Una espléndida secuencia
Si difícil es en el cine norteamericano atribuir cada película al autor que la firma, en el caso de El rey del juego la paternidad del filme se hace doblemente confusa. En este caso sabemos que fue Sam Peckinpah quien comenzó a dirigirla y Norman Jewison quien la terminó, pero no por ello es tan fácil destacar las secuencias rodadas por uno u otro director; sin duda, el montaje final que armoniza todas las secuencias dificulta esa identificación tanto como nos descubre un tercer autor. En definitiva, la estructura industrial de Hollywood no concede tanta libertad a sus autores como la que estos disfrutan en el cine europeo. Y es en Europa donde se ha inventado el término de autor.Aunque en 1965, fecha de realización de esta película, las normas de los estudios no tenían ya la severidad que hubo en las décadas de los treinta y cuarenta, donde cada director se limitaba a cumplir el trabajo que le encargaba (y se puede recordar en este sentido la espléndida anécdota del anciano Howard Hawks en el festival de San Sebastián cuando dijo "¡Ah! ¿Dos cabalgan juntos es de John Ford? ¡Creí que la había dirigido yo!) es probable que Hollywood nunca haya abandonado su tradicional capacidad para controlar el trabajo de los directores.
El rey del juego se emite hoy sábado, a las 23
20, por la primera cadena.
El mago de las cartas
El rey del juego (Cincinnati Kid) parte de un espléndido guión que firman Ring Lardner jr. y Terry Southerd (autor de Viajando con los Rollys Stones, publicado en Anagrama) sobre una novela de Richard Jessup.
En ese texto ya quedan marcadas las líneas maestras de la narración, pero solo un buen trabajo de puesta en escena, de fotografía, interpretación y montaje, consiguen crear esa atmósfera tensa, sucia y emocionante de la larga partida de póquer que se prolonga durante días: es el enfrentamiento del veterano Howard, el rey, el invencible mago de las cartas, contra el principiante Cincinnati Kid, que quiere ocupar su mítico lugar. Es el mejor momento de la película y ocupa, afortunadamente, su núcleo fundamental.
El resto de la trama tiene menos interés. Pero cuenta con un espléndido reparto que favoreció, sin duda, el éxito comercial que la película tuvo sobre todo en España. Edward G. Robinson y Ann Margret, replican con sensibilidad al antihéroe protagonista de la película que interpretó Steve McQueen.
El mito McQueen
Comenzaba entonces a triunfar. Su peculiar introversión le convirtió en uno de los últimos actores mito de Hollywood, alguien que lleva encima -aunque ya parcialmente tan solo- la herencia de los galanes tipo. McQueen aportaba, además, una biografía densa, acorde con los requisitos que el público demandaba a sus ídolos: huérfano delincuescente, carne de correccional, picoteador en cientos de oficios -barman, reparador- de televisores, vendedor, marinero, salvavidas, peón petrolífero-, su triunfo en el cine confirmaba un poco la teoría yanqui de que cualquiera puede alcanzar la fama y la fortuna superando un destino adverso. Cuando McQueen dio carne al jugador de Cincinnati Kid no sabía que, pese a todo, era un perdedor nato, que iba a quedarse en el último envite prendido de un mal cáncer contra el que, hasta el último momento, no tuvo resignación.
El rey del juego va a darnos, pues, la medida del actor y también del personaje que Steve McQueen fue en una época en la que los galanes iban a empezar a convertirse en verano y humo.
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