José Hernández, un campeón de España de boxeo en la miseria
El próximo jueves, día 9, en Santa Coloma de Gramenet, el púgil sordomudo, José Hernández, va a ser objeto de un homenaje que ha querido dedicarle un grupo de buenos amigos, conscientes de la delicada situación económica que sufre este hombre que lo ha sido prácticamente todo en el mundo del boxeo y que, a sus 38 años, sigue siendo campeón de España de los superwelter, título que expondrá en esa velada frente al tinerfeño Salvador Pérez, más conocido por Merche. Hernández lucha ahora contra la miseria e intenta ser nominado de nuevo aspirante oficial al título de Europa para tener una nueva oportunidad.
Separado de su primera mujer, Paula, de la que tuvo dos hijos, Hernández vive ahora con una simpática muchacha con la que ya ha tenido otro chaval. No tiene un duro y sus amigos intentan ayudarle a conseguir algún dinero "al menos para que pueda pagar el alquiler durante los próximos meses". Se levanta cada día a las 6.30 horas y, después de realizar la sesión de footing, se dedica a pasearse por las emisoras de radio, vender entradas por los barrios y acudir a los diarios con el fin de promover la velada que mañana se celebrará en el Polideportivo Nuevo, a partir de las 21.30 horas. Le han dicho que si el local se llena podrá contar con algo más de un millón de pesetas. Pero tiene que llenarse hasta los topes. Hernández lleva años, toda una vida, sin saber lo que es un millón de pesetas."Empecé a boxear por afición y por dinero. Mi familia era muy modesta. Mi madre trabajaba de criada y mi padre estaba en el extranjero. Se habían separado y yo tenía que mantener a mi madre".
Recuerda José que sor Luisa le decía que de mayor podría ser médico, aunque su máxima ilusión era poder llegar a ser portero del Barça. "Jugaba en el amateur del Barcelona. Decían que lo hacía muy bien. Pero, un día, Kubala me llamó y me explico que la Federación no permitía jugar a sordomudos. Y lo tuve que dejar". Desde entonces, ha mantenido una estrecha amistad con Kubala.
El día que fue rechazado para el fútbol se fue a casa llorando. Su valium lo encontró en un destartalado gimnasio de los bajos fondos barceloneses. Falto aún de preparación, a los 17 años, lo hicieron subir al ring. Estrenó derrota. "Muchacho, no te preocupes, eres joven", le tranquilizó Antonio Blanch, su primer apoderado.
Aquellos primeros combates los simultaneaba con su trabajo de pulidor metalúrgico en un taller de Pueblo Nuevo. Empezaba a subir como la espuma. En 1970, al vencer al alemán Gerard Piaskowy, se proclama campeón de Europa. Defiende el cetro con autoridad ante MarkIewitz, Tiberia y Kechichian. La aspiración de Hernández de llegar al título mundial se trunca en un combate nulo frente al italiano Bossi. Los periódicos titularon: "Ha sido un robo". "El boxeador sordomudo mereció la victoria", pero no pudo ser.
En 1972, el golpe más duro. Pierde el título europeo en San Remo. Y empieza un calvario que concluye una noche aciaga, en Viena, mientras boxeaba. Sufre un desvanecimiento. Tiene problemas con el corazón y le retiran la licencia. Para acabarlo de arreglar, no le pagan las bolsas pendientes.
En 1975, reaparece en los cuadriláteros. Gana por puntos a Mohatar, pero su regreso sirve de poco. Hernández había perdido ya aquel público fiel que enarbolaba pañuelos blancos para dar ánimos a un púgil que no podía oír sus gritos de aliento. Y perderá más cosas. "Caballero pensó que estaba acabado. Me debe mucho dinero y dijo muchas mentiras de mí. Que si estaba acabado para el boxeo, que si me drogaba, que si juergas, tabaco, mujeres. ¿Cómo iba a ser eso verdad? No fumo y no bebo. Me fui a París porque aquí no había nada que hacer".
Encontró refugio en la capital francesa en el gimnasio de José Jover. Otra vez los bajos fondos. El hambre y la miseria. Y los sueños de cuchitril. En su segunda reaparición en España, en Salamanca, arrebató a Andoni Amaña el título de campeón de España, que sigue en su poder y expone el jueves en Santa Coloma, frente a Merche.
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