Ulrike Meyfarth, 11 años entre la élite
Hoy llega a Madrid la subcampeona mundial de salto de altura, que en 1972, todavía niña fue campeona olímpica
Vive en un pequeño piso abuardillado en Leverkusen. En una casa de un barrio, que podría ser refugio de jubilados. Todo tiene un aire apacible a primera hora de la tarde. Sólo un montón de medicamentos encima de la mesa y un pantalón de deporte que da una pista sobre la profesión de Ulrike Meyfarth, que a los 27 años conserva todavía cierto encanto de la adolescente que saltó a las alturas un día en los Juegos Olímpicos de Munich y cayó desde 1,92 metros con los brazos en alto, en una explosión de júbilo. Desde hace semanas, la Prensa amarilla se ocupa de una nueva actividad de Ulrike Meyfarth, modelo de un escultor de 83 años, Arno Breker, que en el pasado fue el favorito de Hitler.
Ulrike no da importancia a posar desnuda ante el escultor y tampoco parece molestarle que una revista ilustrada haya publicado las fotos de ella mientras posaba. Hoy llega a Madrid para recibir un premio de la Unión de Periodistas Deportivos como la mejor deportista del año. Porque, once años después, sigue todavía en la elite como subcampeona mundial.Pregunta. Hace 11 años de aquel fantástico salto en los Juegos Olímpicos de Munich, ¿cómo cambia la vida de una chica de 16 años, que de repente es campeona olímpica y plusmarquista mundial con un salto de 1,92 metros?
Respuesta. Fue un corte en mi vida, por lo inesperado que resultó. No estaba preparada conscientemente para ello, y por eso necesité los años siguientes para asimilarlo. en la cabeza. No fue posible repetir aquel resultado, porque llegó de una forma completamente inesperada. En dos años mejoré 22 centímentros. Pero una progresión tan grande no es sana.
P. ¿Psíquica o fisicamente?
R. Las dos cosas están relacionadas. Psíquicamente no fui capaz de asimilarlo. Al año siguiente quería repetir como fuese el resultado, me agarroté y empecé a tener lesiones frecuentes. Todo está relacionado.
P. En ese momento anterior al salto, ¿cómo se concentra?
R. Con los años uno aprende a concentrarse. Ahora es mi fuerte. En los momentos decisivos sé concentrarme y puedo desconectarme de las influencias externas acústicas y visuales.
P. ¿Usted no oye nada en esos momentos?
R. Sí, yo oigo, pero lo acepto. Sé que ocurre algo a mi alrededor, pero me da igual porque no atiendo.
P. En la última Copa de Europa, el pasado mes de agosto, en Londres, usted saltó 2,03. ¿Dónde está el límite para usted?
R. Desde un punto de vista temporal, el próximo año tras los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, pero no sé dónde está la frontera corporal. Quizá habría podido saltar ya 2,05, pero es sobre todo un problema de mentalización. Hay que estar preparada mentalmente para haber superado esa altura, al menos con la cabeza. Hay algo allá arriba que se percibe con la vista. No se puede comparar con el salto de longitud o el sprint, porque en el salto de altura hay una barrera física que hay que superar. Teóricamente una mujer puede llegar al 2,07 o 2,10.
P. ¿Cómo son las relaciones con las competidoras? ¿Hay amistades en la pista, o como dijo un atleta español hace poco- hay que odiar al contrario?
R. La conciencia de competencia es parte del negocio.
P. El día en que usted saltó 2,03 y batió el récord mundial y al poco rato Bykova igualó la marca, usted diría entonces "esa condenada estúpida" o algo así.
R. Seguro que lo pensé, pero eso es el deporte. Para mí no fue una sorpresa, que luego saltó incluso 2,04, porque este año fue mejor. Yo empecé muy tarde el entrenamiento; tuve problemas en el otoño y el invierno para empezar a entrenar. Problemas en la cabeza, de motivación. Me llevaron de una fiesta a otra, y esto tuvo mucho que ver. Este año yo rechazo muchas cosas para no perder el ritmo. Al principio las fiestas me gustaban, pero luego ya no, y no sabía decir que no. Cuando empecé a entrenarme en invierno en pista cubierta, ella saltaba 2,03 y yo estaba por 1,86.
P. En algunos textos de las feministas sobre la menstruación se dice que las mujeres están esos días especialmente dotadas para conseguir buenos resultados en atletismo. ¿Es cierto?
R. Yo diría que los días del período no son los peores, pero tampoco los mejores.
P. ¿Qué opina usted del movimiento feminista y la emancipación de la mujer?
R. La palabra emancipación está muy gastada. A mí no me afecta, pero una mujer de la clase baja, mal pagada, con un marido que trabaja en una fábrica, lo tiene muy difícil. Con nosotras también pasa. El dinero en las competiciones no corre tanto para las mujeres como para los hombres. Nos pagan peor.
