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Tribuna
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Las 'tijeras, el 'rodillo' y el 'fosbury'

Cinco finales más, que darán paso a las once de mañana, última jornada, la más densa, se disputan hoy en los Mundiales. La altura masculina, máxima atracción; las dos pruebas de velocidad con vallas y la jabalina femenina acompañarán a los esfuerzos de los atletas completos del decatlón en su su segundo y decisivo día.Los supermanes no asombran en instantes, como Lewis, pero sí en profundidad, al tocar en diez pruebas, todas las facetas del atletismo. Ayer, ya corrieron los 100 y 400 metros, saltaron longitud y altura, y lanzaron peso. Hoy, volverán a correr 110 metros vallas, lanzarán disco y jabalina, saltarán con pértiga y terminarán con el ya agotador 1.500. Las mujeres, que ya disputaron el heptatlón, con siete pruebas -aumento del anterior pentatlón, de cinco- no tienen la pértiga, el disco y el 400, y cambian los 110 vallas por los 100 suyos, así como los 1.500 por los 800.

El salto de altura, tan natural como la longitud, casi se podría decir que ha ido variando la técnica en cuanto los saltadores han ido teniendo comodidad en la caída tras el paso del listón. Las distintas variedades de tijeras, primitivo sistema general, les permitían una caída de pie o sentados, sin daño asegurado en los duros fosos de arena. Después, quizá olvidando definitivamente que no saltaban cualquier obstáculo, más o menos ancho, para atacar o huir del enemigo, remíniscencias de la antigüedad, hubo los pasos decisivos del estilo rodillo. Como el listón era más fino que un muro, por ejemplo, y se podía girar totalmente sobre él, se empezó con giros del cuerpo pasando el listón casi horizontalmente, de espaldas, en un intermedio tijera-rodillo, y se acabó con el aún vigente para algunos saltadores, rodillo ventral. Con esta técnica, que tuvo en el soviético Valery Brumel a su máxima figura y le convirtió en uno de los grandes mitos de la historia del atletismo, se gira materialmente sobre la barra, con el vientre hacia abajo, como dominándola.

Posteriormente, en la máxima expresión de que no existía ya peligro alguno de desnucarse en las caídas con las colchonetas espléndidas actuales, surgió en los Juegos Olímpicos de México-68 el norteamericano Dick Fosbury con su salto hacia atrás, el estilo fosbury-flop. Su más fácil aprendizaje y el mayor aprovechamiento de la rapidez en la carrera para convertir el impulso horizontal en vertícal, tras girar después de la batida para pasar de espaldas el listón, lo ha convertido en el más utilizado y explotado. En la final de hoy es seguro que un mínimo tanto por ciento de atletas utilizarán ya el rodillo. Y los mejores, todos fosbury.

Las dos finales de vallas altas, de 1,07 metros -por 0,914, una yarda, de los 400 y 3.000- serán otros ejemplos de pruebas mixtas, al combinar carrera y una cierta forma de altura. En los 110 metros masculinos, como mejor ejemplo, los saltos de los corredores pueden alcanzar los seis metros de longitud ya a partir de la cuarta valla, de las diez totales instaladas en la recta. La coordinación en esta prueba es fundamental, y la técnica de pasar la valla, nunca saltarla, debe ser perfecta pues aunque se permite derribarlas, cada toque es un freno y quizá hasta un desequilibrio. Suelen darse cinco pasos entre cada paso. Los atletas estilizados y flexibles son aquí necesarios, pues ya no sirven bajitos, o de piernas más cortas, rapidísimos para liso, tipo Emmit King o, incluso, Calvin Smith, y que sólo se rinden ante estrellas como Carl Lewis.

Las pruebas de vallas, al revés de otras muchas en el atletismo, no parecen tener sus antecedentes en la antigüedad, pues incluso los 3.000 obstáculos disputados ayer tienen su origen en las carreras de caballos, tipo Grand National. Se dice que un estudiante de Oxford cayó de su montura en una prueba y expresó sus deseos de preferir correr y salvar las vallas a pie que con un caballo tan malo. Por eso, además de los cuatro obstáculos distribuidos a lo largo de la cuerda de 400 metros del estadio, y que se deben superar 28 veces en el recorrido, existe una quinta, con una ría a sus pies de 3,66 metros cuadrados, en disminución de profundidad, máxima de 70 centímetros, debajo, y al ras del suelo, al final. Son ya anchos y en ellos se puede apoyar el pie, pero también caerse al tropezar, como le sucedió a Heriry Marsh.

Los tres kilómetros con obstáculos exigen una mezcla de velocidad y resistencia, pues son ya el clásico medio fondo, que se asimilaba a distancias mucho más cortas. El 1.500 ya es prácticamente velocidad prolongada, como el 800, y el 5.000, en cambio, se ha quedado en fondo corto. Otro síntoma del progreso.

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