Serena Vergano regresa a los escenarios en el papel de Beethoven
La llegada de Serena Vergano a Barcelona, su irrupción en el mundo cinematográfico mediados los años sesenta, nos hizo creer que, finalmente, este país había cambiado: su belleza estilizada y un poco ambigua nos acercaba a Europa. La euforia económica del desarrollismo y el resurgimiento cultural no eran elementos ajenos al entusiasmo que iba a despertar Serena, la serenísima, que arrinconaba a las fornidas y exuberantes actrices hispanas. Ahora ha regresado a los escenarios catalanes interpretando a Beethoven.
La imagen de Serena se desvanecería pocos años después, como si sólo se hubiera tratado de un espejismo. Ahora, con motivo del estreno del espectáculo de Carles Santos Beethoven, si tanco la tapa, què passa? (Beethoven, si cierro la tapa, ¿qué pasa?) en el teatro Regina de Barcelona, cuando más de diez años nos separan de aquella excelente Carlota Corday -"una de las apariciones femeninas más hermosas que se recuerdan en un escenario de los años sesenta", afirma Terenci Moix en sus Crónicas italianas-, Serena Vergano vuelve a tomar cuerpo y reaparece en un escenario.Serena Vergano nació en Milán y entró en el cine de manera un tanto casual: "Yo quería trabajar como periodista. Asistí al festival de Venecia de 1960 y fue allí donde Franco Cristaldi me hizo una primera propuesta: entrar en una escuela de arte dramático en la que se tenía la posibilidad de estudiar y, trabajar a un mismo tiempo". Pronto se vio convertida en una de las nuevas estrellas del cine italiano, de un cine hijo del neorrealismo. Su éxito no impidió que aprovechara una coproducción en Barcelona para romper su contrato italiano: "No sé explicar exactamente por qué me fui. En mi memoria se mezclan una serie de recuerdos desagradables: Milán, que es una ciudad fría; yo quería escribir y, en cambio, me estaban convirtiendo en algo que no dominaba, en una gran estrella... Mi llegada a Barcelona me supuso un cambio de óptica. Había entonces un entusiasmo que se correspondía al de la nouvelle vague francesa, al menos en cierto sentido... Para mí, ya no se trataba de vedetismo, sino que se me ofrecía la posibilidad de ver el cine desde detrás de la cámara, de discutir y comentar los guiones, participar en la planificación de la película...". Estamos en el momento de la llamada Escuela de Barcelona con los Esteve, Jordá, Durán, Aranda, Portabella....
Dentro de la filmografía de Serena Vergano sorprenden sus películas con Raphael, como Al ponerse el sol. "Hice dos películas con el cantante. Quería saber si tenía alguna posibilidad dentro del cine comercial de aquí. Pero la cosa no tuvo continuidad, no me ofrecieron más proyectos. Sólo Jaime de Armiñán, que me quiso como prostituta en La Lola dicen que..., un papel que me divirtió, aunque funcionaba dentro de todos los esquemas tópicos". En 1968 recibe un encargo decisivo: la Carlota Corday del Marat-Sade de Marsillach. "Fue muy fácil tener éxito, pero luego... tuve problemas con mi acento italiano. En catalán no podía hacer nada, y eso me obligaba a irme a Madrid, que no me tentaba en lo más mínimo".
En estos últimos años, Serena Vergano ha trabajado en el taller de arquitectura de Ricard Bofill. "Hago fotografías y organizo los dossier gráficos que se necesitan. Me encargo también de la relación con la Prensa". De alguna manera ha reencontrado aquel interés inicial por el periodismo.
Su reaparición en un escenario es una verdadera sorpresa. "Siempre esperé que saliera algo, pero no lo buscaba. Es difícil compaginar distintas actividades". Ese algo es ahora Carles Santos, que le propuso hacer de Beethoven en su espectáculo.
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