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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vacaciones para la paz

CON EL mismo desmayo, discreción y desgana con que se reanudó hace seis semanas la Conferencia de Madrid, apéndice ya lejano de la reunión y acta de Helsinki, se han separado sus distintos oponentes para pasar las Navidades en familia: unas vacaciones que terminarán el 8 de febrero, cuando vuelvan a reunirse, sin duda, para dar fe otra vez de que son irreconciliables.La Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa es un espejo de nuestro tiempo: convocada para limar diferencias, asperezas, desigualdades en el concepto del humanismo, y combatir el exceso de fronteras ideológicas en nuestro continente, son esos mismos factores los que se esgrimen ahora para hacerla imposible. No es difícil constatar, sin embargo, que desde el primero de agosto de 1975, fecha en que firmaron el Acta de Helsinki los representantes de 35 países, hasta hoy mismo, las circunstancias de Europa no son peores en sí mismas. Incluso son mejores. Lo que ha empeorado de una manera considerable es la tensión internacional, la relación directa entre la URSS y Estados Unidos y el reflejo de la crisis económica surgida de actitudes defensivas del Tercer Mundo.

Son esas circunstancias extracontinentales, extraeuropeas, las que están determinando la situación de Europa, y las que hacen prácticamente imposible el progreso de esta conferencia. La gama militar, que va desde la disputa de los misiles hasta el brote del pacifismo; la gama económica, que trata de anular los esfuerzos de comunicación Norte-Sur, introduciéndolos en el conflicto general Este-Oeste; la tesis de Reagan de que la tensión es indivisible y, por tanto, no se puede arreglar por sectores, lo cual llevó a la conferencia el tema de Afganistán; las acusaciones mutuas entre las dos grandes potencias de fomentar la violación de los derechos humanos en el mismo continente (Polonia y Turquía) y fuera de él, se superponen al propósito inicial de la conferencia. Se suponía que los países continentales, separados entre sí por unas fronteras cada vez más artificiales en cuanto se refiere a su vocación de humanismo, su idea de civilización y cultura, iban a poder presionar sobre las dos superpotencias para que redujeran su hostilidad mutua. No ha sido así.

Queda lo que se llama el documento RM 39, en torno al cual se han estado celebrando las reuniones de Madrid, y que volverá a ser discutido en febrero. Está elaborado por los países con mayor capacidad de neutralidad dentro de Europa en el intento de encontrar una expresión de compromiso y evitar que la conferencia se rompa sin esperanza ninguna. Ese mismo documento ha servido, a su vez, de pieza de disputa. Lo más triste es que su contenido es prácticamente nulo: es una declaración de buenas voluntades, un deseo de seguir adelante, una especie de declaración de la naturaleza de la conferencia misma. El texto quizá puede ser retocado en febrero, y puede que señale, entonces, el final de la Conferencia de Madrid. Si se rechaza, será el fracaso, tan definitivo como pueda ser cualquier cosa en política. Si se acepta, mantendrá la posibilidad de otra nueva tanda de conversaciones, en lugar y fechas aún no previstos. Ni siquiera en ese caso podrá hablarse de un éxito real, de un progreso de la distensión y la cooperación, en la Conferencia de Madrid.

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