_
_
_
_
_

Del 'pololo' a la 'melèe'

98 mujeres practican cada semana el rugby. Son el caso más extremo del olvidado deporte femenino, durante muchos años marginado en este país y que hoy sólo practica el 1,4% de las españolas

El atletismo se creó en un colegio de monjas, según dicen, y, sin embargo, en España estuvo prohibido para las mujeres hasta hace una veintena de años. Las mujeres tampoco podían jugar al fútbol porque rematar los balones con el pecho era un peligro para su maternidad futura. Sólo el baloncesto, el tenis o la natación han salido adelante como deportes de mujeres, a pesar de los muchos sambenitos que todavía llevan colgados. Es el deporte de la mujer española, o mejor dicho, la actividad del 1,47. de las españolas. Es la revolución olvidada, aunque un puñado de muchachas hayan decidido, por su cuenta y riesgo, pasar del pololo a la melèe.

Más información
Una mujer por cada 10 hombres

El balón cayó de punta y dio en la cara a una jugadora. Otras siete muchachas que se habían lanzado a por él se estrellaron entre sí y cayeron al barro. El balón botó de nuevo y salió fuera. Cincuenta espectadores, en una fila tan torcida como la raya del campo, contemplaban el partido. Olía a cebollas el terreno de juego. Hasta hace un par de años ese campo era una huerta que cuidaban los marianistas del barrio madrileño de Carabanchel. Todavía quedan brotes cerca de las porterías.Durante los 10 primeros minutos de este partido de rugby, las muchachas de ambos equipos sólo habían tocado el balón para sacar las faltas. El juego estaba en el ala derecha del Arquitectura, escapándose, resbalando. Las jugadoras del ala izquierda comían patatas fritas que les ofrecía el público.

De pronto, el juego cambió de ala y las del CEU emprendieron el primer ataque. Una muchacha grandota fue quien inició la apertura frente a todo el Arquitectura concentrado en su campo. Fue una apertura singular, porque en lugar de lanzarse el balón, lo pasaban de mano en mano, sin soltario un instante. Apenas lo entregaban a la compañera, las jugadoras del CEU caían al suelo por los placajes y las corbatas con que defendía el Arquitectura. La más bajita del equipo, la número 16, cogió el balón de manos de su compañera y en una carrera abrumadora consiguió el primer ensayo, en el flanco derecho de la portería. Apenas depositó el balón, éste se escurrió por uno de los surcos del campo y, solito, dio un bote y salió fuera.

"Al principio usábamos una media falda, que nos llegaba por aquí. Luego empezamos a ponernos falditas más pequeñas, que nos llegaban por aquí, con unos pololos debajo, porque antes los hombres eran más moros que ahora. Pero en los viajes al extranjero aprovechábamos y nos poníamos un short, más suelto que las braguitas que ahora se usan y que al saltar a la canasta nos llegaba por aquí".

Pilar Godia, una de las pioneras del baloncesto femenino en nuestro país y actualmente directiva del Comité Nacional de Baloncesto Femenino, resumía con esas palabras los 50 años del baloncesto en nuestro país. El baloncesto tuvo suerte de empezar tan pronto, porque en los demás deportes practicados por la mujer lo que se echa en falta es la tradición del juego. Se echa en falta también el incentivo económico para las deportistas, que, a excepción del baloncesto, es prácticamente nulo en todos los demás deportes.

Pero en los equipos más afortunados del baloncesto femenino de Primera División las jugadoras reciben, a lo sumo, dietas de 2.000 o 3.000 pesetas al mes para pagarse los transportes, para los entrenamientos. Entre remiendos que ponen las corporaciones, parches de los colegios privados o propinas que dan los clubes deportivos, además de las pequeñas contribuciones que las federaciones hacen puede funcionar mínimamente el deporte de la mujer.

Jugar a base de rifas

Las casas patrocinadoras de baloncesto español tienen nombres tan casuales como Avón (déle la bienvenida), Citroën (para gente encantadora), Menen (la dieta de su éxito), Comansi (juguetes para sus niños), Lovable (el sujetador que no la decepciona) o Las Banderas (el perfume de la juventud eterna). Pero peor aún es la situación del Zaragoza, al que nadie patrocina, y se mantiene porque las jugadoras, después de los entrenamientos, hacen rifas en la ciudad y venden papeletas.A la muchacha más alta del baloncesto español, de 1,94 metros, la fichó el Lovable cuando el médico de su familia la tenía sometida a un tratamiento para no crecer. Loli Sánchez tenía entonces 15 años, y "tuvimos suerte de cogerla a tiempo, porque todavía no se encorvaba", decía Manuel Coloma, entrenador del equipo.

