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La mayoría de los democristianos se inclina por la ruptura de UCD para formar coalición con Alianza Popular

Los intentos de recomposición del partido gubernamental, Unión de Centro Democrático (UCD), entran esta semana en una fase decisiva. De los próximos días dependerá la forma definitiva del partido, sus integrantes y las futuras alianzas electorales, según han informado fuentes centristas solventes. Los mismos medios señalaron que cada vez parece más cercana la ruptura por el ala democristiana, al haber mostrado una mayoría de los integrantes de esta familia confesional su interés por un acercamiento hacia la "mayoría natural" que predica Manuel Fraga.

De la decisión última que adopten los democristianos, que el próximo fin de semana deben celebrar un importante cónclave, dependerá, en gran medida, la recomposición del centro. En la actualidad, una mayoría de democristianos, con sonadas excepciones, se siente incompatible con las tesis de Suárez, de los llamados socialdemócratas que aun permanecen en UCD, de un sector de los azules y de una parte de los liberales, encabezados por Ignacio Camuñas, acerca de lo que debe ser un partido de centro.Esta mayoría democristiana, encabezada por el actual asesor del presidente del Gobierno, Oscar Alzaga, está a punto de tomar la decisión de abandonar UCD para integrarse en lo que pretende ser la gran fuerza conservadora de este país: una coalición formada por Alianza Popular, por el futuro Partido Moderado del ex portavoz centrista Miguel Herrero, por este sector democristiano -que o bien se integraría en el partido de Herrero o bien se constituiría como grupo de identidad propia- y, finalmente, el Partido Demócrata Liberal que piensa fundar en breve Antonio Garrigues sobre la estructura de sus Clubes Liberales. Con todos ellos se! completaría esta alianza, que concurriría a las próximas elecciones generales con el fin exclusivo de impedir la victoria del PSOE.

En todo caso, este sector mayoritario del ala democristiana de UCD no hará pública su salida oficial del partido hasta que finalice el actual periodo de sesiones, para no provocar la caída del Gobierno. Según fuentes, de este grupo la fuga no arrastrará a menos de sesenta parlamentarios, entre diputados y senadores. En fuentes suaristas, esta cifra queda rebajada a 31, ya que un sector significativo de los democristianos discrepa respecto a la decisión a adoptar.

Landelino Lavilla no abandonará UCD

En efecto, en las filas democristianas existen destacados partidarios de un centro-centro, de carácter populista, no muy lejano de los postulados suaristas. El presidente del Congreso de los Diputados Landelino Lavilla, que un día pudo encabezar las filas democristianas, es hoy el primero en mostrarse reticente a un acuerdo con Fraga. Una embajada democristiana, compuesta por José Luis Ruiz Navarro y Fernando Alvarez de Miranda, llegó a la conclusión, tras una larga conversación celebrada la pasada semana con Lavilla, de que éste prefiere mantenerse al margen (o por encima) de la lucha entre familias ucedistas.Probablemente, pretendería con ello poder ser aún el salvador de los restos del naufragio. El hermético presidente del Congreso juega su baza en silencio, sin querer romper abiertamente con su familia democristiana, cuyos miembros, en más de una ocasión, le han manifestado su deseo de que se convierta, primero, en cabeza de fila indiscutible de este sector centrista, y después, que ascienda hasta la presidencia de UCD.

Fernando Alvarez de Miranda -presidente de la Fundación Humanismo y Democracia-, Juan Antonio Ortega y Díaz Ambrona, Iñigo Cavero, Manuel Villar Arregui serían otros conocidos democristianos que se resisten a engrosar las filas de la futura coalición derechista de Fraga. Juan Antonio Ortega es uno de los máximos teóricos de los valores del centrismo político y parece muy difícil que pueda contarse con él para deser tar de las filas centristas. Otro tanto sucede con Iñigo Cavero, actual secretario general del partido. El caso. de Alvarez de Miranda es más complicado: hace dos semanas se comprometió, en el curso de una cena con una treintena de parlamentarios democristianos, a acatar lo que resultase de una decisión mayoritaria.

