La vida cotidiana
La vida diaria en un camping es muy diferente según se esté de paso en una ciudad que se visita o se trate de una estancia larga y en plan descanso, bien en la playa, bien, por ejemplo, en la sierra. En cualquier caso, la estancia en el camping tiene siempre unas características básicas comunes, que incluso trascienden a los diversos países y costumbres.La principal diferencia con otras formas de vacaciones es que el campista se lo hace todo. Cuando llega a un camping levanta su propia casa, más o menos amplia y surtida de comodidades, y lo hace todo en ella: desde limpiar y arreglar hasta hacer la compra, cocinar, lavar los cacharros y la ropa, etcétera. Por eso los mejores campings son los que tienen más instalaciones para que el campista pueda realizar sus tareas.
Por muchas comodidades de que se disponga -se puede tener desde un simple saco de dormir hasta una caravana con televisor y nevera-, la vida del campista está mucho más unida a la naturaleza que la de cualquier otro turista.
En el camping se levanta uno con el sol, duerme la siesta con el calor y cena con las últimas luces del día.
No hay un cuarto de baño en la misma habitación, pero es simpática la estampa de los campistas, como nómadas recién levantados, haciendo cola en los lavabos, en pijama unos, en bañador otros, con el cepillo de dientes en la mano. En ciertos países, como Italia, están cayendo algunos tabúes y comienzan a proliferar los baños comunes para ambos sexos.
También, gracias a que en el camping todo el mundo ve lo que hace el vecino, muchas familias han aprendido a superar, tomando ejemplo, la división tradicional del trabajo en el hogar, y así no es extraño ver a señores muy serios lavando las braguitas de la niña, mientras tal vez la señora invita a unas cervezas -de la propia nevera portátil, claro- a las vecinas. En el camping se desarrolla el compañerismo -te presto un martillo, me dejas una cuerda- y la amistad entre desconocidos, hasta el punto de que se fraguan amistades que duran largos años, aunque estos amigos de vacaciones sólo se vean precisamente en el camping cada verano.
Es también una gran escuela de educación cívica: en un camping no suele haber policía, y pueden convivir varios cientos o hasta miles de personas, con múltiples ocasiones de roce que sólo la costumbre ha enseñado a resolver a los propios campistas.
Las cosas son muy distintas en caso de acampada libre, porque allí no hay ningún tipo de instalaciones preparadas. Hay que montar, entonces, un verdadero campamento, prever todo tipo de necesidades y no olvidarse el abrelatas: una tontería así puede echarlo todo por tierra si se está perdido, por ejemplo, en un valle de los Pirineos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.