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NECROLÓGICAS

Recuerdo de Luis Villalba

La noticia del fallecimiento de Luis Villalba Olaizola, tan sentida no sólo por familiares y allegados, sino, también, por el amplio círcuIo de cuantos le conocían, ha pasado inadvertida del gran público, pese a tratarse de un embajador de España, especialmente abnegado y eficaz servidor del país. Hombre de arraigada convicción liberal, ha conseguido, durante sus largos años como cónsul, consejero cultural, vicedirector de la Escuela Diplomática y embajador, finalmente, en Oslo, compaginar su condición de funcionario apolítico con sus convicciones democráticas, manteniendo diálogo, cooperación y ayuda con los emigrados, especialmente los intelectuales, no pocos de ellos maestros o condiscípulos, así como con los trabajadores españoles en el extranjero.No en vano Villalba había sido alumno de la Institución Libre de Enseñanza, bachiller en París, licenciado en Derecho y Letras por Ia Universidad de Madrid, excelente latinista, es decir, un epígono de la gran tradición humanista europea, interpretada a través de su intenso amor por España. Ahora bien, si era un experto en las llamadas humanidades, era también, y sobre todo, un maestro en humanidad, para quien nada de lo humano resultaba ajeno. Ciertamente, su lucidez le hacía ver los defectos y su acervo cultural captar los errores, pero su natural tolerante le permitía disculparlos. De aquí la sonrisa indulgente con que solía distanciarse de toda crítica acerada o maledicencia; transigencia esta perfectamente conciliable con la firmeza de sus convicciones éticas y lo consecuente de su comportamiento, puesto que era ésta la que, en definitiva, hacía posible aquélla.

Este hombre, amigo de la ver dad y de sus amigos, carecía de enemigos; al menos en la medida que de él dependiese, complaciéndose en mantenerse alejado de todo patio de Monipodio e incluso de la sólita feria de vanidades. Ha fallecido como había vivido, con la mayor discreción, y por ello estimo legítimo que EL PAIS le conceda esta publicidad póstuma.

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