Porta y García
Nuestra memoria culta está llena de parejas inseparables: Dafnis y Cloe, Marco Antonio y Cleopatra, Spencer Tracy y Khatarine Hepburn, Felipe González y Alfonso Guerra, Pablo Porta y José María García. Curiosa pareja la compuesta por el presidente de la Federación Española de Fútbol y el periodista deportivo más popular de toda la historia española de la popularidad. No les une el amor sino el antagonismo, pasivo Porta, activo García, duro encajador el primero, agresivo picanarices el segundo. Se necesitan para ser lo que son: el hombre público más verbalmente agredido del universo y el periodista más agresivo de nuestro sistema planetario.El día en que García dejara de hostigarle, Pablo Porta se moriría de obsolescencia y si Pablo Porta dimitiera, José María García tendría que inventarse un nuevo punching para dar emoción a los safaris nocturnos de Antena 3. Los radioyentes, espectadores imaginativos del enfrentamiento, desean que el duelo continúe, como desean que Carolina de Mónaco siga siendo una princesa algo ligera de cascos y el Papa de Roma un Superman en technicolor y estereofonía. Los radioyentes viven por delegación un apasionante duelo sin fin en el que Pablo Porta más que pared de frontón es una esponja que se queda las pelotas y, apenas las devuelve.
José María García ha revalorizado el papel del diminutivo ete como relativizador de identidades. Don Pablo Porta es una cosa y Pablete Porta, evidentemente, otra. Un diminutivo, según el Diccionario de la Real Academia, es un vocablo que "disminuye o mengua la significación de los positivos de que procede". El diminutivo ito achica, el diminutivo ete engolfa, pero con golfería menor. Porta se ha dejado llamar Pablete en la confianza de que la repetición de la agresión la convertiría en un porte retórico nocturno habitual. Los dirigentes del deporte español al principio se pusieron nerviosos porque se temían, como algunos árbitros de fútbol, que García les echara el público encima. El público, tranquilo. Escucha lo que quiere escuchar y luego se duerme, en la confianza de que al día siguiente continuará el serial.
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