Lecciones sobre terrorismo
LA PERSISTENCIA de golpes terroristas, sobre todo en el sur de Italia, no deberían difuminar el significado de los resultados positivos que la democracia italiana ha obtenido, en el curso del año 1982, en la lucha contra el llamado "terrorismo rojo", terrorismo con lenguaje e ideología "de izquierdas", responsable entre otros delitos del asesinato de Aldo Moro.Ha sido un éxito del aparato policial de la magistratura, pagado con alto precio de sangre. Pero ha sido también, y quizá esencialmente, un éxito político, y cuyo interés desborda por eso mismo las fronteras italianas. Recordemos que en la Italia de la segunda mitad de los años 70 el terrorismo logró movilizar a sectores no pequeños de la juventud en universidades y fábricas, sobre todo entre los sin trabajo. Su ámbito no se limitaba a los jóvenes que materialmente cogían una pistola, disparaban y mataban. Por diversos canales, había suscitado apoyos, simpatías, que se traducían luego en acciones concretas de ayuda a las operaciones armadas.
Era una especie de traslado, algo patológico, al terreno de la lucha armada urbana, de las ilusiones de una revolución total nacidas en el 68, y que chocaban con el inmovilismo de un sistema hegemonizado por la democracia cristiana, y con, la tendencia de la izquierda a adaptarse a ese sistema., Se trataba, pues, de un movimiento político, casi de masas, aunque nunca hubo ocasión de medir su fuerza electoral.
El objetivo político -y ello quedó muy claro en las declaraciones de los irreductibles en el proceso Moro- era cuartear el régimen democrático, impedir que la democracia pudiese desarrollarse. Moro fue asesinado porque buscaba una apertura nueva hacia la izquierda, lo que hubiese permitido una evolución progresista. Ese objetivo antidemocrático creaba una zona de coincidencia con posiciones terroristas de signo contrario, fascistas. Y con operaciones de servicios secretos internacionales, con intereses de otras potencias.
Pero una visión de los terroristas exclusivamente como mercenarios que disparan y matan, y zonas oscuras que manipulan, no hubiese permitido a las fuerzas democráticas italianas obtener los resultados que comentamos, porque derrotar al terrorismo implica, sobre todo, privarle de la zona de influencia social que le protege y le alimenta. Las leyes especiales dictadas en Italia para disminuir las penas de los terroristas arrepentidos, en particular si ayudan a la policía, han contribuido al desmantelamiento de varios grupos. Pero, a la vez, se han producido, fuera y dentro de las cárceles, unas manifestaciones de actitudes políticas, a las que se ha prestado menos atención, que han tenido efectos muy importantes.
Recordemos dos ejemplos concretos: el documento redactado en la cárcel de Rebidibbia, de Roma, firmado por numerosos "detenidos políticos", que rechazan ser catalogados entre duros o colaboradores de la policía, reconocen grandes diferencias entre sus respectivas actitudes, pero llegan a la conclusión común de que existe una separación radical y definitiva entre lógica de guerra, lucha armada, y por otro lado, voluntad de estar presentes en un proceso de transformación de la sociedad. Y otro documento, más reciente, firmado en la cárcel de Palmi, en la que están encerrados algunos de los principales jefes de las Brigadas Rojas, que reconoce de modo explícito el fracaso de más de diez años de lucha armada.
¿Qué destaca más en estos textos de terroristas de diversas organizaciones? Que establecen una distinción neta, un corte, entre fines y medios. Los fines no se abandonan; pero los medios se rechazan. Los presos que firman esos textos no modifican sus críticas al sistema, su aspiración a un cambio revolucionario. Pero constatan que, incluso para ese cambio, el terrorismo no sirve, ha fracasado. Por eso rechazan ahora las prácticas terroristas y preconizan, con diversas fórmulas, el retorno a una presencia en la vida social y política.
Aunque nos hemos referido a documentos redactados en las cárceles, es evidente que en ellos se reflejan cambios de actitudes políticas que se han producido en sectores sociales, en particular en los medios en los que nació y de los que se ha alimentado ese terrorismo rojo. La progresiva derrota de éste se entremezcla, sin duda, con fenómenos contradictorios: al lado del abandono del terrorismo, algunos núcleos totalmente profesionalizados en el crimen se incorporan a otras bandas armadas como la Mafia y la Camorra. Pero ello no disminuye el acierto de los que, dentro de la política italiana -cabría mencionar al periódico Il Manifesto-, han sabido valorar desde el principio la importancia de todo lo que llevaba al aislamiento político del terrorismo como condición decisiva de su derrota.
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