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Las elecciones sindicables, contra CC OO y UGT

El actual proceso de elecciones sindicales está llevando a las dos centrales mayoritarias, Comisiones Obreras (CC OO) y la Unión General de Trabajadores (UGT), a un mutuo descrédito en un afán de alzarse con la primacía sindical.Es, hasta ahora, una guerra incruenta, de cifras y de datos, de fraudes y de fechas, que los trabajadores del país contemplan con estupor. Los resultados electorales son distintos en función de la fuente que suministra la información. En ocasiones, se trata de manipulaciones pueriles y fácilmente comprobables.

Las organizaciones dan a conocer resultados escamoteando uno o dos delegados, o encubren aquellos que no les benefician.

En otros de ser ciertas algunas de las denuncias que tanto Comisiones Obreras como UGT han hecho públicas en estos días- se trataría de elecciones no celebradas, delegados electos que no se han presentado como -elegibles, actas falsificadas.

Todo un rosario de irregularidades que -y en esto coinciden ambos sindicatos- posiblemente tengan su origen en la falta de una normativa clara sobre elecciones sindicales que las permite y posibilita.

Si en los anteriores comicios a delegados de los trabajadores se dio un cierto intervencionismo empresarial que puso en cuestión la veracidad de los resultados definitivos, en esta ocasión, la coincidencia de estas elecciones con las generales ha introducido un factor que distorsiona aún más el complejo proceso electoral.

La Administración, con las maletas preparadas en las puertas de los diversos ministerios, ha remitido el problema a las propias centrales, olvidando que la normativa electoral duerme desde hace meses el sueño de los justos.

Apenas resucitada hace unos días, la lentitud con que se ha abordado el problema -precisamente cuando el proceso electoral se encuentra en su punto más caliente- imposibilitará, casi con toda seguridad, que estos comicios cuenten con un marco de juego que sólo puede conceder la publicación de la normativa correspondiente.

Asumir la tarea de poner orden

Todo hace pensar que el Gobierno que salga de las urnas tendrá que asumir la tarea de poner orden en este campo.

Pero ya no podrá evitarse que las elecciones sindicales que ahora se están celebrando sigan siendo el campo de batalla en el que los dos sindicatos se tiren por la vía de las acusaciones y el descrédito. Porque ya no se trata de la honestidad con que ambas organizaciones lleven a cabo sus respectivas campañas, sino de la pobre imagen que ante los trabajadores del país están ofreciendo los dos sindicatos que se disputan su confianza.

Para Comisiones Obreras el triunfo en las elecciones es casi una cuestión de principio. Las posibilidades de un Gobierno socialista hacen que esta central se plantee la necesidad de un sindicato fuerte que impida su hipotética marginación a favor de UGT. "Sólo con una mayoría indiscutible", piensa Comisiones Obreras, "estará obligado a contar, quiera o no, con nosotros".

El temor a un pacto social, en el que, al igual que ocurriera con el Acuerdo Marco Interconfederal (AMI), dejara fuera a Comisiones Obreras, es un acicate para enfrentarse a las elecciones sindicales echando el resto.

Por su parte, UGT -aunque por distintas razones- se encuentra en situación muy parecida.

También la posibilidad de un Gobierno socialista, que presumiblemente contará con miembros estrechamente vinculados al sindicato, le obliga a conseguir una representatividad que le permita una postura de fuerza en la próxima legislatura.

Para seguir contando con la confianza de los trabajadores, la Unión General de Trabajadores, más que Comisiones Obreras, se verá obligada a mantener actitudes de dureza que diferencien, ante eI mundo laboral, la política del próximo Gobierno de la propia del sindicato.

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