Ambrogio Fogar
El explorador italiano ha recorrido a pie 800 kilómetros en 50 días para llegar al Polo Norte
Le han faltado sólo 19 kilómetros para tocar la meta ambiciosa que se había trazado. Pero todos se lo han perdonado como un insignificante pecadillo venial tras la proeza realizada. Ha recorrido, en 50 días de marcha a través de los glaciales, en soledad, para llegar hasta el Polo Norte.
Ambrogio Fogar se ha apuntado así un nuevo tanto en su agenda de explorador encallecido, despertando siempre en los rincones más hondos del subconsciente de los pobres mortales sentimientos, a veces opuestos, de entusiasmo loco y de críticas feroces. La primera gran aventura de Fogar, que le dio su fama mundial, fue su vuelta al mundo en barco saliendo desde Livorno para repetir la vieja ruta de Magallanes. La hizo solo. Quiso repetirla después, pero en sentido contrario: saliendo desde la otra parte del mundo para volver a Italia. Y esta vez con un amigo. Pero acabó en tragedia, porque su amigo perdió la vida y él estuvo a punto de desaparecer para siempre junto con él. Y llovieron sobre su cabeza críticas muy duras por lo que llamaron entonces su inconsciencia. Pero Fogar lleva dentro el gusano de la aventura. O como él mismo ha dicho en su último trozo de diario de este paseo hasta el Polo Norte: "Mi vicio de conocer el mundo me estruja, irresistible y perentorio, como el deseo de un cigarrillo". Y esta vez ha tenido de nuevo en vilo a todos sus hinchas durante los últimos 50 días de su magnífica aventura.En Italia, quienes lo han seguido con mayor pasión han sido los niños. No tanto por él cuanto por, el perro que lo ha acompañado; se llama Armaduk. De él se han preocupado millones de niños italianos los días pasados. Fogar era un héroe, y les parecía natural que recorriera con paso firme kilómetros y kilómetros de láminas de hielo.
Para estos niños era fácil identificarlo con el padre fuerte y omnipotente. Pero, ¿y el pobre Armaduk? Fogar se lo había llevado para protegerse contra posibles ataques de los osos. Pero los niños se preguntaban: ¿Y si lo matan los osos feroces?
Pero sobre todo porque este perro tenía un pasado que excitaba aún más la fantasía y los sentimientos infantiles. Es un husky siberiano que un equipo de cine japonés había usado para unas escenas en ambiente ártico y después había sido abandonado, junto con los otros cuatro perros que habían servido para la película. Los habían dejado atados con una cuerda y considerados ya viejos e inutilizables para arrastrar un trineo. Eran perros jubilados.
Fogar quiso comprar uno de estos perros allá en el Círculo Polar; en Resolute Bay examinó los cinco: cuatro eran de color blanco y negro. Escogió a Annaduk, que entonces aún no tenía nombre, y era de color marroncillo con estrías doradas. A la semana de viaje hacia el Polo Norte el perro se hirió en una pata. Precisamente en el momento en que la situación se hacía más crítica y hacía falta quitar peso del trineo arrastrado por el perro y por Fogar. Pero Annaduk se curó, y continuaron juntos la aventura. Lo más angustioso era que a veces el explorador y su perro se encontraban en una isla de hielo que los arrastraba hacia atrás. Una vez, tras haber andado 90 kilómetros, se habían acercado sólo 15 a la meta.
Otro día, el 23 de abril, se le incendió la tienda de campaña mientras calentaba con el hornillo el agua helada. Tuvo que cortarla con el cuchillo y después remendarla. Fogar contará para grandes y pequeños su nueva aventura. El último día escribió: "He vivido experiencias de todo tipo, pero no sé sí sería capaz de volver a empezar. Creí que iba a llegar al final con mayor entusiasmo, pero las cargas de adrenalina me han hecho polvo. El único que está llegando contento como unas castañuelas es mi perro Annaduk. Yo tengo sólo ganas de ver el bullicio de Milán y de comerme un buen plato de espaguetis".
Los niños, todos, han adoptado a Annaduk como al mejor amigo. Será para ellos el verdadero héroe de esta aventura. Temen sólo que ahora en Italia pueda tener demasiado calor. Pero ya los han tranquilizado, porque al buen Annaduk le han buscado un rincón, lo más, frío posible, en el Norte, en un pueblo que se llama Macugnana.
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