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El Gobierno francés intenta una negociación entre Talbot y los obreros en huelga

Un representante del Gobierno francés intenta, desde ayer, crear las condiciones favorables para una. negociación entre las partes contendientes en el nuevo y serio conflicto que estalló el miércoles último en el sector del automóvil (firma Talbot) y que, el jueves, como consecuencia de un duro enfrentamiento entre huelguistas y, no huelguistas, causó 41 heridos. Como semanas atrás, durante la huelga en la firma Citroën, la central de tendencia comunista Confederación General de Trabajadores (CGT) es acusada de provocadora por la dirección de la empresa y por los sindicatos independientes.

La huelga continuaba ayer en la fábrica de Poissy, en las inmediaciones de París, de la firma Talbot, mientras el Gobierno intenta poner de acuerdo a los sindicatos, y a la empresa para que inicien una negociación, este conflicto es prácticamente idéntico al que paralizó recientemente la firma Citroën durante más de cinco semanas. Una minoría de los 17.000 obreros de esta fábrica, casi todos inmigrantes, ha paralizado la fabricación para reivindicar, como en Citroën igualmente, mejora de salarios y de relaciones sociales. En Talbot también la huelga ha sido activada por la CGT, que es minoritaria, con el 25% del personal. El otro sindicato de izquierdas, la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), autogestionaria, recoge el 9,7%,, y la Confederación de Sindicatos Libres (CSL), acusado por la CGT de ser una central de la casa, es mayoritaria, con el 49,36%.

Críticas de la oposición

Las reacciones frente a este conflicto son las mismas que suscitó el caso de Citroën, pero agravadas por la sangre de los 41 heridos. La empresa y la CSL, respaldada por la oposición política al mitterrandismo, ven en la acción repetida de la CGT, apoyada a su vez por el partido comunista, una estrategia de "desestabilización del sector automovilístico privado que, a largo plazo, se dirige también contra el Gobierno socialista". Se estima en estos medios que los comunistas, como la CGT, están perdiendo terreno y, además, con cuatro ministros en el Gobierno, no les queda más solución que echar mano de la conflictividad laboral para "salvar la cara" ante sus militantes. El Gobierno, por su parte, se encuentra entre la espada y la pared. Como la fracción más progresista de este país piensa que las relaciones sociales dejan mucho que desear en el grupo PSA (Peugeot-Citroën-Talbot), pero nadie está muy seguro de que "la dignidad humana para los inmigrantes" sea el único móvil de la CGT, máxime si se recuerda que los comunistas se revolvieron contra los inmigrantes de la manera más furiosa en vísperas de las presidenciales, en 1981, con fines electorales. El Gobierno socialista, por añadidura, teme que sus relaciones con el partido comunista se hagan seriamente conflictivas como consecuencia del apoyo que, para el partido, significa la CGT, que es el sindicato más potente del país.Es de anotar igualmente que esta serie de conflictos se desarrolla al mismo tiempo que en la Asamblea Nacional se discute la ley sobre "la ampliación de los derechos de los trabajadores", en la que los socialistas fundan la esperanza de evitar graves incidentes, como el actual de Talbot, gracias a la concertación y a la mayor participación de los obreros en las empresas.

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