Rin, el río-frontera

El Misisipí, el Rin y el Sena son los grandes ríos cinematográficos. El río norteamericano es el de los barcos-casinos, de Huck Finn, de las enormes paletas de madera que acarician el agua cuando reman; el Sena es el río-ciudad tan ligado al misterio y mito de París, donde la gente no navega, sino que se mira en su turbia superficie.Si el Misisipí es el río-viaje siempre en movimiento y el Sena el río inmóvil, que aunque nos lo juren no pasa sino que está en París, el Rin es el río-frontera, que no se recorre a lo largo como el primero ni se contempla como el segundo, sino que se atraviesa para dejarlo a las espaldas.

El Rin ha sido el río de la confrontación, franco-alemana, con la obsesión por las fronteras naturales. Las grandes guerras de Europa se han centrado siempre en uno u otro sentido en la necesidad de cruzar el Rin.

Es sintomático que el cine europeo, despojado de un río estilo Misisipí, se tuviera que desplazar a la India para que Jean Renoir echara mano del Ganges en El río; como tampoco es casualidad que la cinematografía española no tenga río, aunque esté ahí la oportunidad del Tajo, si a alguien se le ocurre rodar la novela de José Luis Sampedro, El río que nos lleva.

El cine ha entendido muy bien el carácter fronterizo y mítico del curso de agua centroeuropeo haciéndolo protagonista de historias de fugas milagrosas de los campos de concentración nazis, de la modesta batalla de Remagen para cruzarlo en dirección al corazón germano, y de conflictividades diversas durante la ocupación de Alemania. Por eso, lo esencial del Rin es el puente o la travesía a nado. Es casi como un río que lo hubieran puesto a lo ancho.

Vigilancia en el Rin, es una película de río y frontera, de país en conmoción, y de siniestros recuerdos europeos, con dos grandes intérpretes como Paul Lukas, y Bette Davis: No salió tan bien como Casablanca, pero vale para hablar del nazismo.

Vigilancia en el Rin se emite hoy en La Clave.