_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los récords

Rosa Montero

Lo leí ayer: Walter Arfeuille arrastró con los dientes 11 vagones de tren con un peso total de 154.125 kilos. Qué envidia de incisivos, qué lujo premolar, qué cruel desesperación la de los dentistas ante su proeza.Siempre me han fascinado los rompedores de récords absurdos, esforzados atletas de la nada. Sigo sus hazañas a través de la prensa del corazón, que es la única que tiene el buen sentido de recoger sus heroísmos. Porque, qué mayor heroicidad puede haber que este desgarrado empeño en conquistar la posteridad, aunque no sea más que consiguiendo un par de líneas en el Guines's, que es algo así como el Gotha de lo inútil.

Los hay que logran comer más huevos duros por minuto que nadie. Otros trasladan toneladas de arena con cucharita en un tiempo pasmoso. Están los pertinaces, como aquellos que se construyen una casa con mondadientes. O los ingeniosos, como ese que batió el récord de velocidad con una bañera, a 35 kilómetros por hora: venía en el Diez Minutos hace poco y no me enteré muy bien de si le puso motor y ruedas a la tina o de si la llevaba en hombros y trotando. No existen límites: cualquiera puede encontrar una especialidad que le consagre y le rescate. Todo consiste en inventar una tontería que no haya ideado nadie antes. Por ejemplo, se puede ser el mejor del mundo en partir en dos un escritorio de madera a fuerza de desgastarlo con la uña. Creo que este récord no ha sido aún batido: ofrezco la idea a todas aquellas víctimas de la mediocridad que abriguen sueños de grandeza.

Dedican su existencia a ello; no es cosa risible. Imagínense ustedes cuántos huevos cocidos se habrá tenido que tragar el ganador para entrenarse. La vida cotidiana está llena de personas que se esfuerzan en atesorar más dinero que nadie, o, en destrozar a sus competidores en el negocio, o en ser el más temido por los subalternos de su empresa: yo no creo que el empeño de mi comedor de huevos sea más absurdo o más ridículo que todo eso. Con el Guines's, cualquiera puede convertirse en campeón y alcanzar el envenenado fulgor de nuestra sociedad competitiva. Bien mirado, los récords son una institución verdaderamente democrática. Son el último consuelo ante la herida opaca del fracaso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_