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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Elecciones sindicales: ¿acaban o empiezan?

En efecto, no están muy lejos los tiempos en que ciertos dirigentes de la central sindical Comisiones Obreras reclamaban del Gobierno y de los medios de comunicación, particularmente de radio y televisión, casi, casi, el mismo tratamiento para la campaña electoral sindical que la que normalmente se viene dando a la campaña de elecciones parlamentarias.En este planteamiento y en la negativa a variar ligeramente el calendario de las elecciones sindicales para que no coincidieran con las parlamentarias se ponían de manifiesto dos problemas al menos curiosos; uno de ellos, político: la pretensión de equiparar unas elecciones sindicales a unas elecciones políticas (menos mal que en marzo del año próximo se cumplen cien años de la muerte de Marx y, por lo tanto, va a ser muy difícil que levante la cabeza, que si no ... ), y el otro, de aspecto más cotidiano, pero no menos chusco: que, de acuerdo con el dictamen del Consejo de Estado, si el período electoral que se computa es de dos años, el mismo tiempo durará la campaña electoral, lo que, traducido a espacios de Prensa, radio, televisión, mítines y demás, iba a resultar más bien caro, cansado y monótono, ¿no creen ustedes?

Dejando de lado este aspecto de la cuestión, que, interpretada así, podría mover a risa, yo no sé si la orientación dada por el Consejo de Estado es la más correcta o no. Pero si se acata y se hace efectiva, lo que se plantea entonces es que las centrales sindicales están en campaña electoral permanente, que los resultados globales válidos para el 31 de diciembre de 1982 pueden variar el 3 de enero de 1983 y que, por tanto, en el terreno sindical está de más hablar de campaña electoral de manera específica y limitada en el tiempo.

Cosas que a mí, en principio, no me parecen mal, y como creo que arbitrar un sistema de representación de las centrales por períodos estables (dos años o los que sean) en organismos como el Instituto Nacional de Empleo, Junta Superior de Precios, Instituto de Mediación, Arbitraje y Conciliación, etcétera, no es difícil ni incompatible con el dictamen del Consejo de Estado, decididamente, y de ahora en adelante, me lanzaría por ese camino, al que, de paso, le atribuyo algunas ventajas.

La representatividad sindical

Primero: empezaría a enfocarse el importante tema de la representación de los trabajadores dentro de las empresas como un tema fundamental para cualquier sindicato, al que hay que dedicarle esfuerzos constantes y diarios, sin someterlo a la distorsión que una campaña electoral general y esquematizada trae consigo.

Hablar de democratizar las relaciones laborales sin hacer un gran esfuerzo por que la mayoría de los centros de trabajo cuente con representantes sindicales elegidos no es muy convincente y, mal que nos pese, en este aspecto la actual campaña está dando la impresión de que se busca más el resultado final (quién queda en primer lugar y quién es el segundo, en definitiva, quién gana a quién) que la extensión de las elecciones a todas las empresas.

Al menos, en la Prensa diaria yo no he visto datos completos sobre el alcance real de estas elecciones a niveles nacionales, provinciales y por ramas de la producción, pero, de lo publicado, uno recibe la sensación de que esta vez el número de elecciones es menor, el número de delegados, también, y si bien es cierto que la Unión General de Trabajadores y Comisiones Obreras se consolidan como centrales mayoritarias, y con ellas, el sindicalismo de clase, lo es más por comparación con otros sindicatos minoritarios que por positiva extensión y fortalecimiento de las centrales mayoritarias.

Un ejemplo: en el sector de la construcción de la provincia de Madrid, que cuenta con un censo superior a los 130.000 trabajadores, entre el 1 de enero y el 18 de noviembre de este año se habían elegido, según los datos del Instituto de Mediación, Arbitraje y Conciliación, 502 representantes, correspondientes a 136 centros de trabajo y 10.046 trabajadores.

Se podrá dulcificar el dato aduciendo el alto número de parados y de trabajadores que, por estar en centros de trabajo muy pequeños, no tienen derecho a representación sindical, pero, así y todo, hay que reconocer que es preocupante.

Desmovilización total

Segundo: enfocado el tema electoral como un esfuerzo continuado por hacer más rica y completa la representación de los trabajadores en la empresa, nos evitaría al país entero el no por viejo menos estimulante y lamentable espectáculo de las peleas entre centrales, con su correlato de impugnaciones, actas falseadas, desmentidos y demás.

Con pedir al Instituto de Mediación, Arbitraje y Conciliación que llevara una estadística exacta con las nuevas elecciones que se produzcan y los delegados que dejan de serlo por desaparición del centro de trabajo u otras causas, y que fuera publicando periódicamente esos datos, el tema quedaría zanjado y normalizado y se evitarían las discrepancias sobre los resultados.

Tercero: la actividad electoral de los sindicatos quedaría así desprovista de sus aspectos más artificiales y propagandísticos y permitiría que las centrales, sus federaciones y sindicatos provinciales no descuidaran otros ámbitos de actuación tan importantes o más que las elecciones, como puede ser la negociación colectiva.

Es verdad que este año han coincidido circunstancias excepcionales (elecciones y Gobierno PSOE) que podrían explicar un poco lo que está pasando, pero, de alguna manera, es preocupante que se esté acabando el año, que con él finalicen el Acuerdo Nacional sobre Empleo y casi todos los convenios (firmados por dos años), y que, quitando algunas referencias hechas últimamente por las cúpulas de las centrales, la mayoría de los trabajadores no sepa prácticamente nada de cómo van a ser sus convenios para 1983.

Negociación colectiva

Yo también pienso que las cosas, con el nuevo Gobierno, pueden ser algo más fáciles que otras veces, al menos en temas como la jornada laboral, la jubilación, el desempleo, etcétera, pero me parece demasiado arriesgado fiarlo todo a la negociación por arriba y no propiciar el interés y la participación de la gente en temas que, como estos de la negociación colectiva, les afectan tan directamente.

Nadie está pensando este año en otoños calientes, movilizaciones generales y cosas de ese estilo, y está bien. Pero de ahí a la desmovilización más absoluta, a la marginación en que se está dejando a la gran masa de trabajadores, media una distancia que, en una democracia de cambio y progreso (que no ilustrada), exige llenarla con formas de participación tan sencillas como la información, la explicación, la discusión en reuniones y asambleas, la recogida de opiniones y demás.

Javier García es trabajador de la construcción.

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