José Luis Gómez, en `El mito de Edipo rey'
Basta un barniz pegajosillo de cultura para hablar del complejo de Edipo. Esto significa uno de los grandes triunfos del viejo teatro: desvelar en escena, un par de miles de años antes de que Freud se enterase, determinadas oscuridades del ser humano -el tabú, la transgresión, el juego de la culpabilidad y de la inocencia, el sentido de lo inevitable, la miseria que puede haber en cualquier grandeza- y dar un solo nombre a una complejidad.
El teatro hizo el mito
El mito de Edipo rey se emite hoy a las 21
35 en el espacio Teatro de la primera cadena.
Probablemente Freud exageró; otros analistas más fríos, más fieles al lenguaje y a la historia, creen que Sófocles -ni sus precursores en esta leyenda- pretendieron mostrar emociones ni arquetipos en la figura de Edipo, sino comportamientos. Pero el teatro en si, el medio cálido de la representación y de la presencia permanente del público ante esa representación, han añadido y hecho definitivos esos factores. La pequeña historia de un hombre que mató a su padre y desposó a su madre no es más que un suceso: el teatro ha creado un mito.José Luis Gómez, actor, director de compañía y aventurero de una empresa económica, ofreció el verano pasado una versión de Edipo rey, de Sófocles. Se trajo un director griego, Stavros Doufeixis, y entre ambos buscaron una cierta universalidad para el mito: las máscaras de Bali (otra cultura), el cante flamenco (por una misteriosa y no muy comprobada conexión con Bizancio, y la conexión de Bizancio con Sófocles no deja de ser también misteriosa) y un texto castellano de Agustín García Calvo (que siempre es una peculiaridad importante).
La aventura fructificó por algún tiempo: entre Mérida (donde se estrenó) y el Griego de Barcelona (llenos diarios), por razones de itinerario y circunstancias, la vio poca España. No la vio Madrid, entre otros muchos núcleos de población. Parece que hubo un pudor excesivo por parte de José Luis Gómez por darla en el teatro que dirige como mandatario del Ayuntamiento de Madrid -el Español-; un demasiado cuidado por la maledicencia. Se buscó un lugar especial y no se encontró (el Frontón Madrid, presentido, no tenía condiciones acústicas). Entre tanto, lo puramente coyuntura) del teatro (que ha llegado a superponerse a lo sustantivo) desflecó la aventura. Otros afanes para José Luis Gómez, otros contratos para algunos actores de la compañía... y una disputa técnica y teórica con el director griego. No me cuesta trabajo, por dos o tres cosas que sé de Gómez, imaginar que al griego le sería difícil dominarle, doblegarle o imponerle sus puntos de vista; ya en Grecia, Doufeixis declaró que los ensayos habían sido para él un calvario. Pero me cuesta menos trabajo, también por dos o tres cosas que sé de José Luis Gómez, intuir que él tendría razón: que su sentido de la dirección de escena, de su capacidad de gran intérprete y hasta sus conocimientos menores o secundarios también del teatro en España podrían funcionar mejor que los del griego. Es un prejuicio mío que gustosamente mantengo.
El hecho es que la aventura tuvo un foral prematuro. Se dice por la profesión que José Luis Gómez salió de ella con bastante comodidad económica y con un crecimiento de su calidad y de su fama artística. Pero se vio poco y por pocos.
La televisión puede darle esta noche (aunque sea a través de un medio frío) el público al que no pudo llegar: quizá millones de personas. Es una ocasión que merece y que nos merecemos quienes tenemos -sin conocer este espectáculo- otras muchas razones para admirarle. Junto a José Luis Gómez, intervienen Juan Meseguer, Fidel Almansa, Joaquín Hinojosa, Jeannine Mestre, Antonio Canal, Abel Viton, así como los cantantes Enrique Morente y Natalia Duarte. La realización es de Luis Enciso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.