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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Relaciones públicas celestiales

La lamentación parece ser el género favorito de Fernando Arrabal. Y el más rentable de los posibles. Volvió a demostrarlo ayer, cuando era entrevistado por segunda semana en Biblioteca Nacional. Se quejaba por enésima vez el dramaturgo de que no tomamos en serio los españoles su obra monumental, de la conspiración del silencio que padece, de lo muy celebrado que es su teatro fuera de España, y hasta llegó a protestar cariñosamente cuando su amigo y admirador Sánchez Dragó le insistió en el, ya sobado asunto de la aparición de la Virgen, como si tales invocaciones-provocaciones marianas estuvieran bien para un congreso de la CNT o una rueda de prensa con la progresía literaria, pero mal para un tinglado de enorme audiencia indiscriminada. No sé a qué conspiración del silencio se referirá Arrabal, que esta semana lo hemos soportado lamentándose de su malditismo en todas las posturas y en todos los medios, en los públicos y en los privados, en los buenos días y en la colina del amanecer, en los periódicos y en las revistas, y hasta en los suplementos literarios más adversos y caprichosos del mercado cultural. Solo la crisis de Rumasa le hizo algo de sombra periodística. Cierto. Pero creo que quedó suficientemente claro por parte del señor Termes que la expropiación del holding no formaba parte de una retorcida maniobra de la KGB para restarle protagonismo informativo al autor de La torre herida por el rayo.

Otro cantar es lo de la aparición de la Virgen y sus pelmazos fervores católicos en el paraíso del catolicismo. Ciertamente, eso no ayuda demasiado a la comprensión de la obra monumental y resulta frívolo; "poco serio", como él mismo dijo estos días, ya no sé si en TVE, en RNE, en la SER, en RCE, en la COPE o dónde. Pero con los milagros no caben ambigüedades y las ironías marianas se pagan caras en este país, como muy bien sé.

Zanjemos de una vez tan enojoso asunto: o al escritor se le apareció la Virgen y entonces debería halagarle que los entrevistadores insistieran machaconamente en los pormenores del prodigio -pues eso sí sería acontecimiento literario de primera magnitud, porque una comunicación cultural con las altas esferas no ocurría desde San Juan de la Cruz-; o no se le apareció la Virgen y todo forma parte de una campaña de autopromoción por vía amarillista -me refiero aquí al amarillo vaticano-, en cuyo caso él es el primero en no tomarse muy en serio su obra monumental, porque cualquier milímetro que se salga del binomio escritura/lectura resultará todo lo divertido, rentable y legítimo que se quiera, pero es algo que nada tiene que ver con la literatura: sólo con las relaciones públicas y el marketing. Además, ese truco publicitario ya lo utilizó hace muchos años para promocionarse otro escritor español, el padre Escrivá de Balaguer. Y ya se sabe que nunca segundas partes fueron best seller.

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