La política catalana se bipolariza entre Convergència i Unió y el PSC-PSOE
La bipolarización política entre Convergéncia i Unió (CIU) y el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), ya apuntada en los comicios autonómicos de 1980, ha desplazado de la escena electoral catalana el equilibrio pluripartidista de anteriores campañas. Las ofertas electorales, en este contexto, han relegado a un segundo plano la polémica nacionalista y se han centrado en la formulación, de las alternativas económicas.
Las opciones socialista y convergente -la de la Cataluña que quiere ser fuerte en Madrid y la que ha apostado por el cambio socialista- han intentado capitalizar la atención del electorado. Dos formaciones políticas que han reclamado el voto útil. La primera para frenar una posible avalancha socialista en el resto del Estado y poder negociar con ella desde una cualitativa posición de fuerzas paralamentaria. La segunda, para reafirmar el cambio y, con él, recuperar en Cataluña el protagonismo que perdiera en las elecciones autonómicas.Para los socialistas catalanes, el componente estatalista de estas elecciones hajugado a su favor, en detrimento de las otras opciones de izquierdas, especialmente la de los comunistas catalanes del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Sin embargo, los expertos electorales del PSC han tenido que introducir, a medida que avanzaba la campaña, elementos que incidieran en la catalanidad de su opción. Así, de manera paralela a la potenciación de un líder de marcada tradición nacionalista como Raimon Obiols, lanzaron, a media campaña, el eslogan Cataluña, al Gobierno, en réplica a la Cataluña fuerte y decisiva en Madrid de Miquel Roca.
No obstante, las ofertas económicas de ambos partidos -la de tintes neoliberales de CiU y la socialdemócrata del PSC- han ocupado buena parte de las intervenciones y debates públicos de sus líderes. En este terreno, la patronal catalana, Fomento del Trabajo Nacional, ha movido sus resortes económicos y propagandísticos en una doble dirección: descalificar la oferta socialista y poterciar las de CiU y AP.
Mención aparte merece el papel jugado por la Iglesia catalana que, a través del cardenal-arzobispo de Barcelona, Narcís Jubany, ha mantenido una imagen pública de neutralidad, en dos glosas dominicales en las que, con citas al papa Pablo VI y al concilio Vaticano II, explicaba que ninguna opción podía arrogarse en exclusiva el sentir evangélico.
El franquismo sociológico
La derecha conservadora catalana, por su parte, ha afrontado estas elecciones con una renovada imagen. La opción de Fraga, con poco tradición política en Catalunya -en las elecciones al Parlamento autonómico se situó por debajo del 3%-, ha buscado tanto el apoyo del franquismo sociológico -un retrato del general Franco colgaba de una de las paredes del despacho del intendente general de AP en la visita preelectoral de Fraga a Barcelona-, como el calor de los sectores populares defraudados, a los que el líder aliancista lanzó palabras de aliento en su gira por el cinturón rojo barcelonés.
Centristes-UCD, por su parte, ha dirigido sus esfuerzos a recuperar los más de 2.36.000 votos que perdiera en las elecciones autonómicas en relación a las del 15-J. En este empeño, CC-UCD ha contado con el apoyo de Federico Mayor Zaragoza, como cabeza de lista por Barcelona, y ha jugado la baza de Landelino Lavilla, un lleidatá (leridano) para la presidencia del Gobierno. El CDS de Adolfo Suárez, sin embargo, ha pugnado por desbaratar en Cataluña las pocas posibilidades que alberga un ucedismo en descomposición.
En el campo nacionalista, la bipolarización entre CiU y PSC ha llevado a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) a marcar diferencias entre ambas opciones. Frente a los socialistas ha esgrimido el factor LOAPA -Cataluña no puede ser moneda de cambio- y a los convergentes, con los que ha suscrito una alianza para las ternas senatoriales, ha reprochado su "nacionalismo de derechas", que ha comparado con el de la antigua Lliga Regionalista. Los esquerristas han lanzado como número uno a Francesc Vicens, un intelectual expulsado en 1964 del PSUC si bien, en los últimos días, han recurrido a la clásica imagen de su líder indiscutible, Heribert Barrera.
A todo ello, la opción comunista del PSUC, la que mayor estabilidad ha mantenido en las anteriores consultas, ha intentado contrarrestar un doble handicap: el voto útil de izquierdas que juega en favor de Felipe González y su reciente crisis interna que desembocó en la creacción del nuevo Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC), de carácter prosoviético. Este fuerza política ha reclamado para sí los votos del comunismo de siempre y ha llamado puerta a puerta a su militancia para conseguir un diputado por Barcelona.
En el resto del espectro, el Partido Socialista de Andalucía (PSA) ha hecho una campaña más tenue que la de las elecciones autonómicas y ha reclamado el apoyo de la emigración, mientras, en el extremo opuesto, el catalanismo radical de Nacionalistes d'Esquerra (NE) ha intentado aglutinar el voto leal y de la firmeza.
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