Una película en la historia de España
En los primeros meses de 1956 unas confusas protestas estudiantiles en la Universidad de Madrid fueron, poco a poco, adquiriendo envergadura y claridad, hasta convertirse en el primer síntoma abierto, con escape hacia las calles, de que España despertaba de la modorra de la dictadura y luchaba a la luz del día contra ella.Durante y después de los sucesos de febrero de 1956 en Madrid, otra vez volvió a la noche española el fantasma de la caza del estudiante y el intelectual rojo. La policía política del franquismo hizo, como de costumbre, horas extraordinarias y se llevó a los calabozos de la Puerta del Sol a un buen número de personas, muchas de ellas hoy con nombre sonoro.
Uno de ellos fue el del director de cine Juan Antonio Bardem, ya internacionalmente conocido tras los estrenos de Cómicos y Muerte de un ciclista, en 1954 y 1955, respectivamente. Bardem estaba rodando, cuando le detuvieron, un nuevo filme titulado Calle Mayor, que en los círculos cinéfilos, aun con meses de antelación, se aguardaba con sed. Gracias a Bardem y a Berlanga, el cine en España había dejado de ser una puerta para el olvido y se había convertido en un punto de encuentro de los españoles consigo mismos.
El rodaje de Calle Mayor quedó suspendido con la detención de Bardem. De la burocracia cultural franquista surgió la idea, una hipócrita simulación de apoyo a los trabajadores del filme, de que se le sustituyera por otro director. Pero entonces se produjo uno de esos actos hermosos que, de cuando en cuando, jalonan la rutina de la creación cinematográfica: el equipo técnico y artístico del filme soportó intensas presiones, pero se negó a seguir filmando bajo las órdenes de otro director que no fuera Juan Antonio Bardem. Costó trabajo, pero el director salió a la calle y siguió con su labor, con su mejor labor.
Calle Mayor se estrenó a finales de 1956 y se convirtió en uno de los grandes acontecimientos culturales de un año crucial, plagado de ellos. La muerte de José Ortega y Gasset, la celebración del Congreso de Escritores Jóvenes, la primera gran revuelta estudiantil madrileña y el estreno de Calle Mayor fueron los pasos consecutivos que recorrieron muchos miles de muchachos españoles en busca de su identidad personal, intelectual y política. El estreno de Calle Mayor tuvo lugar en el cine Gran Vía de Madrid. Fue un éxito delirante. Hubo gente que enronqueció en los minutos de griterío que siguieron a la proyección, que había sido interrumpida en cuatro ocasiones por ovaciones cerradas.
En España, gracias a Bardem y a algunos otros, comenzó a tomarse al cine en serio. Calle Mayor, desde su mismo rodaje ejemplar, es más que una película, es parte entrañable e inseparable de la historia española reciente, una floración de la lucha por la libertad en el marco de su más violenta negación. Sólo desde esta óptica puede y debe verse ahora, más de un cuarto de siglo después de su estreno, Calle Mayor.
La película está basada, aunque en realidad se trata de una adaptación muy libre, en una famosa comedia de Carlos Arniches escrita en los años veinte, La señorita de Trevélez. Sin embargo, las tonalidades dramáticas y narrativas que diferencian a la comedia de la película son tan acusadas, que el parentesco inicial se diluye durante el desarrollo del filme y éste acaba por tomar derroteros tan propios, que incluso hay que situarlo, al menos en algunos aspectos, en las antípodas de Arniches.
Por ejemplo, la solución arnichesca al conflicto deriva desde la comedia hacia el melodrama, mientras que la de Bardem huye de la opción sentimental propia del melodrama y toma el duro y complejo desenlace del filme con sequedad y violencia, a la manera del mejor realismo italiano, tan vigente en la época, o del gran maestro norteamericano de Bardem, que es Joseph L. Mankiewicz.
El filme expone con austeridad, precisión y gran sentido de la minucia, la asfixia moral de la vida provinciana española, pero no a la manera tradicional, sino con nuevos, muy nuevos, ingredientes para la época y el tipo de sociedad represiva en que la película fue rodada. Para esta época y esta sociedad, la peripecia individual de la tímida solterona y el señorito guasón, vista a la manera del realismo distanciado de Bardem, se convirtió insensiblemente en un filme de gran agresividad política, incluso secretamente subversivo. Y Bardem, que tendía a un exceso de explicitud en sus filmes, alcanzó aquí un notable dominio de lo indirecto como método para alcanzar las dianas más directas. Una anécdota de -buen- teatro burgués convencional, en las manos de Bardem, se convirtió en una grave parábola política.
Además de su fría disección de guión y puesta en escena, Bardem contó para Calle Mayor con un instrumento expresivo muy afinado, del que supo sacar un gran partido: la intérprete. Una actriz norteamericana, Betsy Blair, encarnó con raro pudor y economía gestual el amargo personaje de la protagonista, flanqueada por un José Suárez que hizo aquí su mejor trabajo. Y, como siempre en el cine español que merece la pena, con un buen reparto de secundarios, que dan solidez innegable al entramado de la escena y la secuencia.
Calle Mayor se emite hoy a las 21.45 por la segunda cadena.
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