Otra película joven
Poco antes de la legalización del divorcio, en 1980, Pedro Masó quiso intervenir en la polémica que entonces atareaba a quienes siempre se niegan a la normalización del país. Poco después de la película, el divorcio ya era una realidad en España. El resultado de la película no incidió realmente en ningún aspecto del problema, pero hizo reír a los muchos espectadores que la mantuvieron en cartel durante varios meses.El divorcio que viene cuenta con situaciones comicos que inter pretan con facilidad los cuatro protagonistas, Mónica Randal, Amparo Soler Leal, José Luis López Vázquez y José Sacristán; con exageraciones caricaturescas, menores en las mujeres, sobre todo en Amparo Soler Leal, que hace un divertido trabajo, estos actores entresacaron del texto sus aspectos de vodevil y los transformaron en farsa.
El divorcio que viene se emite hoy, a las 23
20 horas, por la primera cadena.
Ocurre así con claridad en la primera parte de la película cuando el tema del divorcio no ha hecho aún su aparición. Un hombre casado embaraza a la mujer de su socio: el escándalo sitúa a los dos matrimonios ante la necesidad de divorciarse o, mejor dicho, esperar la legalización del divorcio. Mientras tanto, deben convivir de alguna manera y dar al hijo que nace los apellidos del marido de la madre.
Lo que les inquieta, de cualquier forma, no es tanto la espera de la ley como su fracaso sentimental: son unos cornudos, como ellos dicen frecuentemente al son de un pasodoble torero. En este sentido, el lenguaje callejero que se utiliza en la película fue, sin duda, uno de los elementos que ayudaron al éxito de El divorcio que viene: aún es fácil ver reírse a quienes por vez primera oyen en la pantalla lo que es habitual en la calle. Los timoratos y ridiculos términos que el cine español utilizaba para encubrir el lenguaje popular fueron dando paso, tras la muerte de Franco sobre todo, a una normalización que ya suele alcanzar también al doblaje de películas extranjeras.
En esa primera parte de El divorcio que viene, los gritos, los chistes y las situaciones exagera das permiten pensar que Masó estuvo a punto de alcanzar, dentro de su estilo, la calidad de muchas buenas comedias italianas que tan inteligentemente han sa bido inspirarse en los sucesos co tidianos. Una esperanza que se frustra, pues que, poco después, ni Pedro Masó ni su guionista Rafael Azcona supieron involu crarse en la polémica del divorcio; para esquivarla, se suceden secuencias de menos brillantez e incluso, en ocasiones, de vulgar relleno. Les falló la inventiva y hasta para incluir un par de anuncios pagados, como ocurre ahora con tanta frecuencia en el cine, norteamericano sobre todo, utilizaron unos trucos carentes de imaginación. Independientemente de la calidad final de la película, es claro que su éxito comercial la sitúa en zonas de interés alejadas del propio cine. En cierto modo, El divorcio que viene sirve cprno muestra de la sensibilidad de amplias zonas del público. La trayectoria general de Pedro Masó -como guionista primero, productor después, y ya director-autor- es una de las claves que pueden utilizarse para entender ciertas parcelas de la vida española de los últimos años. Antes por lo que omitían, y ahora por lo que pretenden mostrar, sus películas tienen múltiples lecturas.
Es ésta la segunda película de escasa edad que Televisión emite en pocos días. Es un excelente sistema para divulgar las novedades que el cine español ha vivido desde 1975. Mucho más cuando se anuncia para dentro de poco tiempo un ciclo retrospectivo en el que se incluirán películas españolas de hace más de cuarenta años.
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