Dicha decisión se inclina, por el momento, hacia el lado de la balanza que predican Oscar Alzaga, José Luis Ruiz Navarro o Luis de Grandes, todos ellos miembros del patronato de la Fundación Humanismo y Democracia. No pretenden adquirir el carné de Alianza Popular, pero sí participar en la coalición.

Partido Moderado de Miguel Herrero

La tercera pata sobre la que se asentaría esta coalición conservadora sería el futuro Partido Moderado de Miguel Herrero de Miñón en cuyas filas podrían integrarse si no los democristianos, sí al menos los tránsfugas de UCD no pertenecientes a este sector: Ricardo de la Cierva, Francisco Soler Valero, Díaz Piñés (que ya han abandonado UCD), Modesto Fraile, Carlos Gila, Antonio Faura, Francisco Olivencia o Esperabé de Arteaga.Todo permite prever, pues, una nueva escisión en la familia democristiana, semejante a la que ocurrió en el congreso de Izquierda Democrática, en El Escorial, en 1977, protagonizada por Alvarez de Miranda.

Otros ucedistas, antes considerados como democristianos, parecen actualmente situados entre ambos bandos y a punto de ser fagocitados por la clarificación que impondrá el inminente período electoral: es el caso de ministro de Agricultura, Jose Luis Alvarez, alma del llamado grupo independiente de UCD, en el que también figuran ministros como Ignacio Bayón, Alberto Oliart, Federico Mayor o los leopoldista Matías Rodríguez Inciarte y Luis Ortiz. José Luis Alvarez envió la semana pasada al presidente Calvo Sotelo un memorándum de cinco folios exponiéndole sus particulares soluciones para resolver la crisis centrista y expresándole su lealtad, que últimamente se hallaba un tanto en entredicho, por sus supuestas inclinaciones hacia la gran derecha.

El silencio de Calvo Sotelo

Mientras todo esto se cuece en UCD, Leopoldo Calvo Sotelo no responde a los memorandos. Líderes políticos como Felipe González, Miguel Roca o Santiago Carrillo, que se han entrevistado recientemente con el presidente del Gobierno, coinciden en afirmar en privado que el presidente muestra una alarmante falta de soluciones, de iniciativas o de posibilidades de reacción. Carrillo llega más allá y asegura que el presidente del Gobierno está más próximo a la mayoría natural que a su propio partido. Sus allegados aseguran que está dispuesto a arrojar la toalla y ceder la presidencia del partido en el curso de la próxima reunión del Consejo Político centrista, que Calvo Sotelo pretende celebrar a comienzos de julio y los suaristas quieren adelantar. Será el Comité Ejecutivo ucedista, que se reúne la próxima semana, quien decida la fecha definitiva.La gran incógnita consiste ahora en saber quién se haría cargo de esa presidencia en el probable caso de que Calvo Sotelo, harto de luchas intestinas, ceda el control del partido para limitarse a conducir el timón del Gobierno hasta las próximas -cada vez más próximas- elecciones generales. Así, en el Consejo Político centrista, UCD puede, por un lado, verse libre de lo que alguien llamó "el lastre conservador". Por otro, puede encontrarse con una peligrosa batalla por el liderazgo del partido, una batalla en la que Landelino Lavilla y Adolfo Suárez pueden aparecer como principales rivales o como aliados en un más que delicado equilibrio.

Los,dos parecen compartir la tesis de que UCD ya no puede ganar más elecciones, al menos en varios años. Pero sí, en cambio, puede a corto plazo ser un partido que, desde sus probables 40 escaños, podría cooperar en el Gobierno con los socialistas tras las elecciones, frente a una fuerte oposición conservadora. Esta bisagra centrista beneficiaría tanto a sus protagonistas como a sus aliados socialistas. Este parece ser el panorama más factible arte las elecciones generales, que, de marzo de 1983, se han visto casi inexorablemente adelantadas a diciembre, primero,y tal vez al próximo otoño, según las más recientes versiones. El resto será un problema de simple ubicación de nombres. Y ya se sabe que, en España, cada período electoral acaba con varias rutilantes carreras políticas.

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