'Los hijos de la noche', fastos y hambre
Si en buena parte cualquier película debe ser considerada por la época en que se realizó, el cine español de la inmediata posguerra exige matizaciones aún mayores, dadas las especialísimas circunstancias de aquel tremendo momento de nuestra historia. Los hijos de la noche (1939), que se rodó en Italia aprovechando las buenas relaciones entre ambos países, de la misma forma que otras películas españolas se estaban rodando en el Berlín nazi, tenía, a pesar de tan obvia influencia, una suerte de ingenuidad que mantenía aún vivo el espíritu más lúdicro del cine republicano. Puede que fuera uno de los últimos coletazos de aquella comedia aburguesada, pero fresca y liberal, que en la posguerra se transformaría en engolamiento y sequedad: habría que revisarla para estar seguros.En cualquier caso, sí es cierto que su director, Benito Perojo, que luego sería conocido exclusivamente por sus trabajos como productor, fue un cineasta interesante, más por las inquietudes que le inspiraban que por el resultado de sus esfuerzos, pero al que se debe una de las mejores películas de la Segunda República, La verbena de la Paloma (1935), pequeña joya de un abortado cine musical español, junto a un famoso título maldito, Nuestra Natacha, basada en la comedia de Alejandro Casona, cuyo rodaje fue drásticamente interrumpido por los censores una vez acabada la guerra, quemando incluso el negativo original. No le valieron a Perojo los méritos de haber abandonado la resistencia madrileña durante los años del asedio y haber elegido la otra zona.
A Perojo le interesaba el cine que se hacía en el extranjero y, a su manera, también inventaba imágenes en cada una de sus películas. La memoria, tan engañosa, no aporta ahora el recuerdo de ningún gran filme en su obra (con excepción de La verbena ... ), pero sí numerosos momentos aislados, determinados encuadres, búsquedas a veces ingenuas, pero siempre respetables. Se diferenciaba, con mucho, de los más conformistas directores de cine españoles de su momento.
Para Los hijos de la noche se inspiró en la comedia de Adolfo Torrado y Leandro Navarro: una simpática historieta por la que tres golfos fingen durante algunos días ser los herederos de un rico aristócrata. Estrellita Castro, Miguel Ligero y Julio Peña, todos desaparecidos, interpretaban a los pobres personajes, mientras Alberto Romea se encargó de dar vida a un despistado e inverosímil ricachón bondadoso; a este actor, precisamente, le dedica hoy su pequeño homenaje final el programa La noche del cine español.
Los ambientes de la alta comedia se conjugaron en esta película con el mundillo suburbano de los perdedores, frecuente protagonista del cine republicano. Poco después, el cine español se esforzaría por especializarse en el primero de ellos, ofreciendo el fasto de imposibles fiestas y salones a un público que, ante todo, tenía hambre.
La noche del cine español se emite hoy a las 20.30 por la segunda cadena.
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