_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Por que no vamos juntos?

La decisión de la UGT rechazando el acuerdo para la celebración conjunta con Comisiones Obreras del Primero de Mayo de este año, responde a una serie de razones, que son las que expone su autor en este artículo. Entre ellas, no es la menor la evidencia de un debate, agudizado desde que este país tiene un Gobierno socialista, entre ambas centrales de clase, ni tampoco la experiencia reciente en este tipo de celebraciones, concretamente, la del año pasado. El autor señala, por otra parte, que la falta de acuerdo concreto en lo que se refiere al Primero de Mayo no invalida la voluntad unitaria de la central de la que es portavoz.

La posición adoptada por la comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores, ratificada posteriormente por su comité confederal, rechazando un acuerdo a nivel confederal para celebrar conjuntamente con Comisiones Obreras el Primero de Mayo de este año, no responde a ningún impulso irracional ni a una actitud sectaria.Contrariamente a lo que sucedía en España antes de la guerra civil, los años transcurridos desde la nueva legalidad democrática han conocido la conmemoración unitaria del Primero de Mayo por parte de las organizaciones sindicales mayoritarias de nuestro país. La quiebra de esta práctica habitual durante los cinco últimos años tiene, sin duda, una relevancia que no se puede minimizar. Es cierto también, sin embargo, que la existencia de momentos de divergencia, de tensión e incluso de ruptura entre las distintas expresiones organizadas del movimiento obrero es algo normal y frecuente en las sociedades democráticas. Siempre he creído que en tales circunstancias, sin ánimo de anatematizar al contrario, lo mejor es señalar claramente las razones de las divergencias. La vieja concepción comunista de que la unidad se mantiene hablando de lo que nos une y obviando el debate sobre lo que nos separa, nunca me ha convencido.

De manera generalizada se ha resaltado el hecho de que esta ruptura se haya producido precisamente el primer año de gobierno socialista. A mi modo de ver, tal coincidencia no tiene mayor significación que la que se deriva de encontrarnos en un contexto político notablemente diferente al de años anteriores. En efecto, otras situaciones de profunda tensión entre UGT y CC OO, como la desencadenada en 1980 a raíz del AMI, probablemente hubiesen desembocado en un Primero de Mayo dividido de no haber tenido enfrente a un Gobierno de la derecha y una realidad democrática menos consolidada que la actual.

Desde la legalización de las centrales sindicales en 1977, la UGT ha practicado una política de unidad de acción con Comisiones Obreras, en base a objetivos precisos y reivindicaciones movilizadoras, dentro de la plena autonomía de la estrategia y las posiciones sindicales de cada organización. En la carta de N. Redondo a CC OO se reitera la voluntad de seguir haciendo posible la unidad de acción en el futuro. Con la posición adoptada por la UGT respecto a este Primero de Mayo no se trata, por tanto, de iniciar el camino de una ruptura de la unidad de acción en todos los frentes.

Es más, es necesario entender claramente -cuando se trata interesadamente de contraponer la acción en común entre ambas organizaciones en la negociación colectiva con la desunión en el caso concreto del Primero de Mayo- que ello no representa ninguna contradicción entre las diversas organizaciones y la dirección de la UGT, sino, por el contrario, la expresión de la voluntad de mantener esos espacios de acción conjunta en algo tan vinculado a los intereses inmediatos de los trabajadores como es la negociación de los convenios. Quizá sea necesario, en este sentido, recordarles a algunos que en la negociación del reciente acuerdo interconfederal, la UGT tomó decidida posición en favor de que CC OO se mantuviese dentro del acuerdo, cuando importantes sectores empresariales y de las propias Comisiones estaban empujando para que quedase descolgada.

Tampoco se trata de marginar a CC OO. Acrecentar su fuerza y su presencia en base a la debilitación de Comisiones no ha sido ni será nunca la política de la UGT. Por otra parte, pienso que a una organización de masas no se la puede marginar: son, en todo caso, sus propios errores quienes le hacen perder credibilidad y apoyo social. Es significativo, sin embargo, que esta concepción conspirativa de la historia y la consiguiente cantinela de la marginación, acompaña siempre a los momentos en que CC OO radicaliza su estrategia; así sucedió en los meses que precedieron al estatuto y al AMI y así sucede ahora en los meses posteriores a la constitución del primer Gobierno socialista. ¿Se radicalizan porque se les margina, o no es más bien cierto que se marginan porque se radicalizan?

