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Xavier Cugat

La mayor ambición del famoso músico es vivir hasta 1999

"El colmo de mi ambición sería morir el 31 de diciembre de 1999". Xavier Cugat, que nació el 1 de enero de 1900, manifiesta este deseo en su autobiografía. Sus últimas y casi milagrosas recuperaciones no lo hacen descartable. A través de su larga vida ha conocido y tratado a multitud de actores, actrices y cantantes, y hay quien opina que se ha casado con un buen porcentaje de estas últimas. Varios matrimonios marcan su vida. Su primera boda fue en 1918, con Rita Montaner. Se divorció tres años después. Siguieron a Rita Carmen Castillo, Lorraine Allen, Abbe Lane y Charo Baeza.

La historia sentimental de Cugat siempre estuvo relacionada con su carrera musical. Los empresarios le obligaron a poner una solista más joven que su esposa Carmen y el sacrificio artístico repercutió en el matrimonio. En 1937 se casó con Lorraine Allen, una modelo a quien conoció durante un rodaje de la Metro. Su relación duró tres años.A Carmen la había conocido también en el ejercicio de la profesión, aunque no de la música. Fue en 1928, cuando su trabajo como caricaturista para los diarios le llevó a dibujar a la actriz Dolores del Río. Por una confusión hizo la caricatura de Carmen Castillo, doble de la estrella. La confusión también fue inscrita en los registros civiles.

En 1950 se casó con Abbe Lane, a la que hizo cantante solista de su orquesta. Quince años despues desistía de este matrimonio y hacía un último intento con Charo Baeza, en 1966, a la que también introdujo en el mundo de la canción.

Cugat es gerundense, de padre republicano y madre modistilla. A los cuatro años se embarcó hacia La Habana, con la familia, siguiendo a su padre, expulsado de España. Allí se instalaron en una humilde vivienda vecina al taller del va lencíano Salvador Iglesias, fabricante de guitarras y violines. "Sí el señor Iglesias hubiera sido fabricante de chorizos, quizá yo hubiese sido choricero", afirma en el libro Yo, Cugat.

El primer trabajo profesional de Cugat, cuando tenía nueve años, ya fue todo un presagio: integraba el trío del cine Payret que ponía las corcheas al cine mudo. Al piano estaba Moisés Simón, el futuro autor de El manisero. En 1912, Cugat decidió plantarse en Nueva York. En 1918 dio un concierto de presentación, a su costa, en el Carne gie Hall pero la crítica no fue muy efusiva con el joven violinista. Aquel mismo año se casó con Rita Montaner de la que se divorciaría tres años más tarde.

Un amigo llamado Vincent López le ofreció un hueco en su orquesta de ritmos modernos. El sueldo redujo los iniciales reparos del concertista. En Casa López conoció a un comerciante catalán en antigüedades que le propuso ser su representante en Los Angeles. Y con jarrones españoles, Cugat se fue a la costa Oeste. Douglas Fairbanks, Charles Chaplin y William Powell fueron algunos de sus distinguidos clientes.

Tras una peripecia sentimental en Cataluña y un fracasado intento de reiniciar su carrera de virtuoso violinista, Cugat regresó a los Estados Unidos y a uno de sus oficios, la de caricaturista. Lápiz en ristre, se fue a los estudios donde Rodolfo, Valentino rodaba Los cuatro jinetes del Apocalipsis. El actor, conociendo su pasado musical, le pidió que formara una orquesta de tangos para crear un poco de ambiente a la hora de rodar las escenas coreográficas del filme. Dicho y hecho. Cugat se presentó con un conjunto entre los que figuraba el que, más tarde, sería el popular cineasta mexicano Emilio Fernández. Valentino le devolvió el favor generosamente: le consiguió la sala Coconut Grove del Ambassador para que actuara. con su orquesta.

Otra vez al frente de una orquesta, en 1930, trabajó en el Tijuana donde había una tal Rita Cansino que bailaba formidablemente. Cugat la bautizó Rita Hayworth y ella siguió su triunfal camino. En aquel año, el cine sonoro había empezado a invadir las pantallas. Con su esposa Carmen como solista, la orquesta de Cugat seguía en el Ambassador, primero como orquesta reserva y, luego, como titular. Douglas Fairbanks, Charles Chaplin y Marion Davin eran habituales de la sala. En su espectáculo también intervenía su sobrina política, Margo. Esta chica era una excelente bailarina y, contratada por el hotel Waldorf-Astoria de Nueva York, arrastró a la orquesta Cugat en el contrato. Cugat y sus músicos permanecieron quince años en este hotel neoyorquino.

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