La selección húngara puso a España en su sitio
La selección de Hungría, que no estará en la fase final de la Eurocopa, tuvo la virtud de poner al equipo español en su sitio. Que el resultado de Malta pasará a la historia, se demostró con el partido presenciado ayer en el estadio Carranza de Cádiz entre estas dos selecciones. La victoria del equipo húngaro se quedó corta tal y como llegaron al final del partido una y otra selección.Una vez más ha quedado demostrado que España está entre un grupo muy numeroso de selecciones de fútbol, y que cualquier descuido la convierte en un equipo muy vulgar. El modo de juego de Hungría es similar al rumano, que sí es un rival para la Eurocopa de París.
De siempre Hungría ha sabido combinar la imaginación con la fuerza y las dos exhibieron ayer por encima de los españoles. Lo de España va de ramalazos. No de ayer, sino desde mucho antes. El público sólo sale de su letargo con las espectaculares arrancadas de Gordillo o con la visión de juego de Señor. Lejos de estos dos hombres, todo es vulgaridad.
El partido tenía la importante novedad táctica de De Andrés. En los preparativos de Malta, Gallego, un hombre de ideas, fue reemplazado en la concentración por Víctor, un todoterreno, robabalones. La tercera pieza de este recambio es De Andrés, un hombre que en el Athlétic de Bilbao hace las labores de un líbero, pero por delante de la defensa. Es decir, un centrocampista muy retrasado. Por esta razón Miguel Muñoz presentó un equipo casi defensivo. Hungría, en el primer tiempo, siempre se impuso en el centro del campo. Jugaron valientemente, con una defensa muy adelantada, y que nunca la tuvo que retrasar. Mantuvieron a raya al equipo español sin dificultad.
Además, un presing sobre la defensa española les bastó para inutilizar todos los presupuestos del equipo español. No es de recibo que Goikoetxea o Camacho sean los encargados de jugar el balón. El resultado es su pérdida. Tampoco es de recibo que quien saque el balón sea, además, quien lo maneje en el centro del campo y quien lo ponga en los pies de un delantero, que es lo que intentó hacer Señor. El jugador zaragocista tuvo que hacer de todo, pero es que donde él no estaba, sobrevenía el caos.
En este primer tiempo, el presing húngaro dejó al sistema español en un solar. La primera jugada española de gol llegó en el minuto 30, con un disparo dentro del área de Santillana, que salió fuera. Durante este tiempo, Rincón estuvo haciendo méritos para llevarse el banderín de oro: todo el tiempo es tuvo en fuera de juego, para entretenimiento del linier. Lo peor es que Rincón no aprende y se obceca en ir perpendicularmente a puerta en lugar de hacerlo en diagonal. Si la defensa contraria juega un poco al fuera de juego, Rincón es carne de cañón.
En el segundo tiempo, los cambios parecía que iban a reforzar el centro del campo, ya que Carrasco (en una baja forma alarmante) fue sustituido por Sarabia, y Rincón por Francisco. Quedaron en punta Santillana y Sarabia, mientras que Señor se adelantaba en el campo Los cambios no cuajaron e, incluso, vinieron a descomponer la colocación sobre el terreno de juego del equipo español.
La ilusión del público se llamaba Gordillo, pero sus arrancada no tenían el respaldo de sus compañeros. De cualquier forma, todo se acabó cuando al húngaro Garaba se le ocurrió disparar a puerta casi desde el hotel. Buyo no andaba por allí y el balón llegó a la red.
El gol no cambió nada en el sistema húngaro, muy sereno, y todavía más consciente de su superioridad en cualquier parcela del campo. Mientras, en el equipo español ya no quedaba nada. Señor flotaba en el campo, Gordillo jugaba en solitario, y el recurso de subir a Goikoetxea y Maceda en cada bombeo de balón es evidente que sólo impresiona a los malteses. Conforme avanzaba el tiempo, el juego del equipo español era más deplorable, sin colocación en el campo, con auténticos barullos entre los centrales y los nuevos Francisco, Salva y a veces Sarabia.
La selección húngara aun pudo aumentar su marcador, porque la línea defensiva española ya estaba más pendiente de atacar, sin ideas, que de su principal labor. La única ocasión de gol del equipo español vino a diez minutos del final, en una buena combinación de Santillana, que dejó el balón a los pies de Maceda, pero su disparo rebotó en un defensa. Un gol del empate hubiese supuesto un resultado injusto, dada la pobre impresión que dio ayer la selección de Miguel Muñoz.
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