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Reportaje:

El Niño de la Capea, un torero con sentido práctico de la vida

Pedro Moya, El Niño de la Capea, ha sido la noticia de la temporada taurina antes de desplegar el capote. Con él, la imagen del torero artista, derrochador de dinero, distanciado de los problemas mundanos y, por tanto, manejable, ha cambiado por la de negociador duro, capaz de atrasar el comienzo de la temporada o de romper una huelga con esquiroles. Sus comienzos en el toreo y su forma de ser dan las claves de su forma de actuar al frente de la Asociación de Matadores de Toros, trabajadores por cuenta ajena y empresarios, según desde donde se les mire.

, Quince años atrás, Pedrito Moya entró como carnicero en La Capea, una especie de escuela taurina fundada en Salamanca con cierto tufo turístico, pero útil en cualquier caso para el aprendizaje de muchachos que quisieran iniciarse en el toreo. Pedrito, de familia modesta, encontró en La Capea una doble oportunidad: la de ganarse un dinero desollando y despiezando las reses muertas y la de hacerse con una habilidad que podría sacarle de la escasez.Cuando el chico apuntaba cosas empezaron a llegarle los contratos para torear en las ferias de los pueblos. Unos contratos leoninos: "Mira, chico: te damos tanto, pero en entradas, y luego tú las vendes por ahí. Si vendes bien, ganas dinero, y si no, es que nadie quiere, verte y no vales".

No debió de compatibilizar mal sus funciones de taquillero y novillero, a juzgar por su presente: a los once años de alternativa es uno de los matadores más cotizados y ha mandado al desolladero más de dos mil toros.

Pero una vez vencida la batalla por la gloria y contra la pobreza, siente que le queda otra por ganar y en ella está la que puede conducir a una ordenación más lógica de la situación laboral del torero. .Aquí hay un absurdo. Nos hemos regido por el Reglamento de Trabajo del Espectáculo Taurino del año 43. Este sector está más atrasado que nunca, por culpa de que nunca nos hemos preocupado de arreglarnos nuestras cosas, y nadie iba a hacerlo por nosotros".

El torero domina las suertes, los terrenos y las distancias, pero sabe poco de porcentajes. Hacía falta quizá un hombre con sentido científico, casi geométrico del toreo ("para ligar bien los pases de muleta el toro tiene que escribir un ocho en su trayectoria y el torero debe estar en el centro de ese ocho"), y con un sentido muy práctico de la vida (el Niño de la Capea tiene fama entre sus compañeros de vivir sabiamente, de ahorrar lo justo, sin gastos estridentes, pero sin privarse de nada, y de hácérselo bien, es decir, de programar inteligentemente su carrera) para llevar a cabo la tarea que tiene por delante la Asociación Nacional de Matadores de Toros, Rejoneadores y Novilleros. Si en sus inicios tuvo que aprender a compaginar las tareas de novillero y taquillero, cuando triunfó tuvo que ser obrero y empresario a un tiempo. "Esto estaba abandonado y hay que organizarlo. Así lo han visto los compañeros y han respondido". Y Pedro Moya confía en que se entiendan sus razones, y que de ésta llegue el cambio a los toros, un cambio que lleve una ordenación laboral a una actividad que carecía de ella. Un cambio que evite que, en el futuro, a ningún novillero principiante se le pueda pagar con entradas.

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