Juan Baldo, que entrena al Leganés de balonmano, contaba que a una niña del barrio, de 12 años y 1,84 metros de estatura, sus padres la han prohibido jugar al balonmano "porque dicen que sólo hace el ridículo en la cancha; de modo que no la compran ropa de deporte porque no tienen dinero, según ellos, y todos los fines de semana se la llevan a la parcela para mantenerla alejada de los partidos".

"Técnicamente", explicaba Coloma, "una mujer puede ser mejor o igual que un hombre, pero las limitaciones físicas de la mujer hacen que la eficacia de uno y otra sea diferente. Primero, porque, está fisicamente en desventaja. Su vida deportiva es más corta que la del hombre porque madura antes y despunta antes en la alta competición. Y aunque tiene mayor flexibilidad que el hombre, sus acciones son más lentas y su salto mucho más bajo. Y, segundo, por un problema social, que es que la mujer ha empezado muy tarde en el deporte".

Coloma ponía como ejemplo que en Estados Unidos los hombres conviven con la tercera generación de mujeres que conduce, y por eso no se asustan, mientras que en España estamos todavía por la segunda.

El padre de una de las mejores lanzadoras de jabalina agotó los argumentos ante su hija para que ésta dejara el deporte, porque ya era más ancha que él y decía que se le estaba poniendo voz de hombre. Tampoco lo consiguió el padre de Clarisa, la capitana del equipo de rugby de la facultad de Arquitectura, aun ofreciéndole a cambio unas clases de ballet en la mejor academia.

Por si la economía y la falta de aceptación social del deporte femenino español no es suficiente, hay que añadir las prohibiciones de las federaciones internacionales o las normas simbólicas y antiguas que todavía perduran.

En esgrima, el reglamento internacional es el catecismo que prohíbe a las mujeres luchar con sable o espada. "La moda es el sable", confesaba una joven tiradora. De hecho, no hay mujer que en los entrenamientos no haya luchado alguna vez con ese arma, "pero está vetado para nosotras, y en las competiciones oficiales sólo podemos luchar con florete; en Francia, extraoficialmente, las mujeres están organizando torneos de espada".

Falda obligatoria

Las jugadoras de la decena de equipos de rugby que existen en España desde hace más de cinco años, no han podido federarse hasta finales de 1982. Lo intentaron de mil maneras y discutieron con todos los directivos madrileños. "Esto es un deporte de hombres", decían, "un deporte muy bruto que no es para mujeres". Y las echaban. Sólo cuando se renovó la junta directiva de la federación consiguieron su objetivo, hace apenas un año.En el Arquitectura de Madrid hay una jugadora que es californiana. Dice que es rara la escuela' que en Estados Unidos no tiene un equipo femenino de rugby. Las escuelas allí pagan el deporte, ellas ponen el juego. Pero desde que vino a Espafla pasa las tardes vendiendo pegatinas y organizando fiestas para financiar los viajes de su equipo. "Si no vendemos todas las pegatinas", decía Clarisa, "no podremos jugar en Lisboa".

Otra paradoja de las normas federativas de hockey sobre hierba quedó en ridículo hace más de cinco años. Un equipo belga fue el encargado de llevar a cabo la estrategia. Según el reglamento internacional de hockey sobre hierba, las mujeres deben salir al terreno de juego provistas de esa faldita de una cuarta de alto que se ajusta con un corchete sobre la braguita de competición. Es una falda simbólica, pero obligada. Los equipos cumplieron la norma a rajatabla; pero el calor de septiembre pudo más que la vergüenza, y las belgas, al final del partido, se desnudaron de cintura para arriba, sin quitarse la fáldita, y ante la expectación del público, se ducharon con las mangueras del campo.

A aquel strip tease de conjunto, que al fin y al cabo no quebrantó el reglamento, hay que añadir la amonestación que sufrió el año pasado uno de los equipos de la División de Honor por salir al campo sin faldita.

En medio del rayo laser, los euromisiles, los productos radiactivos y los ultracongelados, las españolas que deciden hacer deporte siguen siendo Las Folklóricas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_