es que la ingenuidad ante puerta de los luxemburgueses y su lentitud en el contragolpe -que siempre se iniciaba con un pase retrasado por temor a perder el balón- sirvieron para que ese solitario tanto de Maceda significase la victoria, en un partido en el que España tenía muy poco que ganar y mucho que perder. Y es que, como dijo Alvarez de Villar, preparador físico de la selección española, "el campo está para hacer patinaje artístico y no para jugar al fútbol".

La segunda parte fue, eso sí, más vistosa, más guerrera, al descubrir los luxemburgueses que podían dar la sorpresa y temer lo peor los españoles. La incorporación de Sarabia en el centro del campo permitió un mejor control del balón en los momentos difíciles, mientras Güerri se convertía en el apoyo de Víctor a la hora de aguantar las impetuosas arrancadas de los luxemburgueses, que intentaron desaforturidamente batir a Arconda, centrando balones desde las bandas, hábilmente despejadops por las dos torres españolas, Goikoetxea y Maceda, pletóricos en esa tarea.

Después de esta lucha desesperada sobre la nieve, la selección luxemburguesa saludó desde el centro del campo y fue clamorosamente despedida por los casi 2.000 espectadores. La guinda de este encuentro la puso, como muchas otras veces, el propio seleccionador Miguel Muñoz: "La ventaja de hoy es que no será necesario poner hielo a los golpes", dijo.

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