La Exposición Universal de 1992 en Sevilla
Una vez más el árbol no deja ver el bosque: creo que la airada polémica sobre la designación de comisario general oculta los verdaderos problemas de fondo.La regulación del Bureau International des Expositions (BIE), conforme al protocolo de noviembre de 1972, suscrito por España, establece el carácter de las exposiciones, cuyo objetivo fundamental es educar a las gentes y, si se pretende sea universal, ilustrar el progreso alcanzado por la humanidad, con lo que habitualmente los temas han estado inspirados en consideraciones filosóficas. Así, en Bruselas (1958) fue la situación de la humanidad con vistas a un mundo más humano; en Montreal (196 7), el hombre y su mundo, y en Osaka (1970), el progreso y la armonía de la humanidad.
Así, pues, una cosa son las ambiciosas, costosas, complejas y extensas exposiciones universales, y otra, las exposiciones internacionales, más modestas, o las ferias mundiales, ajenas al BIE y a sus determinaciones reglamentarias.
El Gobierno español, entonces de UCD, dio los primeros pasos, y el actual Gobierno socialista los ha proseguido libremente, sin corregir la dirección trazada. Hoy tenemos un reglamento específico, en cuyo preámbulo se hacen consideraciones sobre el papel de España y Sevilla en el nuevo mundo, sobre el intercambio cultural, científico y tecnológico, que tendrá lugar durante la exposición, permitiendo una estrecha vinculación entre Chicago y Sevilla, a manera de símbolo de las relaciones intercontinentales, lo que constituiría un ejemplo para un mundo cada día más unido por la nueva era de las comunicaciones.
Bajo el tema La era del descubrimiento, la Exposición Universal 1992 "examinará la inventiva de la humanidad para hacer frente a los retos y la dinámica de sus relaciones con sus semejantes, su ambiente, su existencia social, cultural y física, y el desarrollo del conocimiento", especificándose, en el citado reglamento, las coordenadas y contribuciones con que se afrontaría ese objetivo general.
Al amparo de estas consideraciones conviene recordar que en la oferta hecha por España en 1982 se preveían unos gastos específicos de 441 millones de dólares, a sufragar por el Estado, y que se suponía podrían recuperarse a través de alquileres, comisiones y concesiones (120 millones) y, fundamentalmente, mediante la venta de entradas a 30 millones de visitantes (300 millones).
Añadamos el dato de la superficie a ocupar por el recinto de la exposición: 215 hectáreas (Chicago, 233), mientras que en eventos anteriores fueron: Bruselas, 200; Montreal, 400, y Osaka, 330. Por su parte, la cifra de visitantes aproximada fue de 41,5 millones, 51 y 64, respectivamente.
Pues bien, al hilo de estas impresionantes cifras no creo que a nadie se le oculte la importancia de un acontecimiento de esta naturaleza, el impacto que sobre la economía nacional representa no sólo la financiación de la exposición en sí -cerca de los 10.000 millones de pesetas-, sino también todas las inversiones públicas colaterales que sobre Sevilla, su área metropolitana y Andalucía, en general, deben practicarse en infraestructura y servicios para hacer posible, además de presentable, el acontecimiento. Alguien ha avanzado una cifra de 500.000 millones a invertir hasta 1992.
Y aquí surge una primera y gravísima preocupación sobre si España y sus Gobiernos (el último de UCD, el actual y los dos, al menos, que se han de suceder hasta la fecha conmemorativa) tienen, han tenido o van a tener verdadera conciencia de la magnitud del tema, y tienen disposición y adoptan las decisiones económicas coherentes con el compromiso internacional adquirido. Por ejemplo, ¿qué partidas y qué cantidades se han incluido en los Presupuestos Generales del Estado para 1984 destinadas a la Exposición de 1992 en cuanto a sus necesidades colaterales?
Si en 1984 no hay programadas inversiones, entre 1985 y 1992 habrá que destinar más de 12.000 millones por año en la sede y cinco veces más en la ciudad y la región. ¿Hay conciencia de estas magnitudes? Si son otras, ¿cuáles son y cómo están programadas? ¿Se podrá abstraer este programa del Fondo de Compensación Interterritorial? Incluso mucha gente se pregunta: ¿Hay capacidad de gestión para afrontar el ingente volumen de proyectos y obras necesarios?
De similar magnitud es, en mi opinión, otro problema: el relativo al modelo físico de la exposición y a su impacto urbano y territorial. No. se olvide que Sevilla, con mucha diferencia, es la ciudad más pequeña de cuantas han sido destinadas a acoger una exposición universal. Sólo por eso la influencia del certamen crece enormemente, y tanto más cuanto vivimos en una prolongada situación de crisis que sólo los más optimistas anuncian podremos empezar a superar en 1992; en ese contexto debe entenderse a una ciudad deprimida como Sevilla, dentro de una región con fuertes débitos históricos (agravios es el término habitualmente utilizado), en el proceso de modernización de España.
