Solidaridad perdida
El fútbol parece empeñado en no cambiar. Los jugadores, que habían dado pasos importantes para lograr sus reivindicaciones, no levantan cabeza desde la última huelga que torpedearon ellos mismos. Siguen sin fuerza y su apatía les puede costar cara. La solidaridad es una palabra demasiado olvidada en España y su primer deporte-espectáculo no iba a ser una excepción. La hubo, pero fracasó y difícilmente se volverá a conseguir. El espíritu de equipo debería ser intocable no sólo dentro del campo (aunque ya en él se notan sobradamente las deficiencias) pero la enseñanza general del yo (mi coche, mi chalé ... ) ha hecho escuela desde hace años, exacerbando la normal promoción personal a casi todos los niveles.Las consecuencias son bien claras. Los clubes, sín presiones que les alteren, se frotan las manos patronales y la Portafederación da prórrogas a los morosos sin que nadie se escandalice. En realidad, en medio del escándalo ya se sabe que uno se acostumbra y lo anormal es escandalizarse. En el individualismo general del sálvese quien pueda, al que le toque la china de no cobrar, que se aguante. Todo muy triste.
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