Fue la noche de Stielike y de los transistores
El Madrid tuvo ayer su noche feliz. Ganó en casa y en el Camp Nou. Fue la noche de Stielike, que levantó al público de sus asientos varias veces y en dos ocasiones, al menos, con ovaciones de un minuto, como los grandes divos. Y todo se completó con la alegría de los transistores y del marcador electrónico. A los 16 minutos, Alvarez, ex madridista, parecía haber marcado para su antiguo equipo y en su antiguo césped. La ovación no desmereció con la que surgió al marcar San José. Cuando el Salamanca, con el Madrid ya conformista, intentaba tímidamente el empate al final, pues apuró, pero sin excesos, el gran aplauso de la hinchada fue para un 0-2 en Barcelona, que pareció un regalo de Reyes atrasado. Sólo el tirón de Metgod, que quizá le impida jugar el miércoles en Milán, ensombreció algo la fiesta, concretada en tres puntos de ventaja sobre el Barcelona, al que siempre le pasa lo mismo, incluso con el más inesperado.El Madrid jugó un aceptable partido, fundamentalmente porque tuvo hombres claves. Corría el minuto 23 de la primera parte. Stielike, tras un arranque de los suyos desde su propia defensa, sirvió un pase espléndido, cruzado, de más de cuarenta metros, a Cholo, el debutante. Este, como iba a tener sobradas ocasiones de demostrar, no lo aprovechó ya dentro del área. Aún está verde para momentos de tanta responsabilidad o, simplemente, no tuvo su noche, pues algún detalle, pese a una planta física no muy halagüeña, sí que pareció mostrar. Pero lo importante fue que ese balón del alemán devolvió el buen sabor del fútbol a un partido que corría el peligro de caer en la mediocridad habitual de los últimos tiempos. Fue un aviso esperanzador. Dos minutos después, San José, tirando a puerta, que es como se marcan los goles, acertó en el que sería el gol del triunfo.
El Madrid, pese a la maraña salmantina, bien montada, sin excesivas precauciones defensivas -pues salvo un leve retraso de Martínez, el delantero exbarcelonista, jugó con tres hombres en punta en la mayoría de los momentos- tenía un buen aire. Asentado en la defensa -que no iba a dejar prácticamente ocasiones de gol al rival-, seguía teniendo hombres providenciales.
Cuatro minutos después del tanto, Camacho, por la banda izquierda, hizo otra gran jugada, sin que Santillana, en noche tampoco afortunada, rematara bien. A los 30, sin embargo, Andújar le anuló justamente un gol precioso, tras una pared con Juanito.
Había detalles de calidad, aunque fuesen individuales, que salvaban de sobra el partido. Las barreras charras saltaban hechas pedazos con la superioridad hombre a hombre.
Juan, en el minuto 40, con un cabezazo pasado, rozando el poste, anunciaba también su show, que alcanzó su mejor momento a los cuatro minutos de la segunda parte, cuando en una especie de rivalidad con Stielike, se fue de cuatro hombres desde el centro del campo y D'Alessandro salvó en una gran salida ante Santillana, completamente solo.
El alemán aún obsequiaría a la parroquia con dos jugadas de excepción. Cuatro hombres cada vez quedaban atrás y Cholo, al que el público disculpó, no pudo rematar. No importó. Todo era felicidad y el Salamanca no parecía el indicado, ni estaba escrito, para romperla.
Fue hasta la noche de los Angeles. Hubo tres en el campo y el madridista también de procedencia salmantina. El Rácing fue el montañés. Tenía que ganar sus únicos puntos fuera de la temporada en el Camp Nou.
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