Por eso creo que es necesario afrontar el compromiso con imaginación y con el horizonte fijamente puesto en Sevilla y Andalucía en 1993, pues más se juega con este acontecimiento, al poder y deber alcanzar objetivos de recuperación y progreso que han tenido negados, ya que en caso contrario arrastrarían inexorablemente al país a su misma desesperación.
Respeto al sistema municipal
Por el contrario, puesto que creo posible rectificar errores y hacer mejor las cosas, las administraciones socialistas, el Gobierno central, y a su través la sociedad estatal, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla, en sintonía con la sociedad toda, deben coordinar su visión de Estado comprendiendo que un Estado de las autonomías se afianza en el respeto del sistema municipal. Es decir, no sólo es que no debamos destrozar Sevilla, cosa que nadie se ha propuesto ahora, aunque ocurrió durante el franquismo, sino que hemos de restañar sus heridas y potenciarla erí su condición de capital de Andalucía y en su papel real y simbólico en el reequilibrio y la justicia nacionales.
Así, creo que nada impide estudiar una fórmula alternativa al modelo desarrollista de exposición universal, tipo Montreal u Osaka, en lo referente a su configuración urbanística, y que tan alegremente se esbozó para Sevilla en 1982 por la sociedad estatal.
El Informe Provisional de la Comisión Técnica Expo-92, creada en Julio de 1983 a iniciativa de la Junta de Andalucía, con el Ayuntamiento de Sevilla y la sociedad estatal para la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América, hace una crítica directa al modelo de concentración y se recomienda mirar con más atención la realidad urbana de Sevilla y se actúe en su casco histórico.
¿Por qué no se han sacado a debate público los contenidos de ese informe? ¿Por qué se suspendió sine die el seminario que en noviembre de 1983 iba a representar el mágico alumbramiento, en opinión de algunos políticos, de las grandes fórmulas para 1992?
Creo qué a la vista del Reglamento de la Exposición Universal Sevilla-Chicago 1992, nada impide salir del silencio al que la ciudad ha sido relegada sobre la primera y principal decisión urbanística sobre la exposición: su ubicación. El artículo 2 del reglamento se refiere a la exposición situada "al margen del río Guadalquivir". Nada más.
El Ayuntamiento de Sevilla -sus técnicos y sus políticos- puede estudiar y ofrecer una fórmula alternativa. Por mi condición profesional, y al amparo de mi experiencia como anterior concejal de Urbanismo de la ciudad, me permito sugerir, a manera de ejemplo, una solución lógica y siensata que considera también como recinto oficial destinado a la construcción de pabellones internacionales y algunas construcciones del promotor, el área del Plan Parcial Guadaira Sur, en la extensión sur de Sevilla.
De esta forma, el área de la Cartuja, cuya problemática dominical está aún pendiente de ser aclarada a la opinión pública, podría, como segundo recinto, acoger algunas edificaciones generales y recreativas salvaguardando su carácter de pulmón del casco antiguo; el río Guadalquivir, restaurado a su paso por Sevilla, sería el cordón umbilical de los dos sectores, y el conjunto de edificaciones monumentales aledañas al río, en la línea del proyecto puesto bajo los auspicios del Consejo de Europa, sería el primer eslabón de un ambicioso programa de rehabilitación de la histórica Sevilla.
Por consiguiente, la designación del comisario general ha de pasar por la comprensión de esos objetivos físicos que son los verdaderamente coherentes, al final del siglo XX, con lo que hemos de entender como la inventiva de la humanidad, la relación del hombre con sus semejantes, su ambiente, su existencia social, cultural y llísica, y el desarrollo del conocimiento, cuestiones que, como antes veíamos, constituyen las claves del tema de la exposición.
Ante todo, el comisario representa al Gobierno en todos los asuntos de la exposición; es, pues, un cargo político central, con vocación de continuidad pero nombrado por el Gobierno de la nación. A su cargo está, por otra parte, la responsabilidad de toda la exposición en su sede, es decir, dentro del recinto oficial, y sus misiones son gestoras, administrativo-económicas y disciplinarias. Es evidente que el perfil del comisario no es fácil de identificar a plena satisfacción de todos. A sus dotes de gestor y de fácil relación internacional se suman dos factores decisivos para la exposición: ha de ser muy sensible a los intereses de Andalucía y de Sevilla, y ha de tener la confianza del Gobierno en la obtención de determinados objetivos, entre los que se prima, según parece, contar con ciertas líneas de crédito financiero transnacionales.
Si no se actúa con una escala de valores bien templada, en la que ser eficaz no conlleve el abandono de la honradez y la justicia, desgraciadamente seremos muchos los que pasemos a pedir que se siga el camino de París: que Sevilla deje de ser sede de la Exposición Universal de 1992.
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