'Pascual Duarte', la violencia española
Los yermos campos de Extremadura, aplastados por el sol. El paro, el hambre, la sinrazón de un orden que obliga al campesino a repetir generación tras generación el mismo papel sumiso, pendiente siempre de la caprichosa voluntad del cacique o de sus matones; el obligado camino de la prostitución para las mujeres que quieran abandonar su papel de trabajadoras de mísero sueldo y obedientes acompañantes del hombre en su reposo nocturno... Un mundo violento que se cree justo porque ya tiene previstas las mínimas revueltas individuales, ahogadas casi siempre en alcohol.
Represión de la censura
Surge, sin embargo, Pascual Duarte: un niño tierno que crece en la miseria y sólo en la violencia encuentra su forma de protesta. Una violencia que nace objetivamente de la aridez de una tierra calcinada y se traduce en una guerra sangrienta y que él, vehementemente, prolonga en pasiones irrepetibles que no puede mostrar a la luz.Ricardo Franco dirigió esta película en 1975, cuando aún la censura reprimía con fuerza la expresión libre del cine español. Quizá ello sugiriera a los guionistas -Martínez Lázaro, Elías Querejeta y el propio director- la utilización de fuertes elipsis que redujeran la historia a sus páginas fundamentales: pudo desconcertar esa narrativa a los espectadores españoles del momento pero no así al jurado del Festival de Cannes de 1976, que consideró Pascual Duarte como firme candidata a su primer premio hasta que la proyección de Taxi Driver inclinó la balanza en favor del cine norteamericano.
Cólera callada
Compensó el jurado al filme español con el premio de interpretación masculina: José Luis Gómez, por su encarnación de Pascual Duarte, podía sintetizar los valores generales de toda la película.Lo que no gustó en Cannes fueron algunos momentos precisos: el disparo mortal de Pascual Duarte contra su perra de caza (una vez que Rosario, su hermana, a quien quiere por encima de toda norma, se ha ido a Trujillo, acompañada de un vulgar chulo) o la matanza de la mula que Pascual practica con frialdad, como única forma de compensar la angustia que le produce la muerte de su esposa, son, ciertamente, momentos terribles.
¿Podía parecerles más normal a los espectadores franceses la secuencia del garrote vil en el que Pascual Duarte finaliza su triste vida? Momento álgido de la película que es capaz de resumir la cólera callada que motiva toda la historia.
Aunque inspirada en la novela de Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte, la película tiene una total autonomía. La corrección del propio título indica que sólo en el personaje central volcaron su atención guionistas y director. Los acontecimientos históricos en que se sitúa su biografía -la ejecución del anarquista Ferrer, la proclamación de la República, las represalias del llamado alzamiento nacional- inciden en la vida de Pascual, pero no son desarrollados más que como telón de fondo. El espectador debe conocer la significación de esos acontecimientos.
Lo que importa es el subdesarrollo en que viven Pascual y sus contemporáneos, un subdesarrollo superado ya en parte, pero que se retrotrae en el tiempo a las épocas más oscuras de la historia española.
La fotografía de Luis Cuadrado precisó con extremada sensibilidad la dureza de esa vida subhumana. Luis de Pablo compuso una música capaz de insistir en la elección estética del fotógrafo; sin ambos, sería inimaginable ahora este primer largometraje profesional del joven Ricardo Franco, que, posteriormente, dirigió Los restos del naufragio, también exhibida en el Festival de Cannes, aunque sin idéntico éxito.
Pascual Duarte se proyecta hoy a las 22.00 horas por la segunda cadena.
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