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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Retaguardia de la muerte

Recordemos que Robert Aldrich se forjó como cineasta trabajando en Hollywood de ayudante de dirección de enorme prestigio, y que sus servicios como tal eran solicitados por muchos grandes maestros del cine. Cubriendo a éstos las espaldas, Aldrich elaboró en la sombra su estilo propio, pero que por la inercia de su origen tenía que ser ecléctico, una especie de estilo-esponja que absorbió las más recias y varias enseñanzas.Ésta es la razón de los altibajos que se observan en la flimografía de Aldrich de sus inesperados saltos de un género a otro, e incluso de un tono de realización a otro. Aun tratándose de filmes que llevan su marca, hay veces que las películas de Aldrich parecen una compilación de varios directores. Hay que afilar la mirada para descubrir que este eclecticismo es una parte de la férrea unidad de fondo de su concepción del cine.

Por poner un ejemplo fresco en la memoria de los telespectadores, si esta noche se acude a ver Ataque bajo influencia de la reciente emisión de otro excelente filme de Aldrich, La leyenda de Lylah Clare, pueden producirse algunos despistes, porque aparentemente se trata de filmes tan distintos que parecen elaborados cada uno por otras manos. Pero esto es un espejismo en parte inevitable, cuando no se está familiarizado con la multiforme personalidad de este director.

Ataque es, con las debidas distancias, pues se trata de un filme de juventud rodado en 1956, mucho más cercano a Lylah Clare, rodado 15 años después, de lo que parece. Pese a estar argumentalmente en las antípodas, el acorde de fondo es el mismo: una violenta disección de los mecanismos de la violencia. Pero en Ataque no domina el melodrama, como en Lilah Clare, sino el documento, un terrible documento sobre la mecánica homicida de la burocracia militar en plena campaña. En la retaguardia de la muerte, no hay ni buenos ni malos, no hay individuos en realidad, sino sólo engranajes de una cadena mortífera, cuyas tensiones interiores son el reflejo de las tensiones de la sociedad de donde procede el ejército combatiente.

Ataque está en la línea de lo que expusieron Joseph Losey en King and country y Stanley Kubrick en Pasos de gloria, pero esta vez a través de la mirada, ajena a toda ideología, de un anarquista solitario y energuménico como Aldrich, fascinado por la individualidad y, al revés, indignado por la aniquilación de ésta en los mecanismos de la obediencia militar. Con La colina de los diablos de acero, de Anthony Mann, y Apocalypse now, de Ford Coppola, esta serie de filmes es una variante poco estudiada y muy punzante de las traducciones del cine bélico norteamericano: el cine abiertamente antimilitarista, en el que la guerra es sólo la caricatura sangrienta de la lógica del cuartel.

Ataque se emite esta noche a las 22.00 en la segunda cadena.

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