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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Armamentismo y crisis económica

La crisis tiene que ver, entre otras cosas y básicamente, con el agotamiento de las posibilidades de expansión de los sectores que hasta ahora han dirigido el sistema de acumulación mundial, lo que ha desencadenado el agravamiento del conjunto de contradicciones y conflictos entre los propios y distintos intereses existentes en el escenario de las respectivas economías nacionales -tanto en la órbita capitalista como en la del socialismo real-, y en las existentes entre el Norte industrializado y las exigencias y carencias extensivas del Sur subdesarrollado.Quizá aún no se ha insistido lo suficiente en el hecho de que el complejo industrial-militar ha actuado durante el período de posguerra de una manera similar a como lo hicieran el algodón y el hierro en la revolución industrial británica: como sector dirigente básico de la reproducción del capital a nivel mundial.

En torno a aquel complejo industrial-militar se ha ido articulando todo un entramado de sectores e industrias -militares y también civiles- estrechamente vinculadas entre sí y que trabajan, además, no sólo con mercados continuamente ampliados (tanto por la rápida obsolescencia de los productos de exterminio como por la incesante tecnología que en ello se despliega), sino con tasas de beneficios perfectamente aseguradas, toda vez que la producción suele realizarse, además, bajo pedido de los propios Estados nacionales en gran medida.

De la magnitud del negocio no cabe apenas duda: aun con la limitación de las cifras declaradas, oficialmente, que no incluyen además las producciones civiles -que son, ciertamente, integrantes del gasto militar mundial (GMM)-, el porcentaje de la producción bruta mundial (PBM) dedicado a armamentos alcanza ya como promedio cifras entre el 6% y el 8% de dicho PBM, lo que será ampliado sensiblemente en años sucesivos, tras el actual compromiso de EE UU y las potencias de la OTAN de incrementar anualmente, en términos reales, un 3% el producto en armamentos.

Los países subdesarrollados alcanzan ya una cifra bien significativa y creciente, que ha pasado del 10% del total global en el GMM en 1960 al 24% en 1978.

Imposiciones

Esto desvía los recursos disponibles en el mundo subdesarrollado hacia este tipo de gastos, frente a otros alternativos que pudieran alentar el proceso de desarrollo en dichos países, sumándose un conjunto de efectos adversos derivados del gasto militar en estas economías subdesarrolladas, pues no es cierto que los citados gastos militares provoquen efectos diversificadores,o estimuladores de la industrialización.

Cuando se piensa tanto en el citado mercado en expansión para el complejo industrial-militar (e incluyendo en él, asimismo, la industria civil que realmente forma parte del gasto militar, puesto que se ocupa de dicha producción parcial, intermedia o total) como en las altas tasas de beneficios aseguradas se tiene mejor idea de las circunstancias que explican, a su vez, el boom de los sectores de la electrónica, cibernética, aeronáutica, etcétera, surgidos básicamente del mismo empujón tecnológico.

Sucede así, tal cómo nos recuerda Edward Thompson en un artículo de imprescindible lectura (Notas sobre el exterminismo, la última etapa de la civilización, en la revista Mientras Tanto, nº 11, abril de 1982), que este sector dirigente ha sido el que ha impuesto la onda larga del crecimiento económico, determinando totalmente la estructura económica, social y política en los distintos países.

Efectivamente, en el modelo transnacionalizado de desarrollo, basado en una utilización intensiva del capital, y que genera por ello incesantemente el drama del paro (en las circunstancias de una inflación tan extensiva como galopante, y de cuyas causas ahora no paso a ocuparme), las características de la tecnología armamentista en este sector líder han llegado a ser decisivas.

Para Emma Rotschild, la decadencia del ciclo de la acumulación -esto es, la crisis económica- se explica básicamente por las propias contradicciones que se generan por dicho sector.

En la medida en que la innovación es cada vez más difícil o costosa, y que lleva además a ingenios (como los ICBM, proyectiles balísticos intercontinentales) cuya utilización no resulta posible, puesto que la experimentación del holocausto nuclear sólo se haría una sola vez, y posiblemente sin supervivientes (lo que no excluye, por desgracia, la posibilidad cierta de dicho apocalipsis por alguna actitud irracional), este tipo de tecnología, en este sector dirigente, se encuentra ante callejones sin salida fácil.

Mary Kaldor, una de las mejores especialistas en el análisis de los temas del armamentismo mundial ha señalado que este sector o complejo industrial-militar no sólo restringe y deforma el cambio industrial, sino que lleva a la paralización tecnológica dentro del círculo vicioso en el que el declive industrial estimula el gasto militar, que luego, paradójicamente, acentúa el proceso de declive.

No es de extrañar que en estas circunstancias el mundo haya conocido una proliferación tanto de las guerras convencionales limitadas como del surgimiento de la guerra fría: al fin y al cabo, son formas de ampliación de mercados para un sector clave de todo el proceso de la acumulación mundial.

En EE UU, este avance hacia el exterminismo -como dice Edward Thompson- proviene de la dinámica normal de la gigantesca empresa capitalista, a lo que ayuda la reacción contrarrevolucionaria frente a los movimientos antiimperialistas del mundo subdesarrollado.

Pero debe tenerse en cuenta que ya no es posible seguir excluyendo a la URSS: la lógica de la acumulación mundial es recíproca, y en ella participa también el socialismo real, obteniendo no solamente sustanciosos beneficios del comercio de armas, sino manteniendo el aliento del armamentismo y la militarización internacionales, que han llevado hoy a la negación y sustitución paulatina de la política (como medio de búsqueda de algún consenso pacífico para la regulación social) por un modelo de subsistencia humana (es difícil hablar de convivencia en estas condiciones), donde esa política es ya dictada por las propias necesidades de la infernal lógica del proceso militarista y armamentista mundial.

Debería empezar a insistirse ya, y entre nosotros mismos, en el hecho de que la legítima exigencia de un puesto de trabajo no es ya condición suficiente para la supervivencia si ese empleo está ocupado en el sector que precipita nuestro fin: en el complejo militar-industrial transnacionalizado.

Y parece así que la discusión pendiente acerca del referéndum prometido sobre la OTAN, en términos de entrada o no, solamente sería superficial de no abordarse toda la problemática que aquí sólo se vislumbra.

Francisco AIburquerque Llorens es profesor de Estructura Económica y Desarrollo. Universidad Complutense de Madrid.

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