Hostigamiento a la UGT

La idea de ganar con rapidez espacio social y político por la izquierda en base a la descalificación y el hostigamiento a la UGT y al Gobierno socialista, no parece ser patrimonio exclusivo de sectores minoritarios, alucinados o miopes, sino la orientación de sectores mayoritarios de Comisiones Obreras. Tras la reunión de su último consejo confederal, el propio M. Camacho ha anunciado un cambio estratégico de la confederación, y el inicio de un nuevo periodo caracterizado por la movilización. Las fuertes tendencias en el seno del comunismo español hacia un claro desmarque del espacio socialista y hacia una cierta cunhalización del PCE, están influyendo poderosamente en CC OO. Hoy están un tanto atemperadas esas posiciones a la expectativa del resultado de las municipales, buscando no romper todos los puentes que harían imposible un acuerdo con los socialistas para el Gobierno municipal. Pero después del 8 de mayo se harán más evidentes. El anuncio de M. Camacho parece corroborarlo. Y ello, sin duda, puede abrir un profundo foso entre las estrategias y la acción de las dos grandes centrales sindicales de nuestro país. En primer lugar, la falta de garantía de que cualquier acuerdo unitario sea respetado en Madrid, donde intervienen los secretarios generales de ambas confederaciones. La intervención, el año pasado, del secretario general de CC OO de Madrid, Fidel Alonso, claramente antagónica con los criterios acordados previamente y el veto en el último momento a la intervención del representante del sindicato polaco Solidaridad, así lo pusieron de manifiesto. El predominio del sector prosoviético en las CC OO de Madrid y la propia radicalización del conjunto de la confederación, hacían prever la repetición corregida y aumentada de la experiencia del año anterior, la desembocadura, en definitiva, en dos manifestaciones antagónicas, en la crispación y el enfrentamiento, en el que el único factor unitario fuese la realización del mismo recorrido. Es posible que, sin la presencia de la UGT en esta ocasión, CC OO tenga la oportunidad de unificar los planteamientos en el seno de su propia organización. En cualquier caso, algunos pensamos que, probablemente, es más posible la acción común en el futuro entre UGT y CC OO después de un Primero de Mayo separados a niveles confederales, que después de un Primero de Mayo juntos pero enfrentados.

'Gubernamentalización' del sindicato socialista

Después está la propia estima de los militantes y afiliados de la Unión General de Trabajadores. Se puede entender que los dirigentes de CC OO estén todo el día pregonando la gubernamentalización de UGT, en la línea de lo que hacía el profeta Jeremías, que anunciaba sus profecías para ver si así se cumplían. Pero lo que no se puede aceptar es la acusación de deshonestidad o de traicionar los intereses de los trabajadores. Durante los últimos meses, los militantes de la UGT han sido tildados de "defraudadores" porque ganaban las elecciones sindicales, o de "vendidos", cuando no de cosas peores, si mantenían posiciones distintas a las de CC OO respecto a conflictos o convenios concretos. M. Camacho ha sostenido que los incidentes que hayan podido suceder entre ambas centrales no deben ser un obstáculo para la realización de una manifestación conjunta, pues él ha ido también conjuntamente con Fraga el 27 de febrero, a pesar de las diferencias. CC OO debe de entender que la UGT no es Fraga, ni los comportamientos unitarios se pueden circunscribir al día Primero de Mayo. Predicar la unidad y practicar la división no es el camino para el entendimiento entre Comisiones y UGT.

Concepciones hegemónicasLa unidad se conquista, nadie puede dictarla. Las concepciones patrimoniales y hegemónicas del movimiento obrero y de la unidad han sido, y siguen siendo, una constante de la tradición comunista en nuestro país. El anatema sobre aquellos que no aceptaban las posiciones emanadas de los "verdaderos representantes" de los trabajadores, también. Afortunadamente, aun a riesgo de ser tachados de antiunitarios, una parte del movimiento obrero de nuestro país en múltiples ocasiones ha rechazado las propuestas unitarias del PCE y Comisiones Obreras, que con posterioridad se han demostrado profundamente erróneas. Lograr una unidad de acción sólida entre lo dos sindicatos de clase en nuestro país pasa por superar concepciones hegemónicas de la unidad, sustituyendo la descalificación y el improperio por el debate. Esperemos que la clarificación que supone este Primero de Mayo contribuya a ello.

José María Zufiaur es miembro de la ejecutiva de UGT.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_