P. ¿Se compromete usted en actividades políticas, en el movimiento pacifista?
R. Yo firmé el Llamamiento de Krefeld (contra la instalación de los misiles), pero no hice nada más. Fue hace unos años, pero ahora no me gusta tanto. Veo cosas raras.
P. ¿Usted no se comprometería políticamente como Annegret Richter, que firma llamamientos y hace propaganda por el partido socialdemócrata?
R. Ella lo ha dejado también. Según mi experiencia, cuando se da el dedo meñique te toman toda la mano.
P. El futbolista Paul Breitner dijo una vez que él vendería el trasero para anunciar papel higiénico si le diesen dinero por ello.
R. Quizá yo lo haría también. Usted quiere que yo diga que yo haría publicidad para el tabaco y la bebida. Sin duda hay cosas que no encajan con mi tipo, pero tampoco puedo rechazarlo, porque no hay demanda. Con absoluta seguridad, yo no haría publicidad para fumar. Como deportista, me parece que no se debe.
P. ¿Y bebida?
R. Quizá para cerveza o un licor digestivo. No sé.
P. Aquí en esta mesa hay casi una farmacia ambulante. ¿Qué medicamentos toma usted regularmente?
R. Por ejemplo, esto es polen de flores y jalea real, que son muy buenos para las defensas corporales, y desde que las tomo tengo menos catarros. Además tomo calcio, que es muy bueno para los huesos, y magnesio, que, cuando se entrena mucho, el cuerpo lo necesita. Son cosas inofensivas, porque hay que ocuparse de la recuperación.
P. ¿Cómo ve esas informaciones sobre la estatua para la que posó, Ulrike la diosa griega, y esas fotos?
R. Son sensacionalistas y no tienen nada que ver con el deporte.
P. Pero usted sabía que la fotografiaban.
R. Sí. Yo pedí que me fotografiaran desde atrás.
P. ¿Usted se fotografiaría para el Playboy?
R. No sé.
P. ¿Depende del precio?
R. Sí, en realidad depende del precio. También del estilo de las posturas. No las haría todas, porque hay algunas que no están bien y resultan un poco ridículas.
P. ¿Habló usted con el escultor Arno Breker sobre su ideología política y su actividad de escultor favorito de los nazis?
R. Él no pactó con los nazis, como he leído. Simplemente coincidió en sus gustos con el de los nazis. Además, él ayudó a muchos judíos.
P. ¿Usted no se siente como la encarnación corporal del germanismo?
R. ¿Existe eso del germanismo? Hoy hay que pensar europeamente. No hay germanismo. Eso es peligroso. Yo no soy germánica, no tengo ojos azules y pelo rubio. Mi padre tiene el pelo más negro que usted y es alemán. A Breker le gustan los cuerpos bien formados y a mí me gusta ver una persona proporcionada y no un tipo oficinista arrugado.
P. ¿Cómo se imagiha usted el atletismo profesional?
R. Es difícil, porque sólo son unos meses al año, y las pistas cubiertas no están bien construidas, como en Estados Unidos. Es difícil para los atletas ser tan populares como los futbolistas, todo el año. Habría que organizar durante el verano una especie de copa con puntos, como la fórmula 1, o los esquiadores o los tenistas, para que resultase interesante a los lectores de periódicos durante más tiempo que una competición al año, para la que se prepara todo.
P. ¿Qué motiva a un atleta, el dinero?
R. No, el dinero no me puede motivar. A mí me gusta el dinero, pero deportivamente no me motiva. Si me ofrecen mucho dinero, no puedo conseguir necesariamente un buen resultado. Lo sé por experiencia. A mí lo que me gusta es saber dónde están mis límites.,
P. ¿Sacrificaría usted su vida privada por el deporte?
R. Hay que hacer muchos compromisos. Se necesita un señor con mucha comprensión y no se encuentra siempre. Yo no tuve mucha suerte. Aquí también interviene el tradicional reparto de papeles. Un hombre al lado de una mujer de éxito no lo tiene fácil.
P. Un Herr Meyfarth.
R. Para Herr Meyfarth no sería fácil.
P. ¿Usted no aceptaría compromisos en esto?
R. El año pasado uno quiso que me retirara sin ofrecer una alternativa. No habría tenido un paso fácil a una profesión y yo sentía que no había llegado al límite de mis posibilidades. Habría sido una situación frustrante para mí. Hay gente que hace muchas cosas a la vez, pero sólo a medias. Yo las hago completamente o muy intensivamente. A mí me divierte hacer una cosa a fondo, y esto da no pocas satisfacciones